Edilberto Peña
Neuropsiquiatra y maestro en ciencias. Director General de CISNE (Centro de
Investigaciones en Sistema Nervioso Central)
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Cuentahabientes, el próximo domingo 10 de octubre es el DÍA DE LA SALUD MENTAL.
Se conmemora desde 1992 como iniciativa de la Federación Mundial de Salud Mental en asociación con la OMS.
La idea es crear conciencia en nosotros y que nos informemos cada vez más sobre la importancia de nuestra salud mental y podamos identificar señales de alarma más tempranamente, tratarlas de manera correcta y tomar acciones preventivas en los casos posibles.
Y con la pandemia que estamos viviendo estudios han demostrado que las personas con infección por COVID-19 son más propensas a desarrollar depresión crónica, ansiedad u otras patologías mentales.
Les vamos a decir por qué, cómo identificar los síntomas y la importancia de tomar medidas.
Dos de cada tres personas que padecen enfermedades mentales piensan que su mal es producto de una debilidad de carácter y no de una enfermedad neurobiológica.
Solo 10% de quienes padecen una enfermedad mental creen que es una enfermedad del órgano del cerebro.
Aproximadamente 50% de los trastornos de ansiedad se presentan antes de los 25 años.
El trastorno de ansiedad es la enfermedad de salud mental más común en México, al menos 14.3% de los mexicanos lo padece.
¿Por qué el COVID daña psicológicamente?
Un tercio de los supervivientes de coronavirus Covid-19 sufren trastornos neurológicos o mentales tras superar la enfermedad.
Un estudio publicado en la revista Lancet Psychiatry, analizaron los registros de salud de más de 200 mil pacientes con Covid-19 y encontraron que el 34 por ciento había sido diagnosticado con enfermedades neurológicas o psiquiátricas dentro de los seis meses.
Los estudios sugieren que el daño al sistema inmunitario provocado por la infección podría fomentar específicamente el estrés psicológico.
Además de los mecanismos inmunológicos, el miedo a la enfermedad, la incertidumbre del futuro, el estigma, los recuerdos traumáticos de la enfermedad grave y el aislamiento social experimentado por los pacientes durante el COVID-19 son factores estresantes psicológicos importantes.
OJO, más allá de una afectación hecha por el virus propiamente, debemos recordar que todos los seres humanos tenemos mecanismos de ajustes frente a las circunstancias de la vida, pero cuando alguien enferma por Covid-19 también se llenará de temor, se tendrá que aislar y afrontarlo solo. Esta es una enfermedad que impacta fuertemente lo emocional y sobrepasa, en muchos casos, los mecanismos compensatorios que el cuerpo tiene.
Depresión Covid-19: ¿Por qué se desencadena?
La depresión por coronavirus se presenta con angustia, ansiedad e irritabilidad.
En esta línea, la angustia del Covid-19 se presenta en cuatro fases: miedo, aislamiento, incertidumbre y futuro.
La primera angustia es miedo a la enfermedad y a morir solo en un hospital. Y es que, no sólo se trata de un contagio, sino que también del alto riesgo de no poder despedirse de los seres queridos.
La segunda fase de angustia de la depresión Covid-19 hace alusión al aislamiento, producto del confinamiento que parece nunca acabar.
La tercera angustia: incertidumbre, especialmente por la economía. Muchas personas han perdido sus trabajos y varias empresas han optado por disminuir sus gastos, por lo que nunca se sabe cuándo te puede tocar.
Finalmente, se habla de angustia por falta de un futuro. Esto, principalmente, porque cada día se hacen nuevos hallazgos sobre la enfermedad y, a pesar de que se ven avances, no hay claridad de cómo se viene el futuro después de superar la pandemia.
DEPRESIÓN: Es un trastorno del estado de ánimo que provoca una sensación persistente de tristeza y pérdida de interés.
Síntomas:
Tristeza.
Desesperación.
Falta de ánimo.
Ganas de llorar.
Baja autoestima.
Falta de energía.
Falta de interés.
Mucho sueño.
Descuidar aficiones o intereses.
Cambio en el ciclo menstrual.
Dolores inexplicables.
ANSIEDAD: Con esto nos referimos a la sensación psicológica de malestar donde característicamente se nos agolpan las preocupaciones de una forma obsesiva y creciente, además de que nuestros pensamientos toman matices pesimistas y catastróficos, difícilmente controlables. Esto es mucho más que la sensación molesta que representa el estrés, no es para nada funcional y generalmente nos afecta tanto que nos hace disfuncionales en nuestras actividades.
Síntomas:
Preocupación o tensión por cualquier cosa.
Problemas para concentrarse.
Fatiga.
Irritabilidad.
Problemas para conciliar el sueño.
Inquietud al despertarse.
¿Cómo manejarlo?
La intervención psicológica es importante ayuda a superar los traumas y a retomar gradualmente la vida y la actividad evitando los ciclos de hiperactividad/hipoactividad.
También es súper importante el apoyo de familiares, amigos y pareja.
Buscar un sueño reparador.
Seguir una dieta balanceada de tipo mediterráneo con el mínimo de alimentos procesados.
45 minutos de ejercicio de intensidad moderada cuatro veces por semana.
Además de un adecuado entrenamiento en manejo del estrés como la meditación o el mindfulness.
¿Cómo podemos ayudar?
Siempre guardar la calma frente a alguien que la sufre, decimos más con nuestro lenguaje no verbal que con nuestras palabras, dos ansiosos no se pueden ayudar.
Acompañar a la persona, hacerle sentir que todo se va a resolver, no decir cosas como “no pasa nada, todo está en tu mente”. Se trata de dar contención.
Si la ansiedad se la está desencadenando un factor externo y, evidentemente, la persona no le encuentra una solución, ya que su mente se encuentra nublada, enfocarnos en las situaciones más urgentes y apremiantes, priorizarlas y ayudarle en nuestra medida a solucionar lo que sí se puede.