Tere Díaz
Psicoterapeuta
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• Si bien 7 de cada 10 contactos que pretenden establecer relaciones heterosexuales siguen siendo iniciativa masculina, hoy las mujeres más que nunca jugamos un rol mucho más activo en el arte de enamorar.
• En el juego del “ligue” la impresión que producimos en los primeros intercambios favorece que quien nos interesa se disponga a mirarnos y a sentir curiosidad por nosotros y a interesarse en nosotros en un paso posterior.
• Para lograr este primer enganche, y sostenerlo hay que aprender a seducir. Pero entendamos que seducir no es manipular, no es engañar al otro para conseguir tener relaciones sexuales o algún otro objetivo. Seducir tampoco es excitar: para eso basta enseñar unas piernas, dejar entrever un escote…
• Seducir es un querer gustar al otro para que se sienta atraíd y de esa manera nos permita introducirnos en su vida, en su memoria, en sus futuros proyectos. Por eso la seducción crea vínculos.
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• De la mano de la seducción va la capacidad de disfrutarse a uno mismo y de ofrecerse al otro para ser disfrutado. Es como si se diera esta secuencia: yo juego, tú sabes que juego, yo sé que tú sabes que juego… Hay, por tanto, un cierto simulacro y cinismo inocentes, pues ambos, insertos en esta danza, saben lo que está ocurriendo en ese momento.
• Al seducir se pone en juego el conjunto de la personalidad. Si bien se requieren ciertas habilidades sociales que en algunas personas son recursos innatos, también son estrategias que se pueden desarrollar.
•¿Cuáles son los elementos que nos ayudan a seducir?
1. Sé auténtica para transmitir quién eres. La autenticidad es sinceridad, integridad y nobleza. Si actúas desde la falsedad no sabrás si te aceptan por lo que eres o por lo que aparentas.
• Sin dejar de ser oportuna corre el riesgo de decir lo que te gusta, de negarte a lo que no te agrada, de compartir lo que piensas y crees, y de señalar lo que te parece inaceptable. La idea de “fingir” lo que no eres con base en clichés de la mujer “ideal”, puede resultar -si bien te va- en lograr unas cuantas citas, pero generará en ti el temor de “ser descubierta” y de que tarde o temprano aflorará tu verdadero “yo”. Eso si no es que antes te cansas de sostener una imagen que no te corresponde, o bien te lías con alguien que espera de ti lo que no eres ni estás dispuesta a dar.
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2. Promueve el intercambio. El otro es un sujeto, no un objeto de tu “show”. Seducir no es pavonearte, menos manipular, ni dar cátedra de lo mucho que vales.
3. Ejercita el don de palabra. Hay que tener algo inteligente que decir, quererlo compartir y ejercitar la elocuencia.
• Se aprende a hablar a los dos años, pero conversar con elocuencia y gracia toma toda la vida. No hay duda que algunas personas tienen un don particular de palabra, pero cualquiera que está conectado consigo mismo y parado en el mundo – que lee, que se informa, y que está al tanto de lo que pasa en temas de cultura, arte, política -, puede siempre traer a mano algún tema de interés y actualidad. ¿Eres de la que a falta de plática te limitas a escuchar? ¿O bien por temor a “meter la pata” prefieres no opinar? Platica, pregunta, delibera, complementa, escucha con curiosidad, y sigue el ritmo de tu interlocutor; este “ir y venir” de palabras bien pensadas y entretejidas con gracias, ponen “sal y pimienta” a una conversación.
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4. Cuida tu apariencia física.
No tienes que ser una “actriz de Hollywood”, pero si haz de sacarte el mayor partido. Si te aceptas físicamente gozosa y creativamente, cuidarás tu aspecto físico y tratarás de gustar.
5. Genera cierta intimidad.
Para ser creíble y despertar interés tienes que mostrar algo de ti misma. Compartir ciertas debilidades -sin excesos- hace estimulante y significativo el encuentro. Hablar solo de información es adecuado para una cena de negocios, no para ligar.
6. Cultiva el buen humor.
Ser positivo es una actitud vital que se consigue ejercitándola. Encuentra soluciones asequibles a los problemas: es mejor actuar que lamentarse.
7. Roza con la mano, toca su brazo, levemente, de forma no sexual.
Acércate y aléjate. La seducción requiere jugar concierta proximidad física para mostrar que no se teme al contacto, sino que se está abierto a él.
8. Genera estados emotivos de relativa intensidad, emociones de cierta fuerza que hagan del encuentro algo conmovedor. No se trata de actuar ni histriónica ni histéricamente, sino de mostrar que la interacción es importante.
9. Pon límites.
Al seducir no te derritas por el otro, más bien intenta sostener cierta oposición. Los límites invitan a explorar, a ir más allá. Si uno es totalmente permisivo, amable o tolerante, deja de ser deseable. Nada hay menos atractivo que un triunfo seguro.
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10. Haz uso de experiencias sensoriales.
Estimular los sentidos con aromas, colores, música, sabores, promueve la atención y facilita la conexión.
11. Sin ser una “rebelde sin causa”, muestra un matiz transgresor.
Al seducir se ha de poder invitar al otro a vivir una cierta desobediencia, algo de riesgo. La corrección política es eso, correcta, pero no seductora.
12. Trabaja en tu seguridad personal para lograr el aplomo ante los desafíos de la vida y la capacidad resolutiva. Conocer tus competencias y tus limitaciones permite que tus aspiraciones se adecuen a tus posibilidades, y que hagas de tu mejor parte tu mayor parte.
Ahora, hay que asumir que ni siempre que seduzcamos bien lograremos interesar, ni siempre que lo hagamos mal nos van a rechazar. De cualquier modo “la práctica hace al maestro” y a mejor uso de la seducción, mayor posibilidad de interesar…
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