Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta
TW: @marioguerra
Normalmente pensaríamos que solo las relaciones de pareja empiezan y se acaban, pero la realidad es que también hay fracturas y alejamiento entre miembros de una misma familia. ¿Por qué suceden y por qué es tan complicado reparar una relación familiar fracturada?
¿Qué es una relación familiar fracturada?
Es cuando al menos un miembro de la familia se aleja físicamente de otro o de la familia entera, a veces poniendo una barrera en la comunicación o haciendo esta hostil.
No siempre podemos hablar acá de un alejamiento afectivo, ya que no suele haber indiferencia, como ya veremos, sino más bien un afecto negativo (como cuando hay miedo, disgusto, culpa, enojo, resentimiento, etc.).
Recordemos que en emociones cuando hablamos de un polo negativo es cuando la emoción presente nos mueve hacia el alejamiento.
Digamos que es como una forma de divorcio, pero con alguien de la familia consanguínea.
Igual que con un divorcio, si no se resuelven las emociones hacia la otra persona, puede vivirse una vida entera llena de odio o rencor hacia el otro.
Se puede dar entre padres e hijos, entre hermanos o cualquier elemento de la familia.
¿A qué se suele deber esta fractura o distanciamiento?
La causa casi nunca es repentina, aunque a veces parece que algo puntual la detona, como una diferencia de opinión, un asunto financiero o alguna decisión familiar no compartida.
Muy frecuentemente la fractura es algo que empezó a gestarse años atrás y que se fue incubando sin que unos hicieran algo por evitarlo y, otros, sin darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Desde la infancia, a través del sistema familiar de origen.
Que fue muy competitivo, en donde el que no era exitoso, era un fracasado.
Un sistema donde los lazos afectivos no fueron promovidos realmente y las relaciones entre sus miembros eran más de apariencia.
En este caso muchos se sentían poco importantes o desconectados, pero no había mucha posibilidad de quejarse porque en apariencia todo estaba bien.
La pertenencia y la ayuda era más bien impuesta, como con un “tienes que ayudar a tus hermanos” o “ustedes deben ser unidos”. Un mandato en vez de raíces fuertes.
Desde la infancia, o incluso en la vida adulta, como cuando quedaron heridas abiertas.
Por ejemplo, cuando por parte de los padres, u otro miembro cercano de la familia, generalmente con cierto estatus jerárquico sobre el afectado, se ejerció abuso, negligencia o traición.
Celos o envidia.
Además de la competencia ya mencionada, a veces en la familia se imponen roles y cuando coexiste “la joya de la corona” con la “oveja negra” o, peor aún, los invisibles, se va gestando resentimiento a través de una sensación de injusticia y desplazamiento y, como ya dije, la envidia.
La envidia hace desear lo que el otro tiene y que se dice que no se merece del todo.
Digamos que es el pesar del bien ajeno, sin mucha búsqueda de mejora personal o destacar en sus propios talentos.
La envidia es una emoción muy poco reconocida, por el juicio social y la imágen personal que involucra, pero es muy destructiva, porque cuando no se puede tener lo que el otro tiene, o se siente que no se puede ser como el otro es, la envidia tiende a destruir al objeto envidiado.
Digamos que alguien así diría: “Como no puedo ser como yo digo que tú eres, más feliz, libre, exitoso, etc., y eso es lo que yo quiero, entonces voy a buscar con mi agresividad destruirte (de manera simbólica, generalmente) para que tú acabes siendo tan infeliz e insatisfecho como yo me siento.
Temas no resueltos.
Esto sucede cuando se evita conversar sobre lo que está afectando o como cuando uno, o ambos, se niegan a hacerlo o quieren que el otro lo haga primero.
Digamos que los temas no resueltos son heridas sin reparar.
Diferencias de opinión o decisiones no compartidas.
Esto está generalmente muy vinculado a la envidia, como cuando uno dice “¿por qué siempre se han de hacer las cosas como tú dices”, sin valorar realmente el contenido o lógica de la propuesta y teniendo más en cuenta de quién viene.
No pocas veces, también producto de viejas heridas, el distanciamiento ocurre cuando hay diferencias políticas, religiosas o de forma de vida que diríamos que más bien son las causas identificables de razones más profundas.
Distinta perspectiva.
Dos personas pueden tener recuerdos tan diferentes de la misma experiencia, que es casi como si no fuera la misma experiencia la que ambos cuentan.
Por ejemplo, como cuando uno siente que el otro fue el favorito de los padres.
¿Hay factores que predisponen?
Ya vimos como heridas abiertas de la infancia, pueden desencadenar conflictos entre familiares en la vida adulta.
La madurez y la autoestima
Generalmente un factor protector para evitar estas fracturas familiares suele ser tener una vida propia satisfactoria y sentirse bien como uno mismo, como con la buena autoestima.
Una persona satisfecha tiene menos necesidad de aferrarse a heridas del pasado como una forma de hacerse notar en la familia.
Rigidez.
Como cuando una transgresión a los valores o estándares familiares es vista peor que un crimen.
Como cuando los hermanos, desde pequeños, nunca aprendieron a manejar conflictos, lo que incrementa el riesgo de mayores problemas de adultos.
