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2024-12-18 18:59:06

¿Prefieres no tocar ese vals para no terminar bailando tango?

Les vamos a decir por qué es una pésima idea no decirle lo que sienten a su pareja y cuál sería la mejor forma de resolver un problema evitando la peleadera.

julio 13, 2021

Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
TW: @marioguerra

En una relación de pareja las diferencias de opinión y desacuerdos son normales y esperados. La idea es que las diferencias entre ambos no desemboquen en conflictos, que generalmente se dan cuando se van acumulando asuntos sin aclarar y ofensas sin reconocer. Sepultar los problemas bajo el tapete es una bomba de tiempo para la relación. Ventilar los problemas puede ser desagradable. ¿Cuál es el mejor camino?


¿A qué nos referimos con tanta terminología dancística?

Esto tiene que ver como cuando en una relación de pareja se evitan tocar temas delicados, sensibles o asuntos pendientes, con la idea de evitar mayores discusiones; es decir, crear o empeorar un conflicto.

En general estos temas tienen que ver con inconformidades, desacuerdos o asuntos que no han quedado debidamente aclarados o resueltos entre ambos.

Regularmente la persona que prefiere “no tocar” ese vals, teme a las consecuencias de una discusión y pronostica que se desatará un tanto interminable del que saldrá perdiendo.

El temor suele ser a que la relación se termine o a asumir la culpabilidad de algo.


Si ese es el miedo, ¿No es mejor llevar la fiesta en paz y no hacer más olas?

Cuando verdaderamente se alcanza esta paz sí; claro que vale la pena.

Pero la cuestión es que generalmente uno de los dos, muy frecuentemente quien lleva más carga de responsabilidad o “las de perder”, es el que quisiera ver enterrado el asunto.

Llevar verdaderamente la fiesta en paz es que los dos queden razonablemente satisfechos con la resolución de un asunto o los acuerdos alcanzados, y no que uno se quede con resentimiento, preguntas importantes sin resolver o temas por clarificar, mientras que el otro hace como que los santos lo están llamando y crea cortinas de humo para no tocar lo que da origen al conflicto.


Al que le duele quiere cicatrizar y sanar; al que provocó la herida, sólo le incomoda que al otro le sangren las emociones.

¿Entonces la propuesta es entrar en una discusión sin fin?

Quien halla llegado a esta suposición en este punto, seguramente tiene un estilo de pensamiento de blanco/negro.

No se trata de discutir por todo, pero tampoco no hablar acerca de nada y vivir como en una “irrelación”, procurando sólo las partes “buenas” y echando debajo del tapete las que no sabemos cómo resolver o que nos incomodan.

Las personas que entran a discusiones sin ritmo y desafinadas, realmente lo que hacen es liberar la presión acumulada, pero realmente no resuelven nada porque sólo tiran gritos, quejas, manotazos y acusaciones.


Lo que pasa en el interior cuando no se ventila un conflicto

Los problemas graves de pareja y el deterioro de una relación que se dan a lo largo del tiempo, no suelen surgir de una sola diferencia de opinión, sino de una cadena de conflictos o malentendidos no resueltos que dañan la relación.

A corto plazo puede parecer que resulta sencillo y hasta conveniente evadir, negar o alejarse de un problema pequeño, pero ignorarlos sistemáticamente puede conducir al deterioro de una relación en general.

Al menos en uno de los dos se acumula resentimiento, daños a la autoestima y una sensación de no ser importante para el otro o de sentirse incomprendido.


¿Por qué si reparar es tan importante no todos reconocen una falta y piden perdón?

Reconocer una falta y reparar una relación pasa por reconocer al menos una parte de la responsabilidad, sentir algo de culpa y tener deseos de sanar la relación.

Querer evitar problemas y asumir responsabilidad a cualquier costo, pasa por echarle la culpa al otro, no sentir culpa o remordimiento alguno y querer salir lo mejor librado de la situación, sin importar si eso implica hundir a la otra persona.


¿Pero quien puede vivir en una relación así?

Hay una combinación terrible que crea la mejor fórmula para crear la peor relación; al menos para uno de los dos.

Los protagonistas de esta historia son: Un narcisista y una persona de baja autoestima.

La persona narcisista se muestra en la relación ensimismado, ocupado sólo en su mundo (que es el único o más importante), insensible, olvidadizo, desapegado, despectivo de los detalles y expresiones amorosas, egoísta y creyente de que nunca se equivoca.

Evitará el tango haciendo uso de su carisma, minimizando los problemas, bromeando sobre cosas serias y buscando cómo darle vuelta a la página lo más rápido posible.

