Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta
TW: @marioguerra
encuentrohumano.com
• Cuando ocurren cosas que no nos gustan buscamos de inmediato algo que adormezca o elimine esa desagradable sensación que aparece. Pero eliminar algo que duele no es la cura para lo que provoca el dolor. Las emociones son impulsos que nos mueven a actuar para salir precisamente de eso que nos lastima.
¿Qué es eso que llamamos “emociones negativas”?
• Son todas aquellas emociones, incluso sentimientos, que nos hacen sentir: enojados, tristes, con desagrado, envidiosos, resentidos, celosos, con culpa o con miedo.
• Las llamamos negativas porque no nos gusta sentirlas, pero de alguna manera son inevitables y útiles, porque nos llevan a actuar, dejar de actuar o reparar algo que hemos hecho y que lastimó a otro.
• Podemos tomar muchas actitudes ante ellas, pero vamos a analizar las 3 principales que son: evitarlas, juzgarlas o aceptarlas.
¿Por qué queremos evitarlas?
• Precisamente porque son desagradables.
• Son como una alarma que suena muy fuerte para llamar nuestra atención y que hagamos algo al respecto.
• Evidentemente el “sonido de la alarma” y la sensación debe ser desagradable para alertarnos y actuar (como una enfermedad o un problema legal o laboral) o para que no nos acostumbremos a vivir con eso que ha pasado (por ejemplo, la muerte de alguien amado).
• El error con esto es que muchos quieren apagar la alarma sin haber resuelto la causa que la hizo sonar.
• Por desconectar la alarma de incendio el fuego no se va a apagar.
¿Qué hacemos comúnmente para evitarlas?
• Evadir la situación o pensamientos que las disparan.
• Amortiguar su efecto con alguna sustancia.
• Entretenerse “para no pensar” (buscando en realidad no sentir).
• Negar lo que se siente.
¿Funciona hacer esto?
• A veces conviene desacelerar, hacer una pausa o hasta distraerse un momento con otra cosa para despejar la mente, recobrar un cierto nivel de equilibrio, identificar emociones y pensar en soluciones.
• Esto funciona si nos lleva a actuar y nos da tiempo para pensar.
• Pero para esto hay que reconocer lo que se está sintiendo, porque si nos decimos que “no pasa nada”, entonces para qué hacemos algo.
No se trata de no sentir:
• Lo que se busca es reconocer lo que se siente, pensar en soluciones y actuar para desactivar las causas que activaron nuestras alarmas.
• El problema es que el malestar perdure porque no resolvamos o nos adaptemos a lo que está pasando.
• Tomar acción es una forma de canalizar las emociones hacia la solución del problema y no echarlo abajo del tapete para no verlo.
¿Cómo es que las juzgamos?
• Aprendimos desde la infancia que las emociones negativas eran incorrectas:
Qué fea te ves enojada.
No estés triste.
No seas envidioso.
No tienes por qué llorar si no te pasó nada.
A mí no me hagas esa cara.
• Y después interiorizamos esos mensajes y creamos los nuestros:
Yo no debería sentir esto.
A mí no me debe de importar lo otro…
Ya se que no tengo por qué enojarme…
No se supone que yo sienta lo que estoy sintiendo (si no es para tanto).
• Nos han enseñado y presionado para sentirnos bien lo más pronto posible, sin dejar tiempo y espacio para aprender lo que hay que aprender de nosotros y nuestras emociones.
• El mensaje central al juzgar como inadecuadas las emociones es: “No debería sentirme como me siento”.
¿Pero cómo podríamos sentirnos si no mal después de que algo que no nos gusta ha pasado?
¿Qué nos dice la ciencia?
• Un estudio realizado en la U. de Berkeley y publicado en el ejemplar de julio de 2017 de la Revista de Personalidad y psicología social, afirma que:
• Las personas que se presionan para ser optimistas es más probable que terminen deprimidas, mientras aquellos que aceptan todos sus estados de ánimo se sienten psicológicamente mejor en el largo plazo.
Especialmente se sienten menos estresadas y abrumadas por las emociones.
