Tere Díaz
Psicoterapeuta, especialista en desarrollo personal
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Primero, ¿qué es un triángulo amoroso?
• Al hablar de triángulo amoroso me refiero a una relación entre dos personas con exclusión del cónyuge de uno de ellos, que incluye compromiso emocional y/o sexual, y que tiene repercusiones en la vida de todos los involucrados, a nivel psicológico y social principalmente, muchas veces económico también.
• En el triángulo amoroso tres integrantes, hombres o mujeres, originan y sostienen –de manera consciente o inconsciente- un vínculo de fuertes efectos emocionales y/o sexuales.
• Otra característica central del triángulo amoroso, a diferencia de los nuevos acuerdos de pareja, es el rompimiento unilateral del acuerdo de exclusividad, así como la afectación por el mismo del nivel de intimidad, de la cercanía emocional y/o del compromiso con la relación primaria.
• Dejo fuera del concepto “triángulo” todas las “canas al aire” que implican aventuras de una “noche de copas” y que generalmente carecen de un contenido emocional, si bien involucran actividad erótica y sexual. Excluyo también todas las “infidelidades” cibernéticas que nunca se actúan “en vivo y a todo color”.
El tercero “en discordia”
• Poco se habla de la posición del amante, cuanto más se le nombra con apodos denigrantes y se le embiste con señalamientos acusadores y juicios morales: “esa puta”, “el pendejo aquel”, “la vieja esa”, “claro, la embaucó a ver qué le saca”, “pinche gata quién se cree”.
• Me referiré aquí al amante que asume ese rol “en solitario”, es decir, sin tener otra pareja –o al menos una pareja significativa y formal- por lo que atribuye a la relación de amantes su apuesta principal. Sin duda hay infidelidades en que ambos involucrados están casados o tienen alguna relación de pareja comprometida; en dichos casos no se consolida un triángulo: de hecho se logra un cierto equilibrio en la relación de amantes en tanto que ambos forman parte de otros espacios de vinculación que les implican tiempo, cuidado y energía.
• La mirada al tercero no como un sujeto, no como una persona activa en el triángulo amoroso, sino como objeto de uso y/o abuso del “villano” da cuenta de la simplificación que se hace de las experiencias triangulares, del desconocimiento que se tiene de la complejidad del fenómeno y de la primacía que se da a la vida de pareja – particularmente a la matrimonial – sobre cualquier tipo de acuerdo amoroso que se salga de la normatividad.
• La carga moral que se le atribuye al tercero como el causante de “la destrucción” de la pareja, deposita en él o en ella todos los prejuicios –sexuales, económicos, sociales- en relación a la infidelidad. El tercero es persona también.
Lo que tienen que dejar se hacer si quieren ser la suegra perfecta. Escuchen
¿Por qué hay más amantes mujeres?
Sobra decir que, si bien puede ser un hombre o una mujer quien ocupe este lugar, la mayoría de las personas que se colocan en esta posición del triángulo son mujeres. Podríamos hacer un estudio psicosocial extenso de los “por qués” de que sean más las mujeres que se coloquen en esta posición, pero me limitaré a mencionar solo algunos factores que lo promueven:
• Los hombres, en una sociedad patriarcal y bajo argumentos esencialistas (“así es nuestra naturaleza”) se atribuyen el derecho – y la necesidad- de tener más de una mujer.
• Además, lo que a los hombres culturalmente se les condona a las mujeres se les condena: un hombre con muchas mujeres es celebrado, mientras que una mujer con varios hombres es sencillamente una “cualquiera”, una puta.
• Las mujeres en general estamos más dispuestas a privilegiar las necesidades de los demás sobre las propias, por tanto hay amantes mujeres que no solo ponen en segundo lugar sus deseos e intereses, sino que además “comprenden” y acompañan a sus parejas en la “penosa” vivencia de sus matrimonios. Situación difícil de encontrar en un varón, quien generalmente se siente más justificado a dar prioridad a sus necesidades.
• Las reales desventajas socio-económicas de muchas mujeres que las impelen a valorar como suficientemente buena la presencia de un hombre en su vida sea cual sea su circunstancia y disposición, y que con su simple “estar con ellas” las confirme como mujeres y les de valor.
• El territorio amoroso se ha convertido en un “mercado de oferta y demanda”, y son más las mujeres deseosas de vincularse emocionalmente y de pagar costos, a veces altos, con tal de estar en una relación.
• Por supuesto que hay hombres que “sufren de amor” siendo los amantes de mujeres comprometidas en una relación matrimonial, pero es poco común que se limiten a ese vínculo, y que no se acompañen de otra persona en la vida cotidiana y en los eventos sociales.
