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¿Por qué me cuesta tanto tomar decisiones?

Desde el sabor de helado hasta una inversión, la vida está plagada de decisiones y no todas los llevan a dónde quieren llegar.

agosto 22, 2017

Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach y psicoterapeuta
Consulta a nuestro especialista

• Desde qué sabor de helado elegir hasta en qué cosa invertir, la vida está plagada de decisiones. Unas te llevan a donde quieres llegar y otras, por buenas que parecen, te acaban alejando de tu meta.

• Siempre hay manera de retomar el camino, pero hay quien prefiere no arriesgarse y entonces se paraliza ante lo que no puede decidir. Parecería que esta parálisis nos protege de lo que queremos evitar, cuando la verdad es que decidir no decidir es también una decisión. Decidir es inevitable; la cuestión es con qué grado de libertad y satisfacción lo hacemos o no.

¿Que esperamos al decidir?
Conseguir lo que queremos y en general se trata de:
• Encontrar una satisfacción.
• Evitar un dolor (como cuando eliges el “mal menor”).

Inconscientemente probar nuestra libertad
• Recordemos que de hecho la reactancia es el fenómeno de resistencia que se hace a una propuesta, idea o petición cuando sentimos que esta nos hace perder la libertad de elegir.
• Incluso podemos ser reactantes ante algo que se nos ha sugerido, aunque nos parezca una buena idea, sólo por el hecho que alguien más lo ha dicho.

Perdonar y agradecer son grandes y buenas decisiones. Escuchen

¿Somos libres de elegir?
Sí, dentro de nuestras circunstancias.
• No pude elegir ser hombre o mujer, pero sí puedo elegir cómo ejercer mi sexualidad.
• No puedo elegir enamorarme o no, pero sí qué tipo de relación quiero llevar.
• Puedo elegir tomar agua de horchata o limón, pero no el agua que se acaba de descubrir que existe en el núcleo de la luna.

¿Cuál es el miedo entonces?
Que la libertad implica responsabilidad.
• Una vez que digo “esto”, estoy dejando de lado “lo otro”.
• “Esto” y “lo otro” traen resultados diferentes y al ser yo el que ha decidido por “esto” y no por “lo otro” soy responsable de lo que ahora venga.
• No confundir culpa (lo que se siente) con responsabilidad (lo que se tiene).

Que los efectos de la decisión sean definitivos
• Y lo son en realidad, porque cuando eliges una cosa no puedes tener la otra. Por amplia que sea tu decisión siempre habrá algo que se quede fuera.
• Lo importante no es si son definitivos, sino de qué tan largo plazo será en mi vida la consecuencia de esa decisión y qué tanto creo que puedo hacer para reparar, sanar o aprender a vivir con lo que no me guste.

¿Entonces por qué nos cuesta trabajo tomar decisiones?
Muchas opciones. Tener demasiadas opciones complica la toma de decisiones hasta en el más decidido. Incluso si son muchas, al decidir podrías pensar que otra habría sido la mejor, lo cual nos lleva a:
• Temor a perderte de lo no elegido
• La palabra decidir significa cortar, dividir.
• Es verdad que si eliges una cosa debes dejar la otra (a veces si te quedas con ambas es peor).
• A veces como niños lo queremos todo y como no me quiero perder nada, estoy en todas partes y en ninguna a la vez.
• Querer decidir lo correcto lo perfecto.
• Uno decide lo que cree correcto bajo las circunstancias del momento. Es muy fácil mirar al pasado desde el presente y castigarnos por los errores cometidos. Entonces, sabiendo como eres, es lógico que tu Yo del presente tema al juicio de tu Yo del futuro si no eliges “como se debe”.

Temor al qué dirán
• Si aprendiste a que el juicio social es más importante que tu felicidad, entonces decidir se convertirá en un infierno al sentir que todo el mundo está atento a lo que hagas para criticarte y señalarte con el dedo flamígero.
• La realidad es que a muy pocas personas les importa lo que haces, pero a las que les importa, quizá les importa más de lo que debería importarles.

¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?

