Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta
TW: @marioguerra
Hoy cerramos la trilogía “el veneno está en la dosis” hablando de la indiferencia dentro de una relación de pareja. He dejado al final este componente por ser quizá el más doloroso y destructivo que puede presentarse dentro de una relación. Cuando hay diferencias y desacuerdos, siempre es posible conversar y buscar aclarar. ¿Pero qué pasa cuando del otro lado parece ya no haber respuesta? Pueden estar juntos, es verdad, pero cuando la indiferencia se presenta, es probable que uno de los dos ya se marchó emocionalmente hace mucho tiempo de la relación sin avisar.
¿Qué es la indiferencia?
La indiferencia es un estado en el que no nos importa y/o no tomamos medidas sobre algo que sucede a nuestro alrededor.
Esta puede ser consciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria.
Es como cuando uno de los dos deja la relación a la deriva, viendo que va hacia el vacío y, pudiendo, decide no hacer nada para rescatarla.
La indiferencia suele llegar a fuego lento. No sucede de la noche a la mañana y no ocurre por impulso, como con el enojo. La indiferencia no es algo que se «desata» de repente. Es lenta, más dolorosa, más confusa, dejándote con más preguntas que respuestas.
¿Por qué es un problema dentro de una relación?
El problema de la indiferencia es que elimina la posibilidad de que algo sea diferente; es decir, que algo se evite o se repare cuando es necesario.
Digamos que la indiferencia es una forma de invalidación y anulación del otro y suele ser muy dolorosa, porque hace parecer que esta relación, y tú misma para el caso, ya no valen la pena ni para luchar o querer reparar nada.
Si se está hundiendo, pues ya que se acabe de hundir, diría el indiferente.
De hecho la indiferencia cierra el fluir del amor, el romance y la intimidad dentro de una relación y acaba con el compromiso. Si pensamos que estos son los 4 pilares de una relación de pareja, no sorprende que sea un elemento tan destructor.
¿Cómo podemos identificar a una persona con una actitud de indiferencia tóxica?
Siempre es bueno contrastar cómo ha sido la persona desde que se le conoce y cómo está siendo ahora. También cómo es con otras personas y cómo es dentro de la relación.
Por ejemplo, una persona que siempre ha sido callada, que no le gusta mucho expresar opiniones o tomar bandos, podría parecer alguien indiferente, pero quizá tenga un estilo de personalidad más introvertido o estable que el tuyo.
Al inicio:
La persona se porta amable, pero deja de involucrarse realmente en las conversaciones o ante ciertas circunstancias.
Responde con frases cortas afirmativas (aha, aha…).
Escucha, parece que valida, pero no pregunta más y no da seguimiento al tema (si lo amerita).
Como por ejemplo si le dijiste que tenías un dolor o en tu familia hay ciertos problemas.
No deja de ocuparse de lo que está haciendo mientras tú tratas de comunicarle algo importante.
Aquí el momento es crucial; si sabes que realmente está ocupado en algo relevante con un deadline, quizá convenga que le anuncies claramente algo como esto: “Oye, fijate que hay algo que quiero platicar contigo y me es importante; ¿es buen momento ahorita para decirte o prefieres que te busque un poco más tarde?”
Minimiza tus problemas y preocupaciones, pero no dándote consuelo, sino diciéndote que exageras o que tengas pensamientos felices y verás como todo se soluciona.
Al agravarse:
Tú ya te diste por vencida y ya mejor optas por no contarle nada porque ya sabes que su respuesta será la indiferencia.
Una forma tóxica de indiferencia es el desprecio. En este caso la persona no sólo ignora o no se involucra con los asuntos de su pareja o la relación, sino que los percibe como algo molesto y esto se nota en actitudes verbales y no verbales:
Echa los ojos hacia arriba, respiraciones o suspiros profundos antes de responder o cuando le dices algo o expresiones como “¿Y ahora qué te pasó?” o “¿Ahora qué quieres?”.
¿Qué efectos produce en una relación?
La ruptura de una relación no se produce cuando finalmente expresan que terminaron (si es que lo hacen explícitamente alguna vez), sino cuando comenzaron a separarse emocionalmente y al menos uno de los dos no hizo nada para evitarlo.
No sientes que tu pareja realmente te escuche y te ofrezca comprensión (aunque aparente tener empatía).