• Es decir, las personas que se permiten reconocer y experimentar emociones “negativas” las experimentan con menos frecuencia.
• Lo mismo pasa con las personas que juzgan duramente sus emociones y sentimientos más oscuros; los padecen con más intensidad y frecuencia.
Incluso padecen más angustia.
• Aquellos que niegan o resisten sus emociones las siguen experimentando aún después de 6 meses de pasado el evento que las provocó.
¿Por qué pasa esto?
• Los investigadores especulan que las emociones son como nubes que van pasando en nuestro cielo interior.
• Si hacemos lo que sea por no mirarlas, tendremos que estar recordando no voltear hacia el cielo, pero siempre sabremos que ahí siguen.
• Cuando las aceptamos las miramos y sabemos que pasarán, por lo que nos enfocamos en resolver el problema dejando de prestar mucha atención al hecho de que ahí están, porque sabemos que es normal que ahí estén dado lo que ha pasado.
Aceptarlas no es resignarse a ellas.
• La resignación nos quita la fuerza y nos hace abandonarnos sin control al río de las emociones. Nos hace sentir impotentes, vulnerables e indefensos.
• Pero tampoco es quedarse a vivir con ellas, sino aprovechar su fuerza para impulsarnos a salir de ahí.
• Se trata de buscar las emociones que nos sean útiles y evitar las que nos dañen , las llamemos “positivas” o “negativas”.
Por ejemplo:
• Un estado de hiper optimismo irracional y pensamiento mágico puede empeorar nuestra realidad.
• Un estado de enojo puede ayudarnos a poner límites a quien nos lastima.
• El miedo es un gran aliado que puede ser un lastre o un motor que nos impulse.
¿De qué depende que unos las acepten mejor que otros?
• Los mismos investigadores especulan que es algo cultural y aprendido.
• Además de algunos factores de personalidad, por supuesto.
• El cómo nuestros padres nos enseñan a aceptar y canalizar las emociones es el predictor más fuerte de cómo un niño va a lidiar con sus emociones en la vida adulta.
• La actitud de nuestra familia y de nuestro contexto social hacia la expresión emocional es fundamental también.
¿Y siempre es para tanto?
• Por el momento sí. Uno siente lo que siente porque así lo siente.
• La cuestión es qué haces con lo que sientes y cuánto permites que dure sin hacer nada útil.
• A veces, cuando somos muy vulnerables, nos alteran muchas cosas. Otras veces, cuando no hemos aprendido a canalizar nuestras emociones, reaccionamos de forma muy intensa.
• La idea es ir entrenando a la mente justamente afrontando la realidad de aquello que nos está pasando.
• Dimensionar, echar mano de las fortalezas internas, pedir ayuda cuando es necesario y dejarse acompañar por lo que se siente en lo que pasa la tormenta.
¿Qué podemos hacer?
• Reconocer y validar lo que se siente.
• Reconocer a las emociones como aliadas y no como enemigos a vencer (esto es especialmente cierto con el miedo).
• Observar cómo estamos canalizando esas emociones.
• Que no sea de manera destructiva, que nos las evadamos o las estemos juzgando.
• Buscar qué sí se puede hacer (actuar sobre lo posible) y a qué deberemos adaptarnos (aprender a vivir con lo incambiable).
• Piensa y actúa, no al revés.
Recuerda:
• Negar la realidad no la hace cambiar o desaparecer.
• Todo proceso de cambio implica aceptar aquello que debe ser cambiado.
• El dolor es inevitable en muchos momentos de la vida.
• Dolor+no aceptación = sufrimiento.
Para saber más:
• Ford, Brett & Lam, Phoebe & P. John, Oliver & Mauss, Iris. (2017). The Psychological Health Benefits of Accepting Negative Emotions and Thoughts: Laboratory, Diary, and Longitudinal Evidence. Journal of Personality and Social Psychology. 10.1037/pspp0000157.
• Y Kim, Min & Ford, Brett & Mauss, Iris & Tamir, Maya. (2014). Knowing when to seek anger: Psychological health and context-sensitive emotional preferences. Cognition & emotion. 29. 1-11. 10.1080/02699931.2014.970519