Por Martha Figueroa
Tw. @Martha Fiegueroax
Mi hijo post-adolescente y yo amamos a Tom Cruise.
Eso, aunque no lo parezca, es muy importante porque últimamente coincidimos poco. Es más, Alex me odia, pero el viernes hicimos una bonita tregua para ver juntos “Misión Imposible 5”.
Dice Lucy Romero, que es una psicóloga buenaza, que para llevarnos bien con los chamacos debemos poner ‘límites y normas necesarias para vivir en armonía. Que hay que ser firmes pero flexibles’…¡Dios, estoy perdida!
Mi casa no es un hogar, es un capítulo de “Criminal Minds”. Cada vez que llego de trabajar entro de puntitas y siempre con la chancla en la mano, lista para el ataque. Por ejemplo, ayer me asustó porque actuaba como el copiloto malo. Desayunó ligero, puso un mensaje en su muro que decía “Hoy es un gran día” y me sonreía súper sospechoso. Yo pensé ‘¡está armando la coartada! cuando me duerma, seguro me truena’.
Me acuerdo cuando la revista People nombró a Ricky Martin “Papá del Año” por sus hijos recién nacidos. Cómo si fuera tan difícil cambiar pañales, calentar biberones y hacer papillas. Ya lo quiero ver dentro de 17 años, que no pueda ni mover la cadera del susto con dos pubertos en casa ¡dos!
El viernes fue precioso porque madre e hijo compartimos palomitas felices, codo a codo en el cine. No sé, creo que es el ‘efecto Tom’ ¿no? Cuando Tom Cruise te ve con esa cara y esa camisa blanca ¡qué fácil es la vida! (jajaja). Lo duro viene después.
La verdadera misión imposible es educar a los post-milenio, amantes de las redes sociales, locos y sublevados. Ahora que mi heredero está de vacaciones, cuando su novia le pregunta ¿qué hiciste hoy mi amor?, él contesta orondo: chatear y odiar a mi mamá, tablear y odiar a mi mamá, entrar a Facebook y poner que odio a mi mamá.
Por supuesto hay cosas que nos unen. Por ejemplo el whatsapp, las revistas porno (yo las siembro en la casa y él las lee) y las drogas. O ponle que son los vicios. En serio, parece que nos prestaron para un experimento como changos de laboratorio: Alex fuma todo el día y se la pasa matando gente en el Xbox, mientras yo pruebo todas las pastillas para dormir que me encuentro. Por favor, no me juzguen, pero pienso reposar durante toda mi menopausia y toda su post-adolescencia, hasta que nuestras hormonas concuerden.
Hoy estuve a punto de colgar en nuestra puerta un letrero de “cuidado con el perro…¡no lo vayan a matar a mordidas el post-adolescente chiflado y la psicópata pre-menopáusica”. Porque yo digo que, pase lo que pase, hay que cuidar a los vecinos de llevarse un raspón (si no, luego a quién le pides un limón o una tacita de azúcar).
Perdón si me notan más sensible, pero es que extraño a ese pequeño niño amoroso. Estoy segura de que se perforó la nariz, el labio, la ceja, la lengua, el cachete y las orejas para que no me le acerque. Antes, me daba un beso de ‘Buenas noches’, ahora eructa y grita: “¡ahí viene Satán!”
Pese a todo, a mí me sienta muy bien la maternidad. Tiene cosas que me fascinan. Desvelarme es una de ellas, porque no duermo y entonces no me hincho (ojerosa pero sin bolsas) y aprovecho las madrugadas para leer, ponerme al día con la series o llorar. También amo que Alex me ignore porque así platico conmigo misma y crezco espiritualmente. Y luego, los pagos de colegiatura son tan altos que me ayudan a adelgazar porque el refrigerador casi siempre está vacío.
Es que la paternidad en los tiempos del dólar a 16.50 es complicada y como diría mi madre “ustedes no tienen llenadera”. Lo bueno es que no tengo que preocuparme por el presupuesto familiar porque traigo un intenso ‘romance’ con el banco. Fíjate, me marcan 17 veces diarias, les cuelgo o a veces no contesto ¡y me vuelven a llamar! Soy una suertuda de autoestima gloriosa.
Martha Figueroa es periodista de espectáculos, conductora del programa Nuestro día que se transmite en Cadena 3, autora del libro Calladita me veo más bonita. Combina la rara suerte de tener sentido del humor y ojo crítico.