Max Kaiser
Asesor de Naciones Unidas en temas de combate a la corrupción y compras gubernamentales. Es miembro de la ACAD (Anti Corruption Academic Initiative) de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Es autor del libro “El combate a la corrupción, la gran tarea pendiente en México”.
Twitter: @MaxKaiser75
Después de una elección muy compleja, competida y cara, una votación histórica a favor de un candidato generó un mandato muy claro: cambiar la forma en la que se ejerce el poder.
En el año final del sexenio de la impunidad, en el que explotaron los mayores casos de corrupción vistos en México, sin un solo sancionado de alto nivel, una mayoría de mexicanos decidió castigar al partido del régimen y eligió al candidato que había sido derrotado en dos ocasiones anteriores.
Los mexicanos expresaron su frustración en las urnas y sus votos generaron tres cosas:
La tercera alternancia de poder a nivel federal en el Poder Ejecutivo
Una aplastante mayoría en el Congreso Nacional, Congresos locales y presidencias municipales
Un mandato muy claro de cambio en el ejercicio del Poder Público
Vamos a analizar dos etapas:
La transición que ha sido larga y compleja (el periodo del 1 de julio al 1 de diciembre)
Los primeros días del gobierno
La Transición
En una transición hay dos grupos de actores:
Los que encabezan el gobierno que termina
Los que encabezarán al gobierno electo.
Del lado del gobierno que acaba:
Los momentos de transición deberían servir para cerrar los proyectos y programas en curso, para consolidar el legado de quienes concluyen, para preparar la entrega de un equipo a otro, y para evitar que las instituciones suspendan funciones y servicios básicos, mientras se incorpora el próximo grupo de servidores públicos.
Del lado del gobierno que entra:
Una transición debe servir para escoger y preparar al equipo que asumirá las funciones más importantes, escoger las prioridades y las estrategias de los primero días, escoger las áreas que deberán ser transformadas, y seleccionar los programas, proyectos y personas que pueden conservarse en el nuevo proyecto.
En ambos lados, la transición fue un desastre.
Del lado que gobierno que concluye:
Se renunció por completo a la defensa de obras, proyectos, programas y logros.
Renunciaron al ejercicio del poder y entregaron la casa.
No parece haber legado alguno.
Cualquier intento de poner sobre la mesa un logro es rápidamente desacreditado.
La entrega ha sido un desastre.
A unos días de la conclusión ha habido muy pocas reuniones de trabajo real para traspasar expedientes, información, proyectos y procesos en curso.
Del lado del gobierno que entra, el desastre ha sido peor.
En lugar de ocupar su energía y capital político para armar un gran equipo, establecer prioridades claras, escoger proyectos que deben continuar, la han ocupado para generar confusión e incertidumbre.
La evaluación externa de los futuros miembros del gabinete ha sido mediocre, en el mejor de los casos.
No se percibe un equipo sólido, ni con altos grados de preparación técnica o experiencia probada.
La gran mayoría de ellos pertenece a una generación que aprendió a gobernar cuando el mundo y el país eran muy diferentes.
Se han gastado enormes energías y capital político en temas que no parecen prioritarios para cambiar la forma de ejercer el poder (que fue el mandato principal en las urnas).
Por ejemplo. La cancelación del nuevo aeropuerto que se construye en Texcoco se deriva de una consulta carente de sustento legal, de representatividad, de seguridad, de técnica y sobre todo de imparcialidad.
El daño estimado por esta decisión puede llegar a los 200 mil millones de pesos. Pero el daño en la imagen de México, por esta decisión, es mucho peor.
La señal para los inversionistas mexicanos y extranjeros es que en este país valen más las voluntades políticas que las leyes, los proyectos de largo plazo y los contratos.
A esta decisión se suman otras dos que han generado mucha confusión e incertidumbre. La primera es la de apostar el capital político, y muchos recursos públicos, a la construcción de un tren que nunca había sido considerado por nadie como un proyecto estratégico.
La segunda decisión es la de prometer perdón a los políticos involucrados en actos de corrupción.
Reacciones concretas en los mercados.
El nuevo piso del dólar parece ser de 20 pesos.
