Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
TW: @marioguerra
encuentrohumano.com
Hay personas que llevan mucho tiempo, incluso años, diciendo, pensando o proponiéndose un cambio en sus vidas; todo para acabar al final en las mismas o incluso peor. ¿Por qué si tanto deseamos el cambio no lo alcanzamos? Probablemente nos falten uno o dos ingredientes para dar el salto de las buenas intenciones, a los hechos.
¿Qué es para una persona cambiar?
Cambiar es pasar de un estado o situación a otra. En general, cuando las personas buscan cambiar algo de sí mismas, son cosas como:
Un hábito o conducta.
Dejar de fumar, empezar a hacer ejercicio, dejar de azotar la puerta, etc.
Una manera de pensar o alguna creencia.
Ser menos obsesivo, paranoico, confiado, hipocondríaco, lo resentido, etc.
Algún rasgo de personalidad.
Por ejemplo, ser más extrovertido o emocionalmente más estable.
¿Y de verdad las personas cambian?
Por supuesto que sí. Hoy incluso ciertos rasgos de personalidad pueden cambiar al desearse, encontrar la manera adecuada de hacerlo y poniendo tiempo y empeño en ese cambio.
La cuestión no es si cambiamos o no, sino hacia dónde queremos dirigirnos.
Cambiamos porque no somos productos acabados, sino personas que estamos inmersas en procesos humanos y sociales dinámicos.
Quien cree que cambiar algo es imposible, deja de hacer cosas para buscar el cambio. Ni todo cambia, ni todo se queda como está.
La idea de que las personas no cambian es en parte responsabilidad de una afirmación científica, pero de finales de los años 1800, cuando William James, profesor de psicología la U. de Harvard, afirmó que después de los 30 años la personalidad es sólida e inmutable como el cemento.
Es verdad que hay ciertas cosas a las que deberemos adaptarnos, temporal o permanentemente; hay cambios que sentimos cortos para lo que deseábamos y otros que son más de lo que podemos manejar. Hay cambios deseados y otros indeseados. Hay cambios rápidos, como cuando tienes un accidente, y otros más lentos, como cuando vas envejeciendo. Cambia nuestro entorno, nuestra edad y también nosotros.
¿Qué tanto cambiamos?
Incluso si no hacemos nada cambiamos.
El efecto “Dolce Vita” dice que por cada década de vida, nuestros principales rasgos de personalidad tienden a disminuir en 1 o 2%
Nos volvemos más estables, somos menos extrovertidos, menos abiertos, menos ordenados y menos autodisciplinados.
Esto es producto, en general, de tener menos responsabilidades (y energía) conforme vamos envejeciendo.
Pero la idea es que no esperemos a cada 10 años para cambiar casi nada y no en el sentido que queremos ¿no es así?