Por Eduardo Iniesta
Tw. @eliniestae
¿Han notado que los seres humanos somos bien chillones? Lloramos por TODOOO. Cuando estamos tristes, si reímos mucho, si tenemos sueño, si nos duele algo, si nos encanijamos y hasta cuando picamos cebolla. Lo interesante es que no todas las lágrimas son iguales, ni sirven para lo mismo.
Según la dacriología, que es la ciencia que estudia el llanto, las lágrimas son el producto líquido de un proceso para limpiar y lubricar el ojo, y contienen más de doscientas sustancias como: cloruro sódico (el que les da el sabor saladito), hidratos de carbono, lípidos, compuestos nitrogenados proteicos y un montón de cosas inorgánicas más. Sí, todo eso en una sola lágrima. Esta misma ciencia también nos indica que, las personas producimos 300 ml de lágrimas al día, es decir 113 litros al año, lo que significa que una persona de 60 años habrá generado un promedio 6,780 litros de lágrimas a lo largo de su vida. ¿Se imaginan entonces cuantos millones de litros lloró mi Libertad Lamarque en todas sus películas o mi Vicky Rufo en sus novelas? Como les decía, no todas las lágrimas son iguales. Básicamente existen tres tipos de ellas:
- Las basales, que sirven para lubricar los globos oculares y ayudarlos a enfocar;
- Las de reflejo, que son las encargadas de proteger a nuestros ojos cuando se nos mete una basura o cuando picamos cebolla. El llanto de este tipo de lágrimas se genera para eliminar el objeto extraño o sustancia de los ojos. Se producen en grandes cantidades y contienen anticuerpos para combatir germenes y bacterias;
- Y las lágrimas emocionales, las más interesantes de todas, ya que son las que aparecen cuando el hipotálamo percibe cambios bruscos en el estado de ánimo, sin diferenciar entre dolor, tristeza, felicidad o estrés. Son ricas en manganeso y hormonas como la prolactina, que cumplen con una función analgésica y de control de estrés, ayudando a la relajación muscular y a regular la presión sanguínea.
Aunque la mayoría de los mamíferos tienen un sistema de lagrimeo para mantener sus ojos húmedos y lubricados, se cree que lo seres humanos somos los únicos que lloramos con lágrimas de emoción. Por eso, nada de que creer nunca en las lágrimas de cocodrilo.
¿Y quién dice que chillar no tiene su chiste? ¡Si es bien cansado! Está comprobado que llorar por un lapso de diez minutos es el equivalente físico de correr cinco o seis calles, ya que al hacerlo invertimos más del 30% de la capacidad que tiene el cerebro para consumir glucosa y oxígeno. Es por eso que cuando andamos todos chipils, instintivamente vaciamos los frascos de Nutella y los botes de helado.
La chilladera que se produce al picar cebolla es por puritita venganza de la masacrada cebollita, ya que al cortarla estamos rompiendo sus paredes celulares, las cuales liberan un compuesto impronunciable llamado syn-propanotial-S-oxido (a ver, léanlo 3 veces seguidas y en voz alta), el cual se mete en los ojos causando irritación. Un tip para que no se libere el canijo syn-propanotial-S-oxido, es congelar por diez minutos la cebolla antes de picarla. No agradezcan.
Por cierto, el equipo de neurobiólogos del Instituto Weizmann de Ciencias, en Isarel, reveló que las lágrimas de mujer contienen señales químicas que reducen la excitación sexual y los niveles de testosterona en los hombres. ¿Ahora entienden por qué los hombres heterosexuales se estresan tanto cuando sus parejas sexuales se ponen a llorar después de haberle puesto de lo lindo? Termina su columna y chilla de la emoción.
Eduardo Iniesta es conductor de radio y televisión experto en temas de diversidad sexual. También es un aficionado de encontrarle el lado estúpidamente interesante a la vida. Síguelo en @eliniestae