Hoy les explicamos cómo hablarle a tu niño interior, para que sanen poco a poco esa relación que es súper importante en nuestra vida.
¿Alguna vez has sentido que dentro de ti hay una parte que necesita sanar? ¿Una parte de ti que anhela amor, comprensión y protección? Hoy, quiero acompañarte en un viaje de autoexploración y sanación, para ayudarte a descubrir y establecer un vínculo con tu niño interior, esa parte de ti que guarda tus sentimientos, emociones y recuerdos más preciados de la infancia.
¿Quién es el niño interior?
El niño interior es un concepto que engloba diversos aspectos de nuestra personalidad y emociones que se originan y se asocian con nuestra infancia.Esta parte de nosotros guarda los recuerdos, experiencias y sentimientos vividos durante nuestros primeros años de vida.
Nuestro niño interior puede manifestarse como una fuente de creatividad, alegría e intuición, pero también puede reflejar traumas, heridas y miedos que no han sido sanados. Por ejemplo:
Creatividad: Puede ser la fuente de creatividad y espontaneidad, si durante nuestra infancia fuimos alentados a explorar nuestras habilidades e ideas.
Inseguridades: Si fuimos objeto de críticas o comparaciones negativas, es posible que existan inseguridades y falta de confianza en nuestra vida adulta. Estos sentimientos podrían limitarnos al momento de enfrentarnos a nuevos retos o al establecer relaciones personales.
Miedo al abandono: Si experimentamos situaciones de abandono o desapego emocional, podría manifestarse como un miedo persistente al abandono en nuestras relaciones adultas. Esto podría llevarnos a comportarnos de manera posesiva o a evitar establecer vínculos emocionales profundos por temor a ser abandonados nuevamente.
Alegría y optimismo: Un niño interior sano es aquel que ha sido nutrido con amor, seguridad y apoyo. Si experimentamos esto, es probable que se manifieste como un adulto lleno de alegría, optimismo y amor por la vida.
Dificultad para expresar emociones: Si en nuestra infancia no se nos permitió expresar nuestras emociones o se nos castigó por hacerlo, es posible que nuestro niño interior herido influya en nuestra capacidad de expresar y manejar nuestras emociones como adultos. Esto podría resultar en una tendencia a reprimir sentimientos o en dificultades para establecer relaciones emocionalmente saludables.
¿Hay diferencia entre el niño interior sano y el herido?
A lo largo del tiempo, diversos teóricos han explorado esta idea, como Carl Jung con su concepto de arquetipos y John Bradshaw con su enfoque en el niño herido. En nuestra vida adulta, el niño interior puede manifestarse de dos maneras:
Niño interior sano: es aquel que se siente seguro, amado y protegido, y que nos aporta alegría, creatividad e intuición. También es conocido como el Yo real o el verdadero yo.
Niño interior herido: es aquel que ha experimentado traumas, dolor y abandono, lo que puede provocar en nosotros inseguridades, miedos y comportamientos autodestructivos.
¿Entonces toda contrariedad o error parental ocasiona heridas de la infancia?
No todas las contrariedades en la infancia darán lugar a heridas en el niño interior. Es natural y normal enfrentarse a ciertos desafíos y dificultades durante la infancia, ya que estos eventos pueden contribuir al desarrollo de habilidades de resiliencia y adaptación en los niños.
Sin embargo, es importante diferenciar entre las contrariedades normales del crecimiento y las experiencias traumáticas o persistentemente negativas que pueden generar heridas en el niño interior. Las heridas de la infancia suelen ser el resultado de eventos o situaciones que son particularmente dañinos, abrumadores o persistentes en el tiempo.
Estas experiencias pueden incluir abuso físico, emocional o sexual; negligencia; abandono emocional; conflictos familiares persistentes; pérdida temprana de seres queridos, entre otros. Estas situaciones pueden causar un impacto profundo y duradero en el bienestar emocional y psicológico del niño, lo que puede afectar su desarrollo y manifestarse en su vida adulta en forma de heridas en el niño interior.
Es importante tener en cuenta que la percepción de lo que constituye una experiencia traumática o dañina puede variar de una persona a otra. Lo que puede ser devastador para un niño, otro niño podría experimentarlo como una contrariedad más fácil de superar. Factores como el temperamento individual, el apoyo emocional y el entorno en el que crece el niño pueden influir en cómo se enfrenta y se recupera de estas experiencias.