• Es poco frecuente también, pero llega a ocurrir, que un hombre o una mujer elija la posición de tercero en un triángulo porque tiene a través de ella lo mejor de su pareja sin cargarse con la faena de lo doméstico. Sin embargo la mayoría de los amantes albergan la fantasía de que “tarde o temprano” serán la pareja formal, y sufren en silencio el tener que vivir en la soledad y en la ocultación.
• Desde ese lugar, que es el más común, el tercero en discordia tiene que afrontar una sensación de impotencia ante la poca maniobra de que goza para convivir con su amor, así como del escaso influjo que tiene sobre las condiciones familiares del otro para hacerlo decidirse de una vez por todas en apostar en su relación. La sensación de impotencia se amplifica cuando la vida del tercero gira en torno a esa sola persona: estrategias para adaptarse a sus tiempos, imposibilidad de iniciar otra relación, incluso certezas de que la otra persona “jamás” dejará a su pareja.
• Otra experiencia subjetiva del tercero es la sensación de estar en desventaja en tanto que no ocupa el lugar público de ser la pareja formal, ni de contar con la presencia permanente de su amor.
• Los sentimientos de minusvalía y de resentimiento pueden ser la constante también: “¿cómo es que si tanto me amas no buscas terminar ‘aquello’ y quedarte aquí?”, “¿no soy suficiente como para que dejes todo por mí?”
Razones por las que los hombres se trastornan con las cabronas
• Además del dilema emocional que se experimenta -enojo, tristeza, celos, desventura-, viene el real afrontamiento de la soledad y la mentira: es común escuchar sobre la desazón que sobreviene al tercero, sobre todo en los días festivos que se queda “solo” (¿solo solo o solo de pareja?), mientras el amante comparte con su cónyuge.
• A esto suma la mentira: muchos amantes no comparten con sus familias y amigos que están en una relación –por temor al juicio y al estigma social-, así como por el cuidado que tienen en preservar el bienestar de cada uno y de la relación.
• Algunos terceros inician la relación a manera de juego, de aventura, una dosis de adrenalina y una experiencia de redención, pero avanzan los días y la relación va tomando cierta constancia y deviene el involucramiento emocional, los acuerdos para lograr los encuentros, e incluso el desafío de lograr perseverar. Pero al paso del tiempo, cuando se va deseando que la triangulación sea temporal, surge la sospecha de que este acuerdo pueda nunca terminar en el altar. Así, la relación inicia con discusiones y empieza el desgaste.
• Esa fase puede continuar indefinidamente, generalmente con peleas que distancian a los amantes, en ocasiones con el acuerdo mutuo de que el romance ha perdido su razón de ser, o bien moviéndose hacia la determinación de una decisión: abrirse como relación pública o conducirse unilateralmente a la terminación final. Si antes de un rompimiento los amantes logran reflexionar sobre lo que quieren que esta relación sea en la vida de cada uno, y negocian un entendimiento mutuo, quizás puedan establecer acuerdos que les permitan funcionar y conservar lo mejor que se da dentro de este vínculo.
• Pero en general la mezcla de experiencias que vivencia el tercero pueden convertirse en un cúmulo de reclamos e insatisfacciones que empiezan a pesar más que el gozo mismo que aportan los encuentros. No es poco común que el malestar detone en la actuación de alguna conducta que favorezca el descubrimiento de la situación y la explosión de una crisis que impulse necesariamente a una resolución: todos conocemos también esas historias en las que el amante “manda un anónimo” o en que la esposa atiende un telefonazo y recibe amenazas e información.
• Pero no solo la acción directa del tercero puede generar el descubrimiento, también sabemos del mensaje de amor descubierto en el teléfono, de la factura de un hotel encontrada en el buró, de la página de facebook que se olvidó cerrar, y con ello inicia el peregrinar de sospechas que ponen en riesgo el sostenimiento de la situación. Estas desafortunadas acciones decantan generalmente en el rompimiento del triángulo por la devastación que generan, impidiendo la posibilidad de que la relación progrese
• Es menester de quien se posiciona en este lugar reflexionar si se siente en una relación de abuso y descuido por parte del amante, y de ser el caso, busque resolver o bien retirarse, pero no le corresponde actuar en perjuicio de otros terceros que forman parte de la ecuación (cónyuge, hijos u otros familiares o amigos) para saldar cuentas de lo que no le está dando su amante.
• Tan necesario es visualizar al tercero como un “ser de carne y hueso” que requiere de cuidado y consideración, como a la familia del amante, una entidad a la cual no le corresponde salir dañada innecesariamente.