Fracasar o defraudar
• Un gran temor es el de caer y no poder levantarse o el de cerrar los ojos y nunca despertar. La indefensión es un gran obstáculo para poder decidir en libertad.
• Las personas cometen errores y luego buscan corregirlos. A nadie le gusta equivocarse, pero es menos agradable la idea de no poder corregir el error cometido o nunca ser perdonado.
• El juez interior es el más implacable de todos, pero lo que olvida es que en esta vida el juicio se hace a la salida. Que la evaluación de éxito o fracaso no puede emitirse sino hasta que ya estemos muertos; mientras haya vida existe la posibilidad de tomar otras decisiones.

Tratas de complacer
• Qué difícil es decidir si sientes que lo que tienes que elegir debe de ser del completo agrado de otro que no seas tú.
• El primer obstáculo es que no puedes leer la mente de las personas, así que no sabes que será más de su agrado.
• El segundo, las señales que esperas ver. Cuando alguien es complaciente se vuelve hipervigilante y establece una serie de reacciones “adecuadas” que busca en el otro para saber si lo que se ha hecho es digno y aprobado.
• Lo malo es que esas señales muchas veces vienen de estándares imposibles de alcanzar.
• Tercero, pensemos que lees la mente y estableces las señales correctas para identificar en el otro la satisfacción perfecta. ¿Qué pasa si el otro es alguien imposible de satisfacer?
• A muchos no les conviene reconocer que lo has logrado porque entonces ya no lo harás más.
• En ese caso es mejor mantenerte en una deuda eterna.

Ignorancia
• Si voy en un avión a gran altura y alguien me dice que debo apretar un botón y que debo elegir cuál creo que sentiría mucho miedo y me iba a paralizar por no saber cuál tocar sin causar una catástrofe… a menos que supiera pilotear ese tipo de avión.
• El desconocer de un tema en particular, especialmente si es uno relevante para nuestra vida o futuro, haría incluso irresponsable la toma de decisiones. Hay que empaparse al menos un poco de aquello sobre lo cual se va a decidir.

Patrones de la infancia
• Esta puede ser una de las causas más complejas y dolorosas por las cuáles te cuesta tanto tomar decisiones.
• La autoestima se forma en la infancia de una crianza sana y de un respeto por la identidad e individualidad del hijo.

Las decisiones te pueden resultar muy complicadas si de niño:
Te corregían cada vez que decidías:
• ¿Cómo vas a comer helado de menta?
• Estás loca si crees que te voy a dejar salir con esa ropa que no combina.
• ¿Cómo quieres estudiar eso si estás viendo que las matemáticas nomás no te entran?

¿Les da miedo tomar decisiones? Escuchen esto

Siempre decidían por ti
• Ponte el suéter que hace frío, ya vete a dormir que es tarde y ya tienes cara de sueño, comprate mejor estos zapatos que se ven más durables, ese juguete ni te va a gustar, ten este…

Te exigían lealtad hacia los puntos de vista parentales
• Creciste bajo la regla de estás conmigo o estás contra mí.
• Cuando tienes que decidir entre lo que quieres y lo que el corazón que te ama cree que es mejor para ti, prefieres congelarte para no sentirte o un fracasado o una malagradecido.

En resumen
• Sólo a través de las decisiones es que puedes cambiar el mundo que has creado.
• Pero siempre se puede cambiar en alguna medida lo que previamente ya se ha cambiado. Excepto la muerte.
• Por más que no te guste, a ti y a otros, el cambio que producen tus decisiones no supone un peligro. Excepto las que atenten contra la vida y sean irreversibles.
• Las decisiones que has tomado te han traído hasta aquí, otras te pueden llevar a otros lugares. El cambio es posible.
• Si tus decisiones no pueden cambiar la realidad exterior, siempre podrán cambiar tu realidad interior. Puede que no te guste el calor, pero si te mudas a la playa, puedes empezar a decidir que no es tan terrible como lo habías pensado.
• Es normal que al principio sientas cierta incomodidad y hasta culpa al decidir; empieza poco a poco con decisiones pequeñas y manejables.

La huída de las decisiones no supone la desaparición de tus problemas

agosto 22, 2017