Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
TW: @marioguerra
Hay personas que sienten que todo les pasa, que la mala suerte ha caído sobre ellos y que su vida es un tropiezo tras otro. Parece que nacieron “mal aspectados” y lo peor es que su sensación es de que no hay nada que puedan hacer al respecto. Caen en un estado de resignación. Es muy difícil convivir con alguien así y se sufre mucho siéndolo. ¿Cómo es tener una mentalidad de víctima, de dónde viene y qué podemos hacer al respecto?
¿Qué es la mentalidad de víctima?
Es un estilo de pensamiento aprendido, que hacen propio algunas personas y que las hace sentirse víctima de la maldad, acciones negativas de otros, de la vida o de las circunstancias sociales.
¿De dónde viene?
Es aprendido bajo la forma de una creencia que muy probablemente fue inculcada o introyectada en la infancia:
El mundo es malo, el mundo es injusto, tú eres una víctima y nada puedes hacer para cambiar eso.
Es una creencia porque proviene de una generalización (a lo mejor a alguien le fue mal en algo durante algún tiempo) y se carece de evidencia que la sustente en el presente (aunque pueda haber alguna que la soporte, generalmente hay contraejemplos de cosas que no están mal y estos se omiten).
El estilo familiar era de negatividad, pesimismo, paranoia y constantes quejas.
La familia era víctima de la desigualdad, de la injusticia y era siempre otro (generalmente el gobierno o los “ricos”), los culpables de ese estado. Siempre se involucraban en quejas, protestas y exigencias porque tenían el derecho a ser tratados diferente por todo lo que han sufrido.
En la variante estoica, se sufría pero en resignación y silencio.
Se ve lo negativo y las calamidades como un destino inevitable. Como una especie de estigma que hay que soportar porque “así nos tocó”.
¿Qué señales nos dejan ver que alguien, o uno mismo, puede tenerla?
Los pensamientos o afirmaciones principales que podemos encontrar en una persona con este tipo de mentalidad son:
El universo me odia.
Pobre de mí.
No es mi culpa
Nadie me quiere o a nadie le importo.
Nunca obtengo lo que quiero (por más que me esfuerce).
No se puede confiar en las personas.
La vida es difícil.
No tiene caso hacer nada porque nada va a cambiar (indefensión o impotencia)
Cuando les ofreces ayuda quizá se vuelvan “estoicos” y piensen o digan.
No te molestes.
No quiero ser una carga.
Déjame, esta es mi cruz.
Ya no tiene caso.
Déjame con mi sufrimiento, tú vé y sé feliz.
Ya me acostumbré, etc.