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2024-12-18 18:47:41

¡Usen su voz!

Si me conocen bien, seguro ya les he platicado de los decretos parentales, esos que hacen que nos quedemos con lo que cualquier figura de autoridad nos dice qué debemos hacer y cómo tenemos que vivir.

octubre 13, 2014

Si de niños les decían que eran “la tímida” o “el bueno pa’ nada” , lo más probable es que ahora de adultos sigan marcados por eso, y en una de esas bien metidos viviendo la vida en ese papel. A eso se le llama “profecía autocumplida”.

O tal vez alguien te dijo que lo tuyo no era bailar, jugar beisbol o hacer negocios y entonces lo dejaste de hacer aunque te encantara.

Todas esas voces se nos quedan tatuadas en el subconsciente, y parte de nuestra chamba en este mundo es, en medio de todo el ruido, encontrar nuestra propia voz y aprender a usarla, para que seamos nuestra guía y no estemos esperando las instrucciones del terapeuta, el sacerdote o la conductora de programa de radio (jajaja), y que nadie más que nosotros definamos cuál es.

Cuando llegué a vivir a México, a mis papás les recomendaron una escuela de monjas, supuesta¬mente muy buena para mí.

Viniendo de Estados Unidos, de un sistema Montessori, se imaginarán lo motivadita que me sentía sentada en frente de un pizarrón escuchando a la monja y copiando todo lo que dictaba.

Me portaba fatal. Sacaba mi lunch a media clase, me quitaba los zapatos y dormitaba encima del escritorio, hasta que llamaron a mis papás para decirles que yo era un problema en clase, que distraía a todos mis compañeritos y que iban a ser mucho más duras conmigo. En ese momento mi papá dijo: “me llevo a mi hija de este colegio”. Años después me contó que me había sacado porque no quería que nadie me hiciera sentir que era un “problema”.

Mi papá me estaba protegiendo de esa voz, la que me haría crecer pensando que era yo un desmadre total.
También es probable que ya les haya contado cuando mi hija me dijo que no quería hacer la primera comunión. Pero es un buen ejemplo de lo que estoy tratando de decirles.
Yo: ¿Ya pensaste qué vamos a hacer para tu primera comunión?
Ella: Nada, mamá. No la quiero hacer.
Puse mi mejor cara de telenovela y con la mano en el pecho le solté: Pero, ¡¿cómo?! ¿Qué vas a hacer si el día de tu boda tu novio se quiere casar por la Iglesia?
Ella: Ma, no me casaría con alguien que no respete mi forma de pensar.

¡Qué tal la lección! Fue el primer momento en el que vi cómo mi hija estaba encontrando su propia voz, que empezaba a saber lo que quería y a expresarlo. Pero después entendí que, además de que eso es verdad, mi hija me estaba enseñando a encontrar mi voz.

Me di cuenta de que la forma en que reacciono a lo que me dicen mis hijas también me enseña en qué realmente creo yo. De qué la estaba haciendo de tos, si yo ni voy a misa.

Esos son los momentos en que los hijos se convierten en nuestros maestros. Dicen que los mejores maestros son los que nos sacan lo que realmente somos, los que nos enfrentan con lo que nos gusta y lo que no nos gusta.

No es fácil encontrar nuestra voz. Pero, si ponemos atención, si observamos qué decimos, en qué creemos, cómo reaccionamos y nos preguntamos “¿pooor?”, en una de esas descubrimos si es la nuestra o no.

Pero lo más importante de todo, y ésta sí es la pregunta de los 64 millones, es si hoy nos sigue sirviendo o sólo nos estorba y detiene de “hacer” y ser la mejor versión de nosotros mismos.

octubre 13, 2014