Por: Alejandra Ortíz
Tw. @alita_emo
Los seres humanos somos de las poquísimas especies en las que las hembras viven muchos años después de haber perdido su capacidad reproductiva. Esto en términos evolutivos es súper extraño, ya que para la evolución lo más importante es la reproducción: el que tenga más hijos dejará más genes en la tómbola de la siguiente generación.
Claro que a veces tener más hijos así nomás no es tan sencillo. Las condiciones ambientales y la fisiología ponen muchas restricciones. Quien haya cuidado solo de un bebé sabrá que un humanito no es una tarea fácil, ahora imagínense en las estepas africanas donde nació nuestra especie. En esas condiciones parece ser que era más conveniente para las mujeres mayores de 50 años ayudar a criar a los nietos (quienes también cargan con parte de sus genes) que arriesgarse a tener más hijos.
Esta hipótesis, llamada “hipótesis de la abuela”, está respaldada por varios datos. Por ejemplo, se ha visto que niños que nacieron antes de la revolución industrial tenían más probabilidades de sobrevivir hasta la edad adulta si tenían abuelas.
Este efecto se ha visto que aumenta si los nietos son producto de un hijo varón de la abuela y una mujer, la nuera. En estos casos, parece ser que la ayuda de la suegra le beneficia a la suegra misma (al menos genéticamente). Esto tiene sentido porque además de que los humanos somos una especie rara por presentar menopausia, también somos de los pocos mamíferos en que las hembras jóvenes se mudan a la comunidad de su pareja. En esta nueva comunidad donde las mujeres jóvenes son inmigrantes, no les ofrece ninguna ventaja evolutiva ayudar a cuidar a los hijos de su suegra (pues no cargan con sus genes) ni de nadie más; en cambio, a la suegra sí le viene bien cuidar a sus propios nietos.
Si los nietos a cuidar fueran los de las hijas, entonces las hijas podrían también ayudar a sus madres con la crianza de sus hermanitos. Esta situación no propiciaría que evolucionara la menopausia, ya que seguir teniendo hijos en edades avanzadas seguiría siendo ventajoso, pues se contaría con la ayuda de otras mujeres que también se beneficiarían de que esos hijos prosperaran.
El eterno supuesto conflicto entre suegras y nueras en realidad se resolvió hace millones de años. Es verdad que trajo algunas incomodidades como los bochornos y demás locuras hormonales, pero también placeres como el de tener abuelas cariñosas que pueden disfrutar de sus vidas sin preocuparse de tener más hijos.
Alejandra Ortíz es bióloga por Facultad de Ciencias de la UNAM, actualmente estudia el doctorado de Ciencias Biomédica,le gusta explicar el lado científico de la vida.