El mayor impacto negativo en la vida adulta
Las heridas de la infancia pueden manifestarse en forma de creencias negativas sobre nosotros mismos, sentimientos de inadecuación y falta de amor propio, todos los cuales son componentes fundamentales de nuestra autoestima y ocasionar vergüenza tóxica.
La vergüenza tóxica se refiere a un sentimiento persistente y profundo de ser inherentemente defectuoso, indigno o inadecuado. A diferencia de la vergüenza saludable, que es una respuesta emocional normal y adaptativa a ciertos comportamientos o acciones, la vergüenza tóxica implica una creencia arraigada de que uno mismo es fundamentalmente malo o insuficiente.
Cuando un adulto padece de vergüenza tóxica, puede experimentar una variedad de problemas en su vida, como dificultades en las relaciones interpersonales, miedo al rechazo, comportamientos autodestructivos y una tendencia a aislarse de los demás. La vergüenza tóxica también puede contribuir a la aparición de trastornos de salud mental, como depresión, ansiedad y trastornos de la alimentación.
Cómo ayudar y hablar con nuestro niño interior
Existen diversas estrategias para establecer una conexión con nuestro niño interior y fomentar su sanación. Algunas de ellas incluyen la terapia, el autoconocimiento o el perdón.
Breve ejercicio para encontrarte con tu niño interior
Condiciones previas: Busca una foto de tu niñez. Preferentemente, elige una que te recuerde un evento emotivo o una etapa importante de tu vida. Si no encuentras una por ahora, toma una hoja de papel y dibuja a tu niño interior como lo imagines. Intenta no hacer un dibujo simple de «palitos».
Mirando la foto, escribe un breve párrafo que describa lo siguiente:
- ¿Cómo se llama?
- ¿Cuántos años tiene?
- ¿Qué le gusta y qué no le gusta?
- ¿Qué nos cuente lo que quiera compartir sobre sí mismo?
Ahora, coloca ese texto junto a la foto o dibujo. Acomódalos frente a ti de manera que puedas verlos durante el resto del ejercicio. Ahí tienes a tu niño interior y un poco de su historia. Hazte una pregunta ahora mismo:
«¿He sabido cuidar, amar, proteger y honrar adecuadamente a mi niño interior, escuchando y satisfaciendo sus necesidades?»
Si tu respuesta honesta es sí, puedes detener el ejercicio aquí. Sin embargo, si de alguna manera tu respuesta es «no», te invitamos a continuar con el proceso de sanación y conexión con tu niño interior…
¿Cómo hablarle a tu niño interior?
Te damos un ejercicio para que pueda hablarle a tu niño interior y sanar esas heridas que podrían estar abiertas.
Encuentra un lugar tranquilo y cómodo para sentarte o recostarte. Asegúrate de que no haya distracciones y de que te sientas seguro en este espacio. Tómate un momento para acomodarte y prepararte para esta experiencia de conexión profunda contigo mismo.
Comienza a enfocarte en tu respiración. Inspira profundamente, permitiendo que el aire fresco y revitalizante llene tus pulmones, y luego exhala lentamente, liberando tensiones y preocupaciones acumuladas en tu cuerpo. Continúa respirando de esta manera, y con cada inhalación y exhalación, permite que tu cuerpo y mente se relajen cada vez más.
Imagina que te encuentras en un bosque sereno, donde los árboles altos y robustos te protegen con su sombra y susurran palabras de consuelo. Este lugar es un espacio seguro y tranquilo que es solo tuyo, donde te sientes completamente a salvo y protegido.
A medida que te adentras en este espacio, observa cómo aparece ante ti un sendero cubierto de hojas caídas, iluminado por la luz del sol que se filtra a través del follaje. Comienza a caminar por este sendero, sintiendo cómo con cada paso, te sumerges más en la paz y la tranquilidad de este entorno especial.
A medida que sigues el sendero, llegas a un claro en el bosque bañado por una luz suave y cálida. En el centro del claro, ves un árbol robusto y protector, y de una de sus ramas cuelga un columpio. Junto al columpio, descubres a un niño sentado en el suelo, abrazando sus rodillas. Reconoces a este niño como una parte esencial y vulnerable de ti mismo… sí, es tu niño o niña interior. Pero al verle puede parecer triste, herido o asustado.
