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Pesadillas y terrores nocturnos

Reyes Haro Director de la clínica del sueño de la UNAM Consulta a nuestro especialista • En México, 25% de la población infantil padece algún trastorno del sueño • De ellos, 10% presenta terrores nocturnos que, en la clasificación internacional, se ubican en el apartado de las parasomnias. • Estas últimas se asocian a una […]

marzo 16, 2015

Reyes Haro
Director de la clínica del sueño de la UNAM
Consulta a nuestro especialista

En México, 25% de la población infantil padece algún trastorno del sueño
• De ellos, 10% presenta terrores nocturnos que, en la clasificación internacional, se ubican en el apartado de las parasomnias.
Estas últimas se asocian a una de las cuatro etapas del sueño, es decir, son situaciones que normalmente el individuo hace cuando está despierto y que expresa al dormir.
• Las más comunes son los trastornos de activación: despertares confusos, terrores nocturnos y sonambulismo.
• El terror nocturno normalmente ocurre por primera vez en niños de entre tres y seis años, y se presenta en la etapa tres, en el sueño profundo, momento en que se produce la hormona de crecimiento.
• Sucede si se activa el estado de alerta, y al igual que en el sonámbulo, los pequeños se incorporan, pero con una conducta de defensa, huida o temor.
Se levantan súbitamente y parece que algo o alguien les hace daño, y que ellos lo miran; pero en realidad están en un estado de inconsciencia.
• En la tercera etapa del sueño, el humano no tiene la capacidad para percatarse de lo que acontece, como sí sucede en la cuarta, en la que ocurren los sueños; entonces, mucha gente, incluso algunos médicos, tienden a confundirlos con pesadillas.
• La pesadilla será recordada por el infante porque es un sueño de contenido ansioso, pero el terror nocturno no lo podrá evocar; además, en la primera se pierde el tono muscular, mientras en el segundo no.
• En esta parasomnia los pequeños lloran, gritan, tienen mirada inexpresiva, conductas defensivas y eso altera a quien lo presencia. De manera que no sólo se altera el sueño y el descanso de quien lo padece, sino también de sus familiares, a quienes les crea temor, incertidumbre y dudas en torno a cómo manejar el asunto.

¿Qué hacer con los terrores nocturnos?

Si un niño presenta este trastorno no es raro que la familia piense que está espantado, poseído o que le pasa algo raro, y antes de llegar a consulta acuden con personas que, por desconocimiento, lo atribuyen a causas sobrenaturales, o pretenden solucionarlo con remedios caseros.
• Los terrores nocturnos son sencillos de entender y controlar. Por ejemplo, es un mito creer que si despiertan al pequeño quedará afectado mentalmente o puede morir, lo único que sucederá es que estará confundido y no sabrá qué ocurre.
• Si se presenta un evento de este tipo, se les debe llamar por su nombre, regresarlos con tranquilidad a la cama y no despertarlos, no porque les pueda suceder algo, sino porque no entenderían qué acontece, y al sentir la actitud de quien trata de reanimarlos, pueden presentar conductas más defensivas.
• Además, no se debe forzar para que digan si tuvieron una pesadilla, porque cuando ocurran, las referirán naturalmente; si se les presiona, sólo se creará en el menor un estado de ansiedad.
• Normalmente, no requieren un tratamiento farmacológico, a menos que ocurra en repetidas ocasiones a lo largo de una semana, varias veces en una noche, o si las conductas defensivas o de huida sean tan exageradas que puedan causar daño.
El objetivo es relajar al niño y disminuir la duración de la etapa en la que ocurren esos eventos.

¿Cómo evitarlos?

• Entre los factores que contribuyen a que se presente este trastorno, están el desvelo o la ingesta de café, refresco de cola o chocolate en la noche, porque las sustancias que contienen estimulan el sistema nervioso central y aumentan la presencia del terror nocturno.
• Tampoco se debe exponer a los infantes a programas con contenidos violentos, como películas de terror o noticiarios, ni a discusiones entre los miembros de la familia.
• De igual manera, evitar los videojuegos agresivos y sangrientos, porque la intensidad de la estimulación visual, auditiva y la energía que gasta el pequeño favorecen la ocurrencia de esta parasomnia.
• Asimismo, un día de mucha actividad física o donde acontecen situaciones inusuales, o una cena pesada, favorecen su aparición. Además, se ha visto en consulta que en muchos casos el factor de herencia está presente.
El terror nocturno puede ocurrir en cualquier infante, en pocas ocasiones, o incluso en una sola y no volver a suceder. Si ya pasó, se debe poner atención porque generalmente existen uno o varios factores que lo desencadenan.
• Cabe mencionar que, por lo regular, una parasomnia puede acompañarse de otro trastorno del sueño como hablar o reírse, rechinar los dientes u orinar mientras se duerme.

Tratamiento

Los casos que se presentan en el consultorio normalmente no requieren ningún tipo de estudio, y se trata de manera conductual, con medidas de higiene del sueño.
• Por lo general no se requiere más de una visita, y es para explicar a los padres qué ocurre, ayudarlos a identificar las causas y orientarlos para saber cómo reducir esta parasomnia.
• Se les explica que se trata de una fase donde se expresan al mismo tiempo dos reacciones fisiológicas opuestas, porque al dormir se activa el estado de alerta y esto hace que, sin llegar a la conciencia, aumente el tono muscular; por ello, los niños se pueden incorporar y presentar una conducta defensiva.
Igualmente, se les mencionan los factores que pueden detonarla y se les recomienda crear para los pequeños una rutina antes de dormir, pero sobre todo, se pone énfasis en que este tipo de sueño empieza a ceder cuando el menor se desarrolla, y al llegar a la adolescencia suele desaparecer.
Los niños que no son atendidos se verán afectados en su crecimiento, y desarrollo neurológico e intelectual. Son pequeños retraídos y tienen problemas conductuales o de aprendizaje, y ello se debe a que todas las funciones fisiológicas que cumple el sueño se alteran.

marzo 16, 2015