Te cierras emocionalmente a tu pareja, en respuesta a tu percepción de que ha sido quien se ha cerrado previamente.
Frustración, al no encontrar la manera de comunicarle tu sentir, incluso con respecto a su actitud porque, muy frecuentemente, o te dice que no pasa nada o niega su actitud.
Hay un golpe directo a la autoestima, ya que entre la confusión pasas de preguntarte “¿Qué rayos le pasa?” a “¿Seré yo el problema?”, especialmente si notas que con otras personas es, al menos aparentemente, alguien más amable y que ofrece atención.
Puede que te empieces a sentir invisible y que ni importas, especialmente para la persona que, en teoría, deberías importar de manera relevante.
¿Hay alguna dosis adecuada de indiferencia?
Quizá la que a veces deja pasar ciertos incidentes menores para no entrar en una discusión o la que evita actuar por impulso cuando la persona se siente frustrada o se toma las cosas de manera personal.
Digamos es la que deja pasar lo que se puede convertir en una batalla destructiva.
¿Cómo darnos cuenta cuando la indiferencia ya está a niveles tóxicos?
Cuando sistemáticamente, al menos uno de los dos, ya no se involucra emocionalmente con su pareja ni en lo que ocurre dentro de la relación.
Es una actitud pasiva hacia la relación, aunque pueda mantener su interés y compromiso en otras áreas de su vida como el trabajo, su familia o los amigos.
La persona se rehúsa a hacer algo para poder evitar el fin que esta actitud ya anuncia.
Digamos que no está matando la relación, pero está dejando que muera de hambre.
La indiferencia tóxica es absolutamente dirigida y personal. Como si con la ausencia emocional se quisiera mandar un mensaje que no se atreve alguno a dar con palabras.
¿Debo luchar por recuperar su amor e interés?
Esta idea de que por el amor hay que luchar para obtenerlo o mantenerlo, quizá haga más mal que bien.
Mantener el interés romántico de manera recíproca pasa más por la amabilidad que por el sacrificio, pero no habría que confundir la amabilidad con, por ejemplo, un estilo de personalidad complaciente y excesivamente tolerante.
Quien tiene la necesidad de mantener a una persona a su lado a cualquier precio, muy probablemente sienta que ama mucho, pero la realidad es que haya componentes de heridas infantiles y baja autoestima que atender.
¿Qué hago si mi pareja es así?
Quizá una pregunta más interesante es qué haces tú cuando tu pareja actúa de esa manera. ¿Te resignas? ¿Temes cuestionarle por temor a su reacción? ¿Dejas pasar el tiempo porque piensas que “ya se le pasará”? ¿Entras en piloto automático?
Cuando se trata de algo transitorio o reactivo a algo que está pasando (por ejemplo en el trabajo o en su familia), la actitud indiferente tenderá a volver a la normalidad y reconectarse contigo una vez resuelto el problema, pero aún así debería haber disposición hasta de comentar eso contigo.
Como siempre lo primero es reconocer que algo está pasando. Luego, hablar; decir lo que observas, lo que sientes y las razones por las que crees que eso puede estar pasando (si es que ya te formulaste alguna hipótesis).
Escuchar a tu pareja sin interrupciones, si es que está dispuesta a hablar, sabiendo que no siempre una persona que no se abre o se conecta, lo hará de la noche a la mañana. Si se trata de un bloqueo o represión personal, deberá sentir confianza para irse conectando.
En vez de usar el típico “tenemos que hablar”, podrías usar un “Siento que las cosas están raras entre nosotros, pero quiero saber tú que piensas”.
Siempre ofrece posibilidades de solución, pero no trates de obligar a tu pareja, por ejemplo, a ir a terapia. Cada decisión deberían tomarla, de preferencia, de común acuerdo.
Pero si a pesar de todo esto tu pareja insiste en minimizar, negar o adjudicarte a ti el problema, diciendo que quien está mal eres tú, quizá es momento de hacer una pausa, tomar otra perspectiva y buscar fortalecerte internamente, por ejemplo trabajando con tu autoestima para poder empezar a pensar más en ti y menos en quien emocionalmente ya se ha marchado.
Cuando una relación no puede salvarse, lo sabio es buscar salvarte tú.