La persona de baja autoestima muchas veces proyecta en su pareja a un progenitor con quien quedaron también asuntos no resueltos, o asume el rol de padre o madre queriendo corregir, con su amor y alta tolerancia, al hijo desconsiderado.

Cansada ya de esta situación, jura que ahora sí pondrá límites o que “hasta ahí llegó”. La realidad es que, ante la amenaza de que la relación se acabe, acabará por hacerse de la vista gorda, echará los conflictos abajo del tapete y así hasta la siguiente ocasión.

El resultado es que cada vez que algo se evita y la persona cede y reinvierte en la relación, la pareja egoísta aumenta su control. Todo por vivir bajo una constante creencia “Si él no me quiere, nadie me querrá” junto con un “Es que ya le he invertido mucho a la relación”.

A veces vale más la pena un buen baile que una relación fuera de compás

No quiero decir con esto que la receta universal sea terminar con esa relación que no te hace feliz, por más que una buena pregunta sea “¿qué haces ahí?”.

A lo que me refiero es el establecimiento de límites, a desenterrar “temas zombie” para ya de una vez cortarles la cabeza y ver si a partir de eso la relación es satisfactoria para ambos.

A veces el narcisista no acepta los límites, le es imposible asumir responsabilidades o pierde el interés en alguien que no se deja manipular y la relación termina.

A veces, cuando la relación es valiosa para ambos, abren un espacio para manifestar inconformidades, desacuerdos, reconocer responsabilidades, pedir perdón y expresar su deseo de reparar la relación.


¿Entonces qué se puede hacer en casos así?

Se necesita la voluntad y disposición de ambos, no de encontrar sólo la manera de llevar la fiesta en paz, sino de realmente reparar y restablecer su relación bajo nuevas reglas para ambos.
Veamos 3 pasos que pueden ser de ayuda:


Dejen de hablar y escuchen al otro

Habla de modo que tu pareja quiera escucharte y escucha de forma que tu pareja quiera hablar. Se trata de entender qué pasa por su cabeza, no de sentenciar culpables.


¿Y si el otro no quiere hablar?

Le puedes dar espacio y tiempo, pero no demasiado. Si sistemáticamente se niega y además argumenta que no hay ningún problema y que incluso quien tiene los problemas eres tú, es una muy mala señal. Tan mala como para plantearse más seriamente qué haces ahí.


Identifiquen lo que lastima a cada uno

Esto muy frecuentemente tiene que ver con cosas que lastimaban desde la infancia y a las que siguen siendo muy sensibles.

Esto pueden ser críticas, microagresiones como sarcasmo, sentirse despreciado, sentirse rechazado o no escuchado, no recibir suficiente atención o sentirse abandonado.

Estas heridas se agravan y se vuelven a abrir fácilmente en cualquier relación íntima como la de pareja.

Para hacer que la herida se detenga y deje de sangrar, habla y deja que tu pareja sepa lo que está haciendo y te lastima, pero también indaga acerca de cuáles son sus heridas emocionales y hagan un trato para dejar de lastimarse mutuamente.

Si a pesar de haber dicho lo que te duele tu pareja insiste en lastimarte de la misma forma, es también otro factor para reconsiderar tu permanencia en esa relación.


Establezcan deseos, necesidades y un plan de acción

¿Qué es lo que cada uno quiere? ¿Cómo le gustaría que las cosas fueran diferentes? ¿Qué está haciendo falta desde su punto de vista? ¿Cómo van a crear un espacio para escucharse y reparar?

Este último paso puede ser el más complicado porque implica reconocer, ceder y renunciar al control para dar paso al compromiso adulto. Algo que puede costar mucho trabajo al narcisista que se ha comportado por años como un niño irresponsable con cierto poder.

Buscar ayuda en este paso puede ser necesario.

Hace años una persona me dijo que estaba dispuesta a hacer lo que fuera por mejorar su relación; sin embargo, no reconocía sus errores, faltaba constantemente a las sesiones de terapia y se rehusaba a aceptar las propuestas de su pareja para mejorar porque le parecían tonterías. Eso es otro muy mal predictor para una buena relación.

Para saber más:

Hamby, S. (2009). The gender debate about intimate partner violence: Solutions and dead ends. Psychological Trauma: Theory, Research, Practice, and Policy, 1, 24-34.

Leisring, P. A. (2013). Physical and Emotional Abuse in Romantic Relationships: Motivation for Perpetration Among College Women. Journal of Interpersonal Violence, 28(7), 1437–1454.

Olson, L. N., Llyod, S. A. (2005). “It depends on what you mean by starting”: An exploration of how women define initiation of aggression and their motives for behavior aggressively. Sex Roles, 53, 603-617.

julio 13, 2021