Llevo días pensando qué es, en realidad, lo que pienso y quiero decir sobre el miedo. Lo obvio sería escribir algunos párrafos sobre los diferentes tipos de miedo y niveles de pavor que tenemos en la vida: desde el fracaso, hasta el compromiso, pasando por el divorcio y la soledad, hasta la muerte y las enfermedades. De eso vamos hablar largo y tendido en las siguientes páginas porque todos, indiscutiblemente de alguno padecemos.
Hoy en la mañana pensé en los míos, en los más fuertes que he sentido, incluyendo la incertidumbre de mi futuro y el de mis hijas post-divorcio. Cada nuevo proyecto que lancé, desde bbmundo y Martha Debayle Home hasta esta revista me generaron, en su momento, miedo. Y así, con todos los miedos que he tenido y los que sigo teniendo, como la muerte, podría llenar páginas y páginas. Le tengo miedo a una infinidad de cosas, pero quería escarbar más allá y tratar entender el origen de todos ellos, de eso quería escribir. Y en este momento, el menos conveniente para sentarme a escribir porque otra vez vengo en el coche y si leo o escribo me dan ganas de vomitar, es que viene la idea a la cabeza.
¡El miedo más grande está en uno y en los demás! Pensémoslo así, tenemos pavor al fracaso, a no hacerla, en cualquier área de la vida, no importa si es la nueva empresa, la nueva chamba o la pareja, ¿por qué? Porque la verdad es que en lo más profundo dudamos profundamente de nuestra competencia, de nuestra capacidad, dudamos de nosotros mismos, de lo que sentimos que somos capaces de lograr, de conseguir, de resolver, y sortear, ¡vencer y brincar! Las razones pueden ser miles, puede ser un tema de autoestima o autoconocimiento, o porque simplemente la retroalimentación que hemos tenido de los demás es frágil y errónea, porque al final viene de sus propios miedos.
La peor materialización de nuestro miedo es «el qué dirán». Qué van a decir los demás si fracaso, si me divorcio, si me corren de la chamba, si lo intento y pierdo mi lana, etc. El pavor a regarla es proporcional al poder de influencia que le damos a quienes nos pueden juzgar. Si supiéramos con total certeza que, si nos caemos, 100% nos vamos a levantar, y si nos importara un bledo lo que los demás opinen y la calificación que nos van a dar, tendríamos mucho menos miedo a movernos en la vida y hacer lo que en el corazón sabemos que queremos y tenemos que hacer.
Pero estamos secuestrados, secuestrados por el miedo a no poder y por el miedo a ser criticados por todos. A tus papás que tantas veces te han dicho que estás loco, a la pareja que no quiere que tomes riesgos porque mueve su propia seguridad, a los amigos que opinaran en silencio que eres un imbécil.
El miedo siempre estará ahí, la chamba es aprender a operar con él y a pesar de él. Sabers que al final esta vida es solo tuya y de nadie más, y nadie, absolutamente nadie, puede hacer por ti lo que solo puedes hacer tú. Ese valor, saber que pase lo que pase te tienes a ti para salir del atolladero sea cual sea en el que te metiste y muy a pesar de cualquier miedo.