Acércate cuidadosamente y siéntate junto al niño en el suelo. Comienza a entablar una conversación suave y reconfortante. Pregúntale: «¿Cómo estás?… ¿Qué necesitas de mí?… ¿Qué puedo hacer para ayudarte?…» Escucha sus preocupaciones, miedos y deseos con atención, ofreciendo palabras de consuelo y comprensión.
A medida que conversas, puedes notar que surgen recuerdos o emociones del pasado. Imagina que cada uno de estos recuerdos y emociones es como una mariposa que revolotea a tu alrededor. Permítete observar estas mariposas sin juzgarlas ni tratar de cambiarlas. Simplemente acéptalas como parte de tu historia y de la historia de este niño porque la diferencia es que ahora, tú estás a su lado.
Ahora mírale de frente y dile:
“He venido por ti porque ya no quiero dejarte en soledad. Quiero pedirte perdón porque te he descuidado, no he acudido a tu llamado y no he sabido ser para ti alguien presente y que atienda a tus necesidades. Pero aquí estoy frente a ti, te miro, te reconozco, te amo y quiero pedirte que me permitas cuidarte, quererte y acompañarte de aquí en adelante. Quiero ser para ti un padre y también una madre y darte todo lo bueno que tú mereces, porque tú eres un niño; porque tú eres tú y ser tú está muy bien.
Quiero que me dejes abrazarte, cuidarte, alimentarte y quererte sanamente. Quiero que te puedas sentir libre, feliz, acompañado, seguro y muy amado. También quiero pedirte que me acompañes en mi proceso de encontrarme y ser feliz. Quiero que estés en mi vida para recordarme la alegría, la sorpresa y la risa, pero también la ternura y la paz que transmites al verte dormir.
Quiero que caminemos juntos, que juguemos, que corramos y disfrutemos la vida. Yo prometo cuidarte, darte lo que necesites y siempre escuchar y atender tus necesidades. Porque yo soy tú y tú eres yo y juntos somos uno sólo y ahora tú estás en mí y te miro, te siento y te quiero. Ahora podemos ser libres, ahora puedo ser yo, porque soy valioso, porque sé honrar a mi niño interior, porque me siento seguro y me siento amado”.
Ahora, extiende tus brazos e invita al niño a recibir un cálido y amoroso abrazo. Al abrazarlo, transmite seguridad, amor y protección, permitiendo que una energía sanadora fluya entre ambos.
Reflexiona sobre si deseas dejar al niño en este lugar seguro del bosque o integrarlo en un abrazo, haciéndote responsable de ser su protector, guía y quien nunca lo abandone o decepcione. Toma un momento para tomar esta decisión, pregúntale qué quiere y siente cómo tu corazón y el de él se llena de amor y comprensión…
Si decides llevar al niño contigo, permítete fusionarte con él en un abrazo amoroso y compasivo, integrándolo en tu ser. Si decide permanecer en este bosque seguro, asegúrate de expresarle tu amor y compromiso para regresar y visitarlo siempre que lo necesite.
Sea cual sea la decisión, agradece al niño por la oportunidad de conectar y sanar juntos. Agradece con amor y cariño, sabiendo que siempre puedes regresar a conexión para encontrarte con él y brindarle apoyo.
Mientras te alejas del claro, lleva contigo la promesa de cuidar y proteger a este niño que representa tu esencia más pura y vulnerable. Siente cómo esta conexión profunda y sanadora te llena de una sensación de paz y serenidad.
Comienza a regresar por el sendero cubierto de hojas, sintiendo cómo te reconectas con el presente y con tu vida adulta. Con cada paso, trae contigo la sabiduría y el amor que has compartido con el niño en este encuentro.
Cuando llegues al final del sendero, tómate un momento para agradecer al bosque por ofrecerte este espacio sagrado de encuentro y sanación. Luego, gradualmente, empieza a traer tu atención de vuelta al espacio donde te encuentras físicamente, tomando conciencia de tu cuerpo y de los sonidos a tu alrededor.
Cuando te sientas listo, abre los ojos y regresa al presente, llevando contigo la conexión sanadora que has establecido con el niño en tu interior y el compromiso de cuidar y proteger esa parte esencial de ti mismo.
Fuente: Mario Guerra, Tanatólogo y psicoterapeuta, experto en temas de pareja, el rockstar del amor.
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