Personalidad hostil
Este tipo de personas vive en un constante estado de enojo y cuesta mucho trabajo que reconozcan sus faltas o que quieran ceder para solucionar un conflicto. de hecho, lo pueden agravar porque suelen tener interacciones que buscan ser impositivas, acusatorias y denigrantes para otros.
Una persona hostil suele estar a la defensiva y menos dispuestas a escuchar realmente al otro.
Personalidad quejosa
Una persona que constantemente se queja tenderá no sólo hacia el victimismo, sino hacia el resentimiento, mismo que alimentan impidiendo que cierren sus propias heridas del pasado.
Los secretos
En menor escala, pero hay personas que se alejan de la familia por temor a revelar un secreto que les puede parecer imperdonable o vergonzoso, no porque necesariamente lo sea, sino porque temen que el sistema familiar lo vea con malos ojos.
Por ejemplo temas relacionados con la sexualidad, la forma de vida, el tipo de relación de pareja, etc.
Un tercero
Si bien es cierto que la madurez y la autoestima son factores protectores, como ya dije, estos son sometidos a prueba cuando hay un tercero que empieza a alienar uno contra otros.
Esto tiende a ser muy común, por ejemplo, con una pareja controladora, manipuladora o con un gran desequilibrio emocional.
En este caso los mensajes de “están abusando de ti” o “no te dejes” tienden a ser constantes al grado de hacer una forma de gaslighting en donde la persona afectada empieza a “confirmar” lo que el alienador le dice. Lamentablemente esto se combina, no pocas veces, con un resentimiento o envidia soterrados preexistentes.
¿Qué impacto causa en las personas y familias?
Para los directamente involucrados, muy generalmente tristeza, pero en otros enojo y resentimiento.
Para los involucrados indirectos, por ejemplo, otros miembros de la familia, incomodidad
No suele ser buena idea meterse a referee o caer en la formación de bandos familiares donde unos están a favor de uno y en contra de otro.
Vergüenza social
La sociedad tiende a sancionar a aquellos que no tiene buena relación con miembros de su propia familia y, no pocas veces, tiende a buscar culpables o se le exige, por así decirlo, a uno que perdone, olvide o que ya suelte por el bien familiar.
Sentimiento de pérdida
Es una pérdida ambigua, porque generalmente la relación no está, pero la persona sigue existiendo y no hubo un cierre o despedida formal.
Digamos que se vive con incomodidad, tristeza e incertidumbre.
¿Siempre es malo distanciarse?
Si es una relación donde existe objetivamente abuso, quizá la mejor idea sea alejarse para salvaguardar la integridad.
Pero como generalmente no es así que ocurren estos distanciamientos, y si ya se agotaron los intentos de acercamiento, reparación y aclaración, a veces es conveniente poner la relación en una pausa para no perderla del todo.
Una pausa significa un alejamiento temporal, aunque a veces podría ser largo, especialmente cuando se observa que insistir al otro en el acercamiento es contraproducente.
Como cuando provoca más enojo o agresión el buscar acercarse.
Una pausa emocional evitará que la relación resulte activamente más lastimada y puede hacerse mediante una última declaración a la otra persona. Algo como esto:
“Me duele mucho esto que está pasando entre nosotros, pero ya no encuentro la manera de acercarme a ti. Voy a alejarme por algún tiempo para ver si encuentro una nueva perspectiva, pero quiero decirte que volveré a buscarte en el futuro y que siempre estaré disponible para cuando tú quieras que hablemos y juntos encontremos un espacio para conversar”.
Tengan en cuenta que esto es muy distinto a algo como “Me largo porque contigo no se puede nada”, lo cual sería muy desafortunado.
Una pausa siempre debe declararse como tal.
¿Es posible la reconciliación?
Si hay disposición de ambas partes, es posible.
Observa si estas emocionalmente dispuesto o te sientes muy vulnerable.
De ser así, convendría que antes te ocupes de tu autoestima, de ser posible.
Eviten la presencia de terceros ajenos al conflicto familiar.
Puedes escribir lo que quieres decir antes para que lo leas en voz alta y vayas practicando cómo comunicarte.
Ambos deben estar dispuestos a escuchar la perspectiva del otro, sin defenderse.
Ambos deben estar dispuestos a reconocer la parte que les toca en el conflicto.
Evitando señalar las faltas del otro, lo cual causará defensividad.
Ninguno le debe decir al otro lo que tiene que hacer, más bien cada uno debe decir a qué está dispuesto.
Cada uno pida perdón y haga un compromiso, cuando así aplique.
Finalmente, conviene que cada uno se ocupe de atender las heridas remanentes del pasado.
Si nada funciona, es momento de buscar ayuda si esto te está afectando.
Para saber más:
Agllias, Kylie & Gray, Mel. (2013). Secrets and lies: The ethical implications of family estrangement.
Conti, Richard. (2015). Family Estrangement: Establishing a Prevalence Rate. Journal of Psychology and Behavioral Science.
Melvin, K., & Hickey, J. (2021). The Changing Impact and Challenges of Familial Estrangement. The Family Journal.
Scharp, K. M. (2019). “You’re Not Welcome Here”: A Grounded Theory of Family Distancing. Communication Research, 46(4), 427–455.