Gaby Pérez Islas
Tanatóloga, logoterapeuta, y autora de los libros Cómo curar un corazón roto, Elige no tener miedo, Viajar por la vida. La niña a la que se le vino el mundo encima y Cónvenceme de vivir
TW: @gabytanatologa
FB Gaby Perez Tanatologa
You Tube: Gaby Tanatologa
La muerte de un hijo-a es algo que rompe con todo nuestro plan de vida y con la confianza que tenemos en el mundo. Va más allá de nuestro entendimiento y nos llena de sentimientos de tristeza, desolación, enojo y culpa.
El duelo por una muerte repentina es muy complicado porque no hubo un periodo previo de advertencia al suceso y el golpe cae a plomo. El mecanismo de la negación se activa y nos puede llevar a la evasión de la realidad.
Cuando la muerte es por accidente pensamos que podríamos haberlo evitado.
La culpa se manifiesta en pensamientos repetitivos a los que no dejamos de dar vueltas:
Si hubiera..
Si no hubiese…
Es culpa mía porque…
Tendría que haber…
Lo que no acepto es…
Y no me puedo perdonar que…
Y no puedo perdonar a…
Esto es lo que llamamos Rumiaciones de duelo. Parece que estos pensamientos funcionan solos; aparecen y se instalan de forma automática y nos dejan agotados.
Son más frecuentes cuando las circunstancias han sido traumáticas.
No soy fan de la vida: ¿Me puedo reenamorar de ella?
Algunos sentimientos de culpa tienen una base real ya que existen elementos razonables para pensar que en el accidente hubo negligencia, distracción o errores de juicio. Pero lo más común es que la culpa no tenga fundamento real. Son solo nuestras ganas de que no hubiera ocurrido.
Plantearse el tema de destino; muchas veces las circunstancias pueden ser las redes del destino para que los tiempos se cumplan como tenía que ser. Cuesta mucho entenderlo porque nuestra voluntad no coincide con la de la vida.
Los monólogos interiores
Los monólogos interiores después de un accidente nos llevan a darle vueltas al asunto buscando detalles de información, causa de la muerte, búsqueda de significados y explicaciones.
No podemos luchar contra los pensamientos con más pensamientos, necesitamos contactar la emoción y llorar.
Sirve decir en voz alta:
Ojalá hubiera podido protegerte.
Hubiese hecho todo lo posible para que esto no ocurriese.
Ojalá me hubiese pasado a mí.
Video: ¿Cómo ganar cuando pierdes?
Detrás de los sentimientos de culpa la persona en duelo expresa un grito de dolor y amor.
Los abuelos hacen doble duelo; la muerte del nieto y el dolor de ver a su hijo-a en duelo.
Para los padres la muerte de un hijo siempre será una muerte a destiempo ya que la edad del fallecido es menor que la del doliente.
¿Qué hacer?
No te concentres en pensar que le faltó tanto por vivir, concéntrate en el amor que le diste y lo feliz que fue.
Una vida con amor es una vida aprovechada dure lo que dure.
Un hijo no puede sustituir a otro de ninguna manera, nadie tiene que asumir las expectativas de quien ya no está.
Ayudar a los demás puede ser también una manera de huir de tu dolor, una huida de ti mismo.
La muerte de un niño o joven no tiene un por qué ni un para qué, simplemente es. Hacerse adulto es renunciar a esa pregunta de por qué suceden las cosas.
Ser padre o madre es un cargo vitalicio no mientras vive tu hijo, mientras vives tú. Por ello debes de seguir siendo la persona de la cual tu hijo-a se sintiera orgulloso.
Lectura recomendada: Elige no tener miedo; cómo aprender a vivir después de un gran dolor. Gaby Pérez Islas ed. Booket