Aura Medina
Psicoterapeuta, instructora de meditación y autora de los libros: “¿Amor o codependencia?” y “Lo que ellos dicen de ellas”.
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Todos nacemos en un estado de total vulnerabilidad, sintiendo, percibiendo, totalmente abiertos a la vida, desde esta apertura, esta vulnerabilidad, estamos en total conexión con nuestras cualidades esenciales:
Inocencia.
Curiosidad.
Gozo.
Apertura.
Confianza.
Espontaneidad.
Sensibilidad.
Fluidez.
Somos reales, absolutamente verdader@s
Al ir creciendo, pasamos por experiencias que dañan nuestra inocencia y nuestra confianza, tanto en las personas como en la vida.
Cerramos el corazón, nuestra energía vital declina, se atora. En vez de continuar abiert@s a la aventura de la vida, a lo nuevo, a experiencias de crecimiento, encogemos nuestras vidas y nos acostumbramos a vivir así, en lo conocido, dentro de nuestras cajitas.
Quizá incluso llegamos a creer que no merecemos felicidad y amor en nuestras vidas, o que no tenemos idea cómo y dónde encontrarlos.
Nuestra vulnerabilidad ha sido lastimada. Y se ha llenado de sentimientos de inseguridad, de no merecer, no ser suficientes, miedos y dolor profundo.
Para cada persona las experiencias de infancia que causan este cambio son diferentes pero el resultado es el mismo:
Haber sido ignorad@s, presionad@s, criticad@s o juzgad@s.
Vivir algún tipo de abuso con violencia
Haber tenido que tomar un rol en la familia, por ejemplo: cuidad a una madre deprimida, enferma.
Vivir de acuerdo a las expectativas de alguien, casi siempre de alguno de los padres o ambos.
Cuando alguno de los padres era alcohólico o abusaba de las drogas.
Quizá nuestros padres peleaban y crecimos en un ambiente que para la inocencia de un niño, niña se sintió como una zona de guerra.
Padres emocional o físicamente ausentes.
¿Por qué es tan importante abrir nuestra vulnerabilidad nuevamente?
Debido a todas las heridas, las inseguridades, el dolor y el miedo que experimentamos, creamos una capa de protección para cubrir esos sentimientos dolorosos. Esto lo hicimos por 3 razones principales:
No queremos aceptar o sentir las inseguridades y la sensación de no ser suficientes que llevamos adentro así que aprendemos a pretender ser lo que no somos. Compensamos, para cubrir todo esto y convencernos y convencer a otros que somos capaces y suficientes.
No queremos aceptar o sentir el dolor de las experiencias sufridas en la niñez, adolescencia o años más tarde. Cubrimos nuestro dolor con conductas adictivas, distracciones y /o relaciones malas.
No queremos que otras personas nos dañen, o abusen de nosotros así que cerramos las puertas a la intimidad y cuando las abrimos lo hacemos desde un espacio infantil, esperando que la otra persona responda de cierta forma, siempre terminando en decepciones y desilusiones.
Esta capa de protección es nuestra armadura, nos ayudó a sobrevivir. Y es bueno saber que podemos protegernos cuando lo necesitamos y que podemos evitar personas y situaciones que nos dañan.
Cada persona tiene su propio estilo de protección, algunos ejemplos:
Reaccionar con enojo, ante todo.
Usar nuestras mentes para continuar cerrados.
Convertirnos en personas Complacientes y sumisas. Para que nadie se enoje con nosotros.
Puede que nos protejamos saboteándonos, jugando el rol de la víctima, resignándonos.
Buscando el poder y el control.
Convertirnos en rescatadores para sentirnos importantes y necesitados.
Quejarnos compulsivamente. Culpar a las otras personas.
Distraernos con adicciones.
EJERCICIO: NOTA COMO VIVES EN PROTECCIÓN Y EL PRECIO QUE PAGAS:
Toma un momento para considerar tu vida.
¿Qué conductas o roles usas para protegerte?
¿Siendo un/a rescatado/ar habitual?
¿Necesitas tener el control sobre todo y todos?
¿Siempre enojándote y viviendo con irritabilidad?
¿Alejándote y no comunicándote?
¿Siendo complaciente, siempre amable, sumis@?
¿Jugando el rol del terapeuta, del gurú?
¿Huir al espacio mental?
¿Distrayéndote con alcohol, drogas, TV, redes sociales?
¿Cómo aprender a ser vulnerables y cuidarnos?
La vulnerabilidad que sientes antes de enfrentar decepciones y expectativas rotas, es falsa vulnerabilidad, “me muestro ante ti, mientras tú actúes de la forma en que yo necesito y sino, me vuelvo a cerrar”.
Ese estado de vulnerabilidad que sentimos cuando enfrentamos desilusiones, dolor, es la verdadera vulnerabilidad “este soy yo, aún si tú no llenas mis expectativas”.
A muchos nos aterra la idea de ser vulnerables ante otra persona, mostrarle nuestros miedos e inseguridades, entonces creemos que es mejor pretender estar bien.
Por otro lado, a muchos nos enseñaron que no es bueno mostrar los miedos o inseguridades, que ser vulnerable significa ser débiles, entonces nos “endurecemos”, creyendo que eso es ser fuertes, pero esto nos atrapa en nuestra propia cárcel interna.
Ser dur@s no es ser fuertes. Nos endurecemos por fuera, porque adentro nos sentimos muy débiles, Cuando encontramos nuestra verdadera fuerza interna, nuestro protector interior, podemos ser suaves hacia nosotr@s y hacia el exterior. |
¿QUÉ NOS AYUDA A ABRIR NUESTRA VULNERABILIDAD, PERO CUIDÁNDONOS DESDE LA PARTE ADULTA?
Construir tu protector interno.
Paso 1: Darnos cuenta de nuestra vergüenza, miedo, inseguridades e identificar nuestras creencias negativas. En esta primera fase, nos hacemos conscientes de cuándo y cómo nos invaden o invadieron y el efecto que estas invasiones tienen en nosotros.
Paso 2: Sentir la ira de la invasión: Cuando nos permitimos sentir el miedo, la vergüenza y el shock de ser invadidos, llega un momento en el que empezamos a sentir que surge el enojo. Empezamos a sentir que no está bien para nosotros ser tratados de esta manera. Esto trae un sentido de dignidad a nuestras vidas y de manera natural empezamos a sentir enojo contra cualquier que invada nuestras vidas con sus opiniones, juicios, críticas, amenazas, presión, expectativas y agresiones.
Paso 3. Establecer límites con claridad: El verdadero empoderamiento, el duradero llega en esta tercera etapa. En esta aprendemos a pararnos en nuestros pies y proteger nuestra energía, nuestras necesidades y si es necesario, establecer límites claros, apropiados y asertivos.