Pocas veces me he sentido tan ofendida como un día cuando una amiga le dijo a otra enfrente de mí: “Es que Martha tiene una suerte…”. Sobra decir por qué estaba ofendida, pero elaboro, con esa frase, que esta amiga estaba asumiendo y sugiriendo que toda mi vida, mi chamba, mi casa, mis hijas, mi marido, todo lo que soy y todo lo que tengo, es gracias a la “suerte”. O sea, gracias a un milagro, a una increíble coincidencia, a que los astros confabularon para que todo esto me sucediera a mi.
Ofendida porque creer que el resultado de tu vida es gracias a la suerte, es no solo quitarte responsabilidad, sino absolutamente todo el mérito, el esfuerzo, los desvelos, las partidas de madre, el insomnio, las chingas, el maldito estrés y el gran precio que tienes que pagar para ser y tener todo lo que has soñado.
Como dijo Roberto Mourey, experto en liderazgo, hace poco en mi programa: tendemos a darle a la gente exitosa “súper poderes” para justificar por qué nosotros somos mediocres. Como si la gente exitosa fuera exitosa por “suerte”, porque así nació o porque viene de la familia tal o cual.
La gente más exitosa que yo conozco ni viene de familias ricas ni tiene doctorados ni tiene necesariamente suerte. Son personas que se han partido la madre para llegar a donde están, que han estado dispuestas a pagar el precio en cada paso del camino y que sí han tenido la inteligencia para reconocer oportunidades –grandes y chiquititas- que se les han presentado en el camino.
Creo que por ahí va la definición de “suerte” que tengo en la cabeza: la habilidad para ver las oportunidades y saber cuáles y cuándo tomarlas. La capacidad para explotar nuestros talentos, para monetizar nuestra pasión, para darle la vuelta o aprovechar lo que nos barajó la vida, es de gente hábil, no de gente suertuda.
Ser hábil es dejar de lloriquear por todo lo que no tienes, lo que no eres y lo que no has conseguido y ponerte hacer lo que tienes que hacer para que todo eso suceda. Ser hábil es darte cuenta que SÍ tienes, que SÍ eres, con qué SÍ cuentas y diseñar el plan para construir sobre eso.
Ser hábil es ser consiente de tus debilidades, de tus carencias y de las patas que cojeas. También es entender que solo si te pules, creces, mejoras, cambias y tienes la humildad de reconocer que aun hay muchas cosas que aprender. Sin esa capacidad nunca vas a ser ni mejor persona ni mejor emprendedor ni mejor madre ni mejor pareja ni mejor nada.
Oportunidad es tener esta moi en tus manos, estar leyendo este texto y el artículo central que esta inspirado en lo mismo, y tomarlos como una fuente de inspiración para darle la vuelta a lo que haya que dársela. Hacer que lo que siempre has querido sea tu realidad.
Así es que nada de suerte, a partirse la madre, señores. Como dice la campaña clásica de Nike:
Dejen de inventar excusas, de posponer, que quejarse, de soñar, de lloriquear, de creer que no pueden, de preocuparse si van a poder. Dejen de esperar unos años, a estar más flacos, más ricos, a tener más valor o a ser mejores. Just do it! Aguántense, agárrense, persígnense, diseñen su plan y… ¡HÁGANLO!
“La suerte es una ganancia del sudor. Entre más sudad, más suertudo eres” –Ray Kroc