Dr. Enrique Tamés
Decano regional de la Escuela de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey
TW:@enriquetames
To be or not to be, es sin lugar a dudas, la frase más famosa de la historia del teatro universal. Hamlet, el príncipe de Dinamarca, se cuestiona en un monólogo trágico frente a esa hermosa calavera, “ser o no ser, esa es la pregunta”. Y lo que de fondo se está cuestionando el personaje shakespeariano es lo que nos preguntamos los seres humanos prácticamente todos los días de nuestra existencia: si vale la pena esto o lo otro, si vale el esfuerzo, si tiene sentido. Es la pregunta filosófica fundamental.
Y sí, a veces, en ciertos momentos cruciales, esa pregunta inclusive lleva a riesgo nuestra propia vida. Quién no se ha preguntado en los momentos más oscuros si la vida, como la tenemos, vale la pena de continuarla o no vale la pena. Lo que en el fondo estamos haciendo es cuestionarnos sobre nuestra propia felicidad, ni más, ni menos.
Ahora bien, en nuestro maravilloso y rico idioma castellano, solemos tener un conflicto que no tienen otros idiomas. Cuando de pequeños en la escuela nos enseñan inglés, constantemente aparece el verbo “to be” y su traducción como “ser” o estar”. Lo que en inglés es un verbo, en español son dos.
Y lo que parece ser una simple diferencia lingüística en realidad se convierte en una diferencia existencial. Pregunta: ¿Soy feliz o estoy feliz? ¿Se es feliz o se está feliz? Y la pregunta no es menor ya que tiene que ver con el tema de hoy: si la felicidad está relacionada con lo que uno tiene, con lo que uno posee, o no. Si soy feliz, poco o nada de lo que tengo o no tengo afecta, en cambio, si estoy feliz, lo que poseo juega un papel más preponderante. Elaboremos.
Uno de los estudios más completos sobre felicidad que se han hecho durante la pandemia se publicó hace unas semanas, y fue hecho por la agencia internacional Ipsos. En el caso de este estudio no importa tanto en qué lugar están los países en el ranking, aunque si les interesa saber, los más altos son los Países Bajos, Francia, Arabia Saudita, China, Canadá, Australia, Gran Bretaña (México está en el 22).
Lo importante es qué tanto se desplazaron hacia arriba o hacia abajo durante la pandemia y porqué lo hicieron. Los países que más se desplazaron hacia arriba fueron China, Malasia, Rusia y Argentina. Los que más se desplazaron hacia abajo fueron Perú, Chile, India y México.
Ahora veamos cuáles fueron los indicadores más importantes en los países que más alto se desplazaron, de más a menos importante:
Mi bienestar físico (salud)
Mi relación de pareja
El bienestar de mis hijos
Sentir que mi vida tiene un propósito
Mis condiciones generales de vida
Tener trabajo
Satisfacción con el rumbo de mi vida
Tener estabilidad material
¿Qué tienen en común los primeros 4 indicadores de felicidad? Que estrictamente hablando, no tienen que ver con las posesiones materiales de uno. Uno puede ser rico o pobre, y cuidar su salud, tener una buena relación con su pareja, cuidar el bienestar de sus hijos y sentir que la vida de uno tiene un propósito.
Todo lo anterior no es una cuestión de estatus. Claro, la estabilidad económica, o vivir en una sociedad desarrollada y estable puede ayudar a todo lo anterior, pero no son condiciones necesarias para que se den. A partir del 5 indicador, y solo a partir del 5, las posesiones comienzan a jugar un papel más importante.
Ahora veamos a los países que más descendieron, aparecen como factores más importantes que afectaron la felicidad:
Situación financiera
No tener tiempo de esparcimiento
Insatisfacción con el entorno político.
Ahora el análisis cambia por completo: en estos países, las razones por las cuales las personas dejaron de ser felices, tienen que ver mucho con sus bienes materiales. Lo más interesante es que por primera vez en la historia todos los países en el mundo estamos viviendo más o menos lo mismo (todos estamos viviendo los estragos de la pandemia, tanto a nivel de salud como a nivel económico), sin embargo, estamos viviendo la pandemia de manera distinta. Hay países que valoran más cuestiones intangibles, y son más felices, mientras que los países que valoran más las cuestiones tangibles, materiales, las posesiones, en tiempos como los que estamos viviendo, están deteriorando no únicamente sus bienes materiales, sino al mismo tiempo sus niveles de felicidad.
Hacer depender la felicidad de lo que uno posee es una elección, y así lo muestran los resultados de este y de otros estudios. ¿Cómo sobrevivir en estos tiempos difíciles para muchas personas? Aquí una clave fundamental: ser feliz con lo que uno tiene es no hacer depender la felicidad de lo que uno tiene.
¿Cuál es uno de los grandes aprendizajes de esta época pandémica en la que todavía estamos sumergidos? Que hay muchas cosas que controlamos, y hay muchas que no controlamos. Nuestra felicidad, cuando depende de aquello que controlamos, puede navegar por aguas turbulentas, como en la que vivimos en estos momentos. Pero si depositamos nuestra felicidad en aquello que no controlamos, por ejemplo, en las posesiones, que como estamos viendo, van y vienen con mucha facilidad, corremos el riesgo de que nuestra felicidad sea igual de volátil.