Regularmente pensamos que ser perfeccionistas es una súper cualidad, sobre todo cuando se trata de ser perfecto en la chamba, pero esto no sólo te va a llevar a conseguir un aumento de puesto o de sueldo, también vas a ganar estrés, agotamiento y problemas de salud.
Un estudio reciente del Doctor Andrew Hill analiza la relación que existe entre el perfeccionismo y el desgaste, debido a los temores y dudas que surgen respecto al rendimiento personal cuando buscas que todo esté perfecto, y cuidado con que te equivoques, porque el más mínimo error lo traduces como un desastre que te hace liberar más estrés, mismo que puede afectar tus relaciones y tu trabajo, convirtiéndolo en un ciclo de estrés y errores.
El estrés conduce al agotamiento, y puede contribuir a la depresión, ansiedad, trastornos de la alimentación, y el dolor crónico o fatiga.
¿Qué hacer?
No se trata de hacer las cosas al «ahí se van» o tomarte tu chamba muy a la ligera, una cosa es que te fijes metas personales y laborales altas y otra que quieras ser perfecto.
Debes marcarte metas realistas y alcanzables. Perdona tus errores y aprovéchalos como una oportunidad de aprendizaje y no te castigues.
Tu jefe va a valorar más tu creatividad, perseverancia y esfuerzo enfocados de forma positiva y no los errores causados por el estrés de querer ser siempre perfecto.