Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta
TW: @marioguerra
Es hasta cierto punto normal tener un sentimiento desagradable cuando lastimamos a otros o cometemos faltas que hacen que nos sintamos en disonancia con nuestra familia o grupo social. Sentirnos mal por el mal hecho nos mueve frecuentemente, a través de la culpa, a la reparación de nuestras acciones y vínculos.
Cuando las faltas son recurrentes, podemos reaccionar sintiendo vergüenza al sentirnos malas personas y la búsqueda entonces es hacia repararnos y reivindicarnos ante los demás. ¿Pero qué pasa cuando hemos sido criticados, humillados y abusados desde muy pequeños? Como cuando nos dicen que no valemos, que no servimos o que somos horrendos.
Es aquí que se desarrolla un sentimiento destructivo de vergüenza tóxica que nos hace alejarnos de todo lo que es bueno, como si fuésemos seres deformes que no merecen ser vistos.
¿Qué es la vergüenza?
Es un sentimiento universal de ser alguien indigno, malo o un ser equivocado
Personas de todas las culturas, entornos y regiones geográficas experimentan vergüenza.
Un sentimiento de que «soy una persona indigna, incompetente o mala». Las personas en medio de una experiencia de vergüenza a menudo informan una sensación de encogimiento, de ser pequeñas. Se sienten inútiles e impotentes y se sienten expuestos.
¿Sirve de algo sentir vergüenza?
La evolución ha mantenido el sentimiento de culpa porque, como muchos otros sentimientos y emociones, probablemente ha cumplido una función útil.
Evolutivamente, evita la agresión de miembros de mayor jerarquía del grupo social al colocarnos en posición de sumisión cuando hemos cometido una falta o transgresión.
Nos hace retirarnos del grupo social con la finalidad de evitar seguir lastimando o transgrediendo y dañando así nuestra posición y reputación ante nuestro grupo.
Es como retirarse a reflexionar para luego buscar reparar.
Muchos la confunden con la culpa
La culpa provoca un sentimiento de “Hice algo malo”
Es lo que sientes por algo que haces.
La vergüenza provoca el sentimiento de “Yo hago cosas malas porque yo soy malo”
Es lo que sientes por quien crees que eres.
La culpa cuando reparas tiende a resolverse; la vergüenza tiende a permanecer más tiempo; el tiempo suficiente para demostrar, o demostrarte, que te has reivindicado ante ti y tu grupo social habiendo ejecutado varias buenas acciones.
¿Cómo nos hace comportarnos?
Escapando, ocultando o negando.
La vergüenza tiende a ser algo que se muestra, por eso se quiere ocultar.
El gesto universal de vergüenza es bajar la mirada, cubrirse el rostro, voltear la cara u ocultarse para no ser vistos.
Algunas personas niegan la conducta que les provoca vergüenza tratando de exculparse a sí mismos.
Desencadena las mismas respuestas fisiológicas que el miedo.
Con hostilidad.
Durante una experiencia de vergüenza, la hostilidad se dirige inicialmente hacia adentro, hacia uno mismo («Soy un perdedor»). Pero debido a que esto implica una autoevaluación negativa global, la persona que se encuentra en medio de un episodio de vergüenza tiende a sentirse atrapada y abrumada.
Como consecuencia, las personas avergonzadas tienden a ponerse a la defensiva.
Una forma de protegerse a uno mismo y recuperar la sensación de control es redirigir esa hostilidad y dirigir la culpa hacia el exterior.
En lugar de aceptar la responsabilidad de haber herido los sentimientos de un amigo, por ejemplo, una persona avergonzada suele inventar excusas, negar que dijo algo ofensivo e incluso culpar al amigo por reaccionar exageradamente o malinterpretar.
¿Entonces qué es la vergüenza tóxica?
Es un sentimiento de vergüenza muy intenso, arraigado y de muy difícil resolución para la persona. Para entenderla mejor veamos algunas diferencias con la vergüenza ordinaria.
La vergüenza ordinaria pasa en un día o en unas pocas horas;
la tóxica suele permanecer por mucho tiempo; incluso se puede volver un estado continuo y casi permanente.
La vergüenza ordinaria motiva a un cambio de comportamiento;
la tóxica a querer auto castigarnos por malos.
La ordinaria provoca un malestar soportable y para evitarlo nos mueve a la reparación;
la tóxica se siente en un grado muy intenso, provocando depresión, sentimientos de desesperanza, desesperación y ansiedad.
Es como si se quisiera huir de uno mismo.
