Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
TW: @marioguerra
encuentrohumano.com
Hay personas que parece que siempre ven el vaso medio vacío, que llevan su nube negra en la cabeza o que su “bola de cristal” les anuncia cataclismos de todo tipo que muy pronto se avecinan. Al final generalmente no siempre pasa lo que dijeron que iba a pasar, o al menos no en la misma medida o intensidad. ¿Por qué hay quien siempre le ve el lado negro a las cosas?
¿Quién siempre está esperando que ocurra siempre lo peor?
Pesimistas
Son los que tienen la tendencia a prestar atención sólo al lado negativo de las cosas o los acontecimientos.
Todo tiene partes que nos gustan y que no nos gustan, pero la persona pesimista compacta en una sola idea todas las posibilidades negativas de algo.
Si ven un dia soleado de inmediato piensan que se van a quemar y les va a arder.
Catastrofistas.
Es como un pesimista remasterizado. Es decir, no sólo espera lo peor, sino que además lo hacen grande y le inyectan una buena dosis de fantasía o exageración al impacto que tendrá lo que pronostican que va a ocurrir.
Si ven un dia soleado, aún en fotos, de inmediato piensan en un melanoma maligno.
¿Por qué piensan así?
Aprendizaje
Alguien en la familia era ansioso o pesimista y tú aprendiste a reaccionar de la misma manera.
Sentir miedo es natural, lo que aprendemos es a diferenciar a qué le debemos tener miedo, por cuánto tiempo y en qué medida.
Factores hereditarios
Personas con rasgos de personalidad ansiosos, mediados por elementos genéticos.
Sesgo de impacto.
Los sesgos cognitivos son como errores del pensamiento en donde tomamos un camino conocido sólo porque es conocido, sin importar si nos lleva a donde queremos llegar o nos es de ayuda.
El sesgo de impacto nos hace pensar que las cosas que van a pasar en el futuro serán mucho mejores, o muchos peores, de lo que en realidad acabarán siendo. También nos hace pensar que su duración será mayor.
Esto, para un pensamiento pesimista o catastrofista, es combustible que alimenta las peores fantasías.
Este sesgo está más dominado por las emociones y la reactividad que por la razón, la lógica y el análisis de cada situación.
Indefensión aprendida
Quizá en la infancia no importaba si decías la verdad o mentías, el resultado siempre te era desfavorable en castigos o regaños.
Nunca podías tener la razón aunque la tuvieras, porque a tus padres, o a quien quiera que te haya criado, le era más importante ganar que reconocer su falla o averiguar la verdad.
Las raíces del pesimismo.
Un pensamiento pesimista es una especie de conformismo.
Es como si fuera inevitable que las cosas tengan que pasar de la manera que pasen, especialmente cuando de alguna manera en nuestras manos está modificar la respuesta ante lo que pase.
Hay un sentimiento de indefensión que se torna en pasividad y, si éste perdura, en resignación.
El pesimismo es un pensamiento simplista.
Su origen es un pensamiento de estilo blanco o negro. Si algo no puede ser muy bueno, entonces tiene que ser muy malo.
La realidad es que la mayoría de las situaciones y problemas que vivimos con complejos por la cantidad de variables que interactúan para que algo suceda de cierta forma.
Incluso aunque algunas cosas salgan “mal” en una situación determinada, otras salen “bien”. No siempre ocurre “la tormenta perfecta” y aún en esos casos, nuestras decisiones pueden cambiar el rumbo, no de la tormenta, sino de nuestro barco.
Sus dos colegas son la ansiedad y la indefensión.
Con la ansiedad piensas que todo lo malo va a pasar aquí y ahora o en cualquier momento.
Con la indefensión sientes que no vas a poder meter ni las manitas ante lo que venga y entonces serás arrastrado por el torbellino de la fatalidad.
La rumiación.
No sólo llega este pensamiento intrusivo negativo, sino que además dejo que se alimente de mis peores miedos y, cuando se los acaba, le proporciono más, dejando volar a la mente a través de nubes negras de fantasía destructora.
Un enojo soterrado
Algo, generalmente inconsciente, te mantiene muy enojado (la muerte de alguien, una injusticia, padres fríos, rígidos, ausentes, un abuso, etc) y entonces “castigas” a los otros imaginándote que algo les hace daño o algo te daña a ti, para ver si, viendo como sufren o como sufres, te restituyen aquello que perdiste o reparan lo que pasó.
¿En que les afecta?
Viven en ansiedad.
Lo cual crea un desgaste emocional y cognitivo. Es como estar indefenso, siempre esperando el ataque del enemigo, sabiendo que es inevitable que suceda, pero que nunca sabes exactamente cuándo sucederá.
Empiezan a ser marginados.
En general las personas más sanas tienden a evitar a las personas pesimistas porque el pesimismo, por así decirlo, es muy contagioso.
El malestar que produce pensar siempre de manera negativa debería ser el principal motor que nos lleve a buscar salir de esa espiral de distorsión.
Lamentablemente, para muchos esto sólo los hunde cada vez más.
Esto tiende a empeorar.
La distorsión del pensamiento se hace cada vez peor y lo que antes era el miedo a una gripe ahora es un ataque de pánico por toda clase de enfermedades imaginarias.
¿Qué pueden hacer?
Imagina por un momento que ser pesimista o catastrofista te sirve para algo o te protege de algo. ¿De qué podría ser?
De enfrentar algo que no quieres, de evitar una desilusión, pensar así te hace parecerte más a alguien que amabas, crees que si dejas de ser pesimista te tendrás que volver optimista (y además piensas que los optimistas son tontos), etc.
Si encuentras de qué te defiende el pesimismo quizá tengas ya un punto de partida para darte cuenta que no hay que defenderse de nada o que hay otras maneras de defenderse de lo mismo.