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2024-12-18 08:00:43
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La presión del tiempo límite: ¿Por qué algunas personas funcionan así?

¿Por qué dejamos todo para el último momento? Aquí las razones detrás del comportamiento procrastinador y cómo afecta la vida y relaciones.

diciembre 17, 2024

¿Cuántos de ustedes ya anda con la ansiedad a tope porque no cumplieron sus objetivos de este año y quieren hacerlo todo en estas últimas semanas? Aquí unos tips and tricks para que entienda la razón.

Mario Guerra, nuestro rockstar del amor, nos va a explicar por qué dejamos todo hasta el último y qué debemos hacer para ahora sí dejar los pretextos de lado y cumplir con nuestras metas.

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¿Por qué dejamos todo al último momento?

Esto es para los procrastinadores que nunca hacen nada. Estamos hablando de los que sí cumplen, pero siempre al filo del tiempo límite. Ese corre-corre, esa presión que se convierte en parte del proceso. ¿Por qué algunas personas funcionan así? ¿Qué hay detrás de este comportamiento? Y, sobre todo, ¿qué consecuencias tiene en nuestra vida, nuestra salud mental y nuestras relaciones?

¿Por qué dejamos las cosas al último momento?

Dejar las cosas para el último minuto no siempre significa que somos flojos o que no nos importe. Hay quienes, de hecho, entregan y cumplen, pero siempre bajo esa presión del tiempo límite. Este hábito puede parecer inofensivo, pero afecta nuestras emociones, nuestras relaciones y hasta nuestra salud física. Vamos a empezar por lo primero: entender qué es lo que nos lleva a trabajar bajo presión constante:

  • Adrenalina como motor: Hay quienes necesitan sentir la presión del reloj para activarse. Esa sensación de ‘¡se acaba el tiempo!’ genera adrenalina, y eso puede darles un empujón para trabajar más rápido o de forma más intensa. Pero esta adrenalina no es gratuita: trabajar bajo esta presión constante desgasta y genera ansiedad.
  • El sesgo del tiempo flexible: ¿Te ha pasado que dices: ‘Tengo tiempo, lo hago después’? Subestimamos cuánto tiempo nos tomará hacer algo y, cuando nos damos cuenta, estamos al filo del plazo. Este es un error común en la percepción del tiempo y contribuye a dejar todo para el final.
  • La recompensa psicológica de cumplir: El problema es que, cuando cumples al último minuto, sientes esa recompensa: ‘lo logré’, y eso refuerza el hábito. Es como entrenar al cerebro para depender de esa presión, en lugar de planear con calma.
  • Patrones aprendidos: Si creciste en un entorno donde hacer las cosas ‘a tiempo’ no era tan importante mientras cumplieras, es probable que sigas replicando ese patrón. Esto no significa que esté mal, pero quizá hay espacio para mejorar.

¿A quién le hace daño el que dejen todo al último?

Cuando vivimos al límite del tiempo, no solo nos ponemos a nosotros mismos en estrés, sino que muchas veces generamos presión en las personas cercanas. Este hábito puede crear fricciones en pareja, en el trabajo o incluso entre amigos.

Por ejemplo, cuando alguien que tiende a dejar todo para el último minuto interactúa con alguien que necesita planificar con antelación, es casi como juntar agua y aceite. Aunque ambos tienen buenas intenciones, sus estilos tan diferentes pueden generar tensión.

Para la persona que planea todo con anticipación, vivir en este constante modo de ‘todo a la última hora’ puede sentirse caótico, poco predecible e incluso descuidado. Esa falta de estructura puede disparar su ansiedad porque siente que todo está al borde de salirse de control. Es como si no tuvieran la seguridad de que las cosas realmente se van a cumplir, y eso puede afectar su confianza en la otra persona.

Por otro lado, la persona que trabaja bien bajo presión podría percibir la necesidad de planificar como algo innecesario, exagerado o incluso controlador. Frases como ‘relájate, al final siempre sale’ son comunes, pero no siempre ayudan, porque para quienes planifican, no se trata solo del resultado, sino también de la tranquilidad de que todo está bajo control desde antes.

Juro que mi pareja lo hace para fastidiarme, ¿puede esto ser verdad?

La respuesta, la mayoría de las veces, es no. Este comportamiento suele tener más que ver con su estilo personal de manejar el tiempo y el estrés, que con un deseo consciente de molestarte.

Pero en algunos casos, sí. Si la relación está en un momento de tensión o si la persona siente que está siendo controlada, dejar las cosas para después puede ser una forma pasiva de ejercer resistencia o marcar su independencia. Por ejemplo, si siente presión constante de tu parte para que haga todo a tu ritmo, podría usar este patrón como una forma inconsciente de decir: ‘Yo lo haré a mi manera’.  Recuerden que lo que no se dice, se actúa.

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Si yo soy así, ¿de verdad necesito cambiar?

Esta es una pregunta válida y, antes de responderla, hay que aclarar algo: no todos los hábitos necesitan cambiar solo porque no encajan con los estándares de los demás. Si tu tendencia a hacer las cosas al último minuto no te genera problemas graves ni afecta tus relaciones o tu salud, tal vez no sea necesario transformarlo por completo. Sin embargo, es importante reflexionar sobre cómo este hábito puede estar influyendo en tu vida y en quienes te rodean.