El miedo a experimentar vergüenza y sobre todo que otros la descubran; es como si descubrieran lo poco que valemos o lo malo que somos.
Crea profundos sentimientos de insuficiencia.
La tóxica puede ser inconsciente y sólo se nota en nuestras acciones e interacciones con los demás.
Se nota con alguien que puede mostrarse aislado, retraído o exageradamente tímido y temeroso del juicio de los demás.
La ordinaria requiere de una conducta, actitud o evento para desencadenarla.
La tóxica no requiere un evento externo para activarla.
Se alimenta de nuestros propios pensamientos, y la evaluación que hayamos aprendido a hacer de nosotros mismos.
La vergüenza tóxica se alimenta de sí misma, pero necesita miedo y negatividad para sobrevivir.
¿Cómo se forma?
Muy frecuentemente la vergüenza tóxica tiene su origen en la infancia en familias donde el método de crianza y disciplina tenía como base avergonzar a los pequeños.
Para educar se intenta que el niño o la niña se sienta avergonzada.
La vergüenza apunta a quién es una persona, no a lo que hace. Decirle a un niño que es malo es un acto de vergüenza. La vergüenza también apela a veces a normas religiosas o sociales. Hablar públicamente de las malas conductas o intimidades de un menor puede ser un intento de avergonzarle.
Padres narcisistas abusivos, negligentes o que no proveían amor o seguridad siembran las semillas para este escenario.
Se acompaña de voces, imágenes o creencias y se asocia con una “historia de vergüenza” negativa sobre nosotros mismos que fue escrita y contada por esos padres.
Declaraciones de que el niño no es amado o no deseado, que es un fracaso, no puede hacer las cosas bien, es terrible o es poco atractivo o poco inteligente.
El trato que los padres dan al niño se convierte en el «espejo» metafórico en el que el niño aprende a verse y comprenderse a sí mismo.
¿Cómo impacta nuestra vida?
Carl Gustav Jung decía que: «la vergüenza es una emoción devoradora de almas»
La vergüenza a menudo motiva la evitación, la actitud defensiva y la negación. Las personas que se sienten avergonzadas a menudo informan del deseo de huir de la situación que les provoca vergüenza, de «hundirse en el suelo y desaparecer»
Sienta las bases para una autoestima negativa.
Las experiencias frecuentes de vergüenza pueden eventualmente cristalizar en una propensión a la vergüenza similar a un rasgo.
Las experiencias de vergüenza están estrechamente relacionadas con la fluctuación y niveles crónicamente bajos de autoestima
¿Qué podemos hacer?
Cuesta tratar la vergüenza porque esta se siente hasta por buscar ayuda.
La verdad (muy probablemente no eres la persona monstruosa que te han hecho creer que eres) el coraje (el deseo de estar bien y salir de esa trampa) y el amor a uno mismo (tener una mejor autoestima) saca la vergüenza a la luz, donde no puede sobrevivir.
Sanar no solo a nosotros mismos adultos, sino al niño pequeño que busca amor y reconocimiento, es fundamental.
Este también es un paso en el tratamiento de la codependencia, y es una forma efectiva de abordar la ansiedad, la depresión y el perfeccionismo que experimentan muchas personas con vergüenza tóxica.
En todo caso el perdón a uno mismo y la búsqueda de la reparación de nuestros vínculos, acercándonos a personas que nos aprecian genuinamente, son también elementos necesarios para salir de ahí.
Esto también implica eliminar de tu vida a las personas involucradas en la crítica y la vergüenza. Esto puede ser difícil, pero construir nuevas relaciones con personas confiables, positivas y auténticas puede ayudar en este paso necesario.
Para saber más:
• Crowder, M. K., & Kemmelmeier, M. (2017). Cultural differences in shame and guilt as understandable reasons for suicide. Psychological Reports, 121(3), 396-429.
• Garofalo, C., Holden, C. J., Zeigler-Hill, V., & Velotti, P. (2016). Understanding the connection between self-esteem and aggression: The mediating role of emotion dysregulation. Aggressive Behavior, 42, 3–15.
• Hejdenberg, J., & Andrews, B. (2011). The relationship between shame and different types of anger: A theory-based investigation. Personality and Individual Differences, 50, 1278–1282.
• Stipek, D. (1998). Differences between Americans and Chinese in the circumstances evoking pride, shame, and guilt. Journal of Cross-Cultural Psychology, 29(5), 616-629
• Tangney, J. P. (1990). Assessing individual differences in proneness to shame and guilt: Development of the Self-Conscious Affect and Attribution Inventory. Journal of Personality and Social Psychology, 59, 102-111.
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