Shulamit Graber
Psicóloga clínica y terapeuta de pareja y familiar con más de 30 años de experiencia. Autora del libro: Agonía en la incertidumbre y Del sufrimiento al crecimiento.
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Una de las cosas más difíciles para muchos de nosotros es aprender a sentirnos merecedores…¿poooor? Porque vivimos en la cultura del esfuerzo
“Tenemos que ganarnos las cosas para merecerlas”. Y esta es la creencia más dañina para tu seguridad y autoestima.
Todos venimos cargando con un montón de creencias limitantes desde nuestra infancia, ¿basadas en qué? En lo que nos dijeron, en lo que vivimos, en lo que vimos, en lo interpretamos, en cómo nos trataron, en cómo nos sentimos tratados… etc….Y esta suma va dando forma a lo que creemos de nosotros mismos.
Una de las creencias más limitantes es precisamente la del merecimiento y la legitimidad…
Porque gran parte de “las parálisis” y sufrimientos que experimentamos día a día vienen por no nos sentimos con la legitimidad o el merecimiento de…. “no merezco”.
No me merezco un trabajo mejor.
No me merezco una pareja que me haga feliz.
No me merezco amigos con los que lo pase bien.
No me merezco una vida tranquila, tengo que hacer y hacer…
No me merezco descansar y no hacer nada.
No me merezco disfrutar de mi tiempo libre.
Y así con todo lo que se te ocurra que una persona puede querer, pero en el fondo sentir que no se merece.
Pero es tan sutil a veces esta creencia que ya la vivimos como normal…a tal grado que hay que trabajarla para hacerla consciente
Pero ¿cuál es el límite? ¿Hasta dónde tenemos que llegar para sentir que merecemos algo sin tener que seguir esforzándonos eternamente?
En la cultura y la educación todo lo que se considera valioso es porque se obtuvo a través del esfuerzo, el sacrificio y el trabajo.
Si algo no se obtiene por estos medios, no sólo no se considera valioso, sino que, incluso, puede ser algo negativo en la vida de la persona y ella misma, puede sentirse incómoda o no merecedora, de tener algo que no es producto del esfuerzo.
La consciencia del merecimiento
La consciencia de merecimiento tiene que ver con las creencias fundamentales, cuya raíz está no en lo que somos, sino en lo que creemos que somos.
“No soy digno para merecer”…
Recordemos que nosotros construimos nuestra realidad a través de nuestros pensamientos; los pensamientos que generamos en nuestra mente son los que nos hacen ver la realidad tal y como la percibimos.
Los pensamientos construyen realidades y así como pensamos, somos.
Las creencias que hemos adquirido durante la vida respecto al merecimiento, van a tener una fuerte influencia en relación a que tan merecedores o no nos sentimos de recibir de otros amor, respeto, dignidad, éxito, reconocimiento, aceptación….
La actitud que asumimos ante la vida es algo fundamental.
La consciencia de merecimiento y la autoestima están estrechamente ligadas. Cuando una persona tiene su autoestima fuerte siente que se merece lo mejor porque ella también tiene muchas cosas buenas que ofrecer a la vida. Simultáneamente, el sentir que se merece lo mejor, y que es capaz de agradecerlo y disfrutarlo, fortalece su autoestima.
Mientras más grande es la expectativa, más grande es la desilusión
Este es un mensaje aprendido a muy temprana edad de que siempre debemos ver antes por los otros, que por nosotros mismos, si queremos ser considerados buenas personas, es decir, generosas, compasivas, no envidiosas ni egoístas.
Como quiera que se vea, estas son sólo creencias muy arraigadas. No es que una cosa sea mejor que la otra o genere más placer. Lo importante es que exista un punto medio entre el dar y el recibir pues ambas acciones son importantes y generan un sano y necesario equilibrio.
Si alguien tiene más el hábito de dar, tendría que aprender a recibir y, por el otro lado, si se tiene más la costumbre de recibir, sería bueno intentar practicar el dar a los demás.
De esta manera las cosas estarían más compensadas en las relaciones y también serían más justas.
No necesariamente porque tú o la otra persona se lo hayan ganado con su esfuerzo, sino, simplemente, por ser la persona que eres o que es el otro. Esa es ya una razón suficientemente válida para merecer y agradecer, sin tener que pagar el precio de la vergüenza o de la culpa.
Empieza a creer todo lo que mereces…imagínalo, siente esa legitimidad! Tomes conciencia de que te mereces lo mejor. Y punto. Sin condicionantes. Sin tener en cuenta tus logros o tus triunfos. Sin hacer recuento de tus éxitos o de lo que has conseguido.
Simplemente por existir, te mereces lo mejor.
Así que repite conmigo: Me merezco lo mejor.
Sí, me merezco todo lo bueno que la vida pueda darme.
Pregúntate
¿Qué harías diferente si supieras que te mereces lo mejor?
¿Qué te concederías?
¿Para qué te darías permiso?
¿Qué te regalarías?
¿A qué le dirías que sí?
¿A qué le dirías que no?
¿Qué sería lo primero que cambiarías en tu vida, hoy mismo, si supieras que te mereces lo mejor?