Las 18 acciones más valiosas de la bolsa perdieron 16% de su valor en el último mes (Financial Times, 26 de noviembre).
La inversión extranjera directa cayó 74% en el último trimestre (Expansión, 23 de noviembre).
Las tasas de interés de los bonos mexicanos a 10 años aumentaron a 9% (del 7% en el que se ubicaban en julio de este año) (Wall Street Journal, 26 de noviembre).
Ambos diarios son considerados como referencia internacional en materia económica, y en ambos artículos se destacó una palabra: incertidumbre.
Esta incertidumbre es veneno para los planes de inversión a mediano y largo plazo, y así, una pésima señal sobre el futuro económico de México.
Los primero días
Los primero días suelen ser de ajuste, de incorporación, de movimientos en las áreas y disminución de la actividad normal de un gobierno. En nuestro país además sucede en diciembre, los que la hace más complicada.
David Gergen, ex asesor de Ronald Reagan, George Bush senior y Bill Clinton, escribe en su libro “Eye witness to power” que los primero 100 días de un gobierno marcan el resto del periodo de un presidente. Y dice que esos primero días siempre están marcados por la etapa de transición y lo bien o mal que ésta se aprovechó.
Los gobiernos que la usaron adecuadamente, inician corriendo y con mucha eficacia. En cambio afirma que los gobiernos que la desperdiciaron tienen enormes problemas para arrancar.
Como vimos, no se hizo una transición profunda, ordenada ni estratégica, y así, al nuevo gobierno le tomará mucho tiempo en entender el funcionamiento de las diferentes áreas, conocer los procesos y las facultades básicas, y por eso tardará mucho en consolidar su proyecto.
Aunado a esto, está la amenaza de recortar áreas, funciones y sueldos, que ha generado un clima de miedo e incertidumbre. Una gran cantidad de servidores públicos han anunciado ya su salida, y los que se quedan están muy nerviosos, porque saben que su trabajo y su ingreso está en riesgo.
Presupuesto de Egresos y la Ley de Ingresos.
A más tardar el 15 de diciembre, se tiene que presentar al Congreso el Presupuesto de Egresos y la Ley de Ingresos.
Estos dos instrumentos son la clave más importante que esperan los mercados para saber si mantienen o no la confianza (que les queda) en el nuevo gobierno.
Se trata de las reglas y las prioridades de obtención de ingresos del gobierno y cómo piensan gastarlos, además de los planes de deuda y el tipo de disciplina fiscal que pretenden ejercer.
El Plan Nacional de Desarrollo
En los primeros 6 meses además, el nuevo gobierno, de acuerdo con nuestra constitución, tiene que crear el Plan Nacional de Desarrollo, que es el plan de vuelo de un gobierno.
Ahí se establecen tres cosas básicas: las prioridades, las metas y las estrategias básicas para lograrlo.
La Constitución dice que debe hacerse a través de procesos democráticos.
Así, el nuevo gobierno tendrá dos alternativas: hacer un ejercicio serio, participativo, plural y objetivo para crear un buen plan; o realizar consultas a modo, poco serias, poco representativas, para cumplir el requisito, y avalar un Plan previamente concebido.
Una buena noticia, que se hizo evidente en los últimos días, es que el partido que gobernará no cuenta con una mayoría calificada automática para modificar la Constitución a modo. En dos intentos de reforma esto se hizo evidente. Primero, el intento de crear la Guardia Nacional, y segundo, la eliminación del fuero. En ambos casos falló la mayoría de dos terceras partes del Congreso que se requieren, y ambas modificaciones fueron ya enviadas hasta febrero, cuando vuelva a abrir sus puertas el Congreso.
Así, queda poca gente en México que exprese tener tranquilidad y confianza, aunque parece haber mucha que tiene altas dosis de esperanza. La división es evidente y estridente. Ambos bandos afirman querer un mejor futuro para México, pero ninguno de los dos parece querer sentarse en la mesa para definirlo. Hay más gritos que argumentos, más acusaciones que ideas, y más mentadas que definiciones.
Tenemos dos caminos.
Nos aventamos 6 años de gritos y mentadas, o nos sentamos a buscar coincidencias, para definir caminos en los que todos estemos incluidos.