Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
TW: @marioguerra
Gran parte del sufrimiento mental y emocional proviene de la forma en que nos hablamos en nuestra propia mente.
No sólo me refiero a una forma negativa de hablarnos, sino a una manera particular de estructurar nuestra narrativa con construcciones lingüísticas que posibilitan o impiden; que expanden o limitan.
Es así que frases como “No puedo…”, “Es que no me quedó de otra…” o “¿Pues qué querías que hiciera…?” se van convirtiendo en clichés o ideas que ya dejan de pasar por el proceso del pensamiento y que convierten en verdaderas trampas que en automático tienden a enredarnos en más y más problemas.
Aprender a escuchar y cuestionar nuestra propia narrativa podría ser clave para ir encontrando la solución a muchos de los problemas que tenemos.
¿Cómo narramos nuestra propia historia?
Somos seres que percibimos y construimos la realidad a través de las historias que nos contamos y la forma en que estructuramos nuestra comunicación con nosotros y los otros.
Nuestra vida es como una historia que se desarrolla constantemente frente a nosotros y todo el tiempo nos estamos narrando los eventos de esta historia a medida que se desarrollan.
Es como si tuviéramos un narrador interno que nos cuenta y explica, a su manera, lo que está sucediendo en nuestras vidas: lo que pasa, lo que significa eso que está pasando, nos dice cómo evaluarlo, cómo estructurarlo, lo que debemos o no hacer, lo que podemos o no hacer, etc.
¿Por qué pasa esto?
Esta narración está entintada de interpretaciones, creencias, aprendizajes, distorsiones y generalizaciones que hacemos de la realidad (los lentes a través de los cuáles mira nuestro narrador interno).
Muchas de las frases que nos decimos o construímos son más bien una respuesta automática en vez de una construcción razonada (y a veces hasta razonable).
Lo que pasa es que me tienen envidia.
Nadie me entiende.
No voy a poder.
Tengo que ser fuerte.
No me puedo derrumbar
No me quedó de otra.
Tenía que hacer lo correcto.
Típico, ya me va a ver la cara de imbécil otra vez con sus mentiras.
Saqué un mal resultado, soy un idiota.
Ya sé lo que estás pensando.
Ya no me interesa tener amigos.
No puedo vivir sin ella.
Es que tú no sabes cómo me siento.
¿Entonces qué querías que hiciera?
¿Cómo nos afecta la manera en que narramos nuestra realidad?
Lo primero que se afectan son nuestras emociones al hacernos sentir atrapados, incapaces o indefensos.
Además de enojados, resentidos, atemorizados o muy tristes.
La Teoría de la Mediación Cognitiva (del fallecido Dr. Richard Lazarus de la U. de Berkeley), nos dice que los eventos que nos pasan, más los pensamientos (narración y evaluación) que tenemos de estos eventos, dan lugar a las emociones.
Eventos + pensamientos = emociones.
Entonces muchos de nuestros estados emocionales no corresponden siempre a lo que pasa, sino a lo que nos contamos acerca de lo que pasa.
En segundo término, la forma en que narramos la realidad no sólo describe lo que pensamos de ella, sino que construye o refuerza el modelo que ya tenemos y lo va enquistando en la mente creando ideas fijas que, por ser tan profundas o habituales, ya no se cuestionan (se vuelven como pensamientos enquistados o parasitarios).
Finalmente estos patrones de pensamiento y diálogo interno acabarán por maximizarse y provocarnos estrés y ansiedad, con todos los efectos que en nuestra vida de relación y salud física eso conlleva.
¿Qué podemos hacer?
Si queremos cambiar cómo nos sentimos, debemos empezar por aprender a modificar la manera en que pensamos.
Para eso conviene entrar en un proceso de aprender a identificar y examinar nuestros hábitos de pensar y hablar con nosotros mismos, si es que queremos sentirnos mejor.
Piensa ¿Cuál es la historia que te gustaría poder contar de ti mismo y de tu forma de relacionarte con los demás?
Sin caer en el victimismo o la soberbia, por ejemplo.
Una historia que sea más apegada a la realidad y que te haga sentir bien aunque haya inevitablemente partes que no te gusten.
Cuida y rectifica de ser necesario tu intención y tono de voz interior.
Es probable que sea muy “regañona”, crítica, burlona, sarcástica o hasta con un tono de hartazgo.
Aprende a cuestionar esos pensamientos.
Desacelera el pensamiento.
Escucha lo que dicen otros y empieza a hacerte preguntas (practica).
Lo que pasa es que me tienen envidia.
Es probable y también es probable que ni siquiera piensen en ti en realidad y eso quizá da más miedo ¿no es así?
¿Quién y por qué?
¿Y si volteas esa frase? “Lo que pasa es que yo les tengo envidia”, ¿cómo te suena?
Nadie me entiende.
Te entiendo cuando dices que nadie te entiende.
¿Quién específicamente viene a tu mente cuando dices “nadie”?
Ya no hay tiempo
Tiempo hay, no se si el suficiente para lo que dices que quieres, pero para qué si podría alcanzarte si empezaras ahora.
No voy a poder.