¿Cuándo es importante considerar un cambio?

  1. Cuando te genera estrés excesivo: Si constantemente vives en un estado de emergencia, con prisa y ansiedad, vale la pena pensar en ajustar este hábito, no porque sea ‘malo’, sino porque puede estar impactando tu bienestar.
  2. Cuando afecta tus relaciones: Si tu pareja, tu familia o tus colegas te han expresado que esta forma de actuar les causa tensión, entonces podría ser útil buscar un equilibrio.
  3. Cuando compromete la calidad de lo que haces: Si sientes que los resultados finales no son tan buenos como podrían ser, quizá sea momento de preguntarte si anticiparte un poco más te permitiría hacer las cosas con más calma y cuidado.

Pero, ¿y si me funciona trabajar así?

Es posible que este estilo te haya ayudado a cumplir tus metas hasta ahora. La adrenalina de los plazos apretados puede ser un gran motor para algunas personas. Sin embargo, incluso si te funciona, no está de más evaluar si puedes optimizar tu tiempo para evitar ese desgaste emocional. Trabajar mejor no significa cambiar tu esencia, sino adaptar tu estilo para que sea más sostenible a largo plazo tanto para ti, como para tu mundo de relaciones.

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Supongamos que sí quiero modificar esto, ¿qué hago?

Si ya estás aquí, es porque reconoces que dejar las cosas al último minuto, aunque funcione, está costándote algo: tu tranquilidad, tu energía, o incluso la calidad de lo que haces.  Veamos algunos posibles pasos:

Establece tus propios plazos. Tu cerebro ama la urgencia porque le da un propósito claro. Usa eso a tu favor. En lugar de confiar en el plazo oficial, establece ‘plazos personales’ más cercanos. Pero aquí está el truco: hazlos visibles. Coloca recordatorios grandes en tu calendario, agenda o incluso en tu pantalla de inicio.

Ejemplo práctico: Si algo vence el viernes, establece un plazo interno para el miércoles a las 4 p. m. Y no lo hagas flexible. Para reforzar el compromiso, avisa a alguien más: ‘Voy a terminar esto el miércoles’. La presión social también funciona como un motor.

Haz que las primeras 48 horas sean tu base de éxito. La forma más efectiva de romper el hábito del último minuto es tomar acción dentro de las primeras 48 horas de que recibes una tarea o proyecto. Es como lanzar un avión: necesitas un impulso inicial fuerte para despegar, pero luego puedes mantener el vuelo con menos esfuerzo.

Regla de oro: En las primeras 48 horas:

  • Decide cuáles serán los primeros pasos concretos.
  • Completa al menos una parte pequeña, como la introducción de un reporte o los primeros 3 pasos de un proyecto.

Aprende a medir tu progreso, no tu perfección. Muy seguido, dejamos todo para después porque queremos que salga ‘perfecto’. En lugar de esperar al momento ideal para trabajar, mide tu avance, no la calidad absoluta. A veces, lo bueno hecho ahora supera a lo perfecto nunca terminado.

Tip práctico: Usa una escala simple:

  • ¿He avanzado al menos un 30%?
  • ¿El trabajo está entendible aunque no esté impecable?

Esto te ayudará a liberarte de la parálisis y seguir adelante.

Y si es otro el que creo que tiene que cambiar ese hábito, ¿puedo hacer algo? Empieza por entender, no por juzgar. «Lo primero que hay que hacer es recordar que no lo hacen para fastidiarte (aunque a veces lo parezca). Cuando entiendes esto, puedes abordar el tema desde la empatía y no desde la confrontación.

Ejemplo práctico: En lugar de decir: ‘Siempre haces todo al último minuto y me estresas’, intenta     algo como: ‘Me doy cuenta de que solemos manejar los tiempos de forma diferente, ¿te puedo ayudar a organizar algo para que no sea tan pesado al final?’ Esto abre la puerta a la colaboración.

Pon el foco en el impacto, no en la culpa. En lugar de señalar el hábito como un problema personal, habla de cómo afecta a ambos. Esto ayuda a que la otra persona no se sienta atacada, sino incluida en la solución.

Frase útil: En pareja: ‘Cuando dejamos las cosas para el final, siento que no podemos disfrutar el    proceso. ¿Cómo podemos organizarnos para que ambos estemos más tranquilos?

Acepta lo que no puedes cambiar. Al final, no puedes obligar a nadie a cambiar si no está dispuesto. Si ya hiciste tu parte para hablar, colaborar y proponer, pero el hábito persiste, entonces es momento de ajustar tus expectativas y aceptar que hay estilos diferentes. Esto no significa que debas soportar el caos, sino que aprendas a negociar y a encontrar un punto medio que funcione para ambos.

Frase de cierre: ‘Entiendo que este es tu ritmo y lo respeto, pero también necesito que podamos encontrar una forma de trabajar juntos sin tanta prisa. Recuerda: No todo es el resultado, el proceso también puede generar caos cuando se lleva el tiempo al extremo.

Especialista: Mario Guerra. Tanatólogo, conferencista y Business Coach.

TW: @marioguerra / Web: marioguerra.mx / FB: Mario Guerra

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