• Quizás uno de los retos centrales de la postura del amante, cuando la situación deviene en algo más lastimoso que gozoso, es analizar –más allá del amor que experimenta por su pareja– si quiere permanecer en el triángulo como elección consciente o por necesidad. ¿De qué sirve que te quieran si no te quieren como quieres que te quieran? La terminación de una relación triangular también tiene derecho a consideraciones y cuidados para no dejar despojado o alienado al tercero tras años de intercambio; los acuerdos que cada pareja asuma dependerán de la forma como se consolidó el vínculo, pero ser el tercero no avala la postura de “nada puedo pedir yo”.
• Si se ha hecho para él inaceptable la postura de ser el “tercero”, más que amenazas y ultimátums que llevan a discusiones y alejan una solución, la persona ha de hacerse una estrategia personal que le ayude a ponerse límites a sí mismo y no a querer manipular la situación: “me doy a la tarea de ampliar mi círculo de amigos y mi posibilidad de encontrar otra relación, ya sea para terminar ésta o para lograrla equilibrar”, “respeto el plazo que me has dado para que resuelvas tu situación, pero si nada cambia quien se retirará soy yo”.
• Si bien las relaciones triangulares rara vez surgen propositivamente, la terminación de las mismas, con todas las dificultades que representen, sí puede ser una decisión; pocas cosas duelen tanto como perder un buen amor, pero cabe entonces hacerse la pregunta ¿esto que estoy viviendo puedo considerarlo un buen amor? Posicionarse como víctima desvalida, lejos de conmover a la pareja a decidirse por el tercero –en caso de que sí contemple la opción– será un detonador de más problemas y de un mayor deterioro de la relación.
Ingredientes corrosivos que dañan cualquier relación
Enamorarse de un hombre casado
• Porque no lo sabía….
• Porque eran compañeros de trabajo…
• Porque no conocía a la otra…
• Porque pasaban mucho tiempo juntos…
• ¿Dejaré de ser ‘la otra’?
• ¿Me quiere o sólo me utiliza?
• ¿Por qué no me dijo que estaba comprometido?
• ¿Y sí la va a dejar para estar conmigo?
Según los expertos, las esperanzas para las amantes no son alentadoras ya que, en un triángulo amoroso, siempre llevan las de perder. La etapa de encantamiento en una relación dura entre dos meses y dos años. Tras eso, los hombres tienden a volver a sus hogares con sus esposas.
¡Pero sí pasa!
Enredarse con un hombre comprometido ya le resta posibilidades de éxito a la relación, cuando no se trata de algo destinado directamente al fracaso. Pero algunas veces funciona. Según estadísticas realizadas, sólo el 5% de las relaciones extramaritales terminan en un compromiso formal con todas las de la ley.
Si ya lo conoce
Cuando la amante lleva tiempo de ser “la otra”, sabe todos los trucos que él ideó para poder estar con ella sin que la esposa se enterara. Sabe cómo es, cómo se comporta, conoce todas las estrategias y mentiras que dijo. Así que sabe perfectamente cómo miente y cómo.
Y es que una vez que ya se hizo, la mecánica es fácil de repetir, el problema es que ahora la persona que está del otro lado ya sabe cómo es el juego porque ya lo conoce, ya lo jugó y ya lo vivió, así que no es tan fácil salirse con la suya.
Infieles “seriales”
Hay quienes tienen el corazón de condominio o no saben estar con una sola mujer aunque la amen y entonces son infieles a sus parejas y se buscan una amante, por la emoción, por la novedad, por el sexo, por eso que genera hacer algo prohibido, pero si encuentran otra mujer en el camino que les guste, que les mueva el tapete, ¡pues se involucran con ella!
Las “señales”
• Una obsesión repentina por el celular o las redes sociales
• Hay una “espacio” de su vida en el que no te deja participar
• Cada día tiene nuevas reuniones u obligaciones
• Cuida su aspecto de forma repentina
• De repente está más seguro de sí mismo
• Encontrar cosas “raras”
Para cerrar
Cualquier relación amorosa en la más “óptima” circunstancia tiene el riesgo de terminar; cuestionar si ésta relación ha llegado a su fin en tanto que resta más de lo que da, es algo que el amante –cuando se siente más lastimado que enriquecido- tiene que valorar.
Si bien las relaciones triangulares rara vez surgen propositivamente, la terminación de las mismas, con todas las dificultades que representen, sí puede ser una decisión; pocas cosas duelen tanto como perder un buen amor, pero cabe entonces hacerse la pregunta ¿esto que estoy viviendo puedo considerarlo un buen amor? Posicionarse como víctima desvalida, lejos de conmover a la pareja a decidirse por el tercero –en caso de que sí contemple la opción– será un detonador de más problemas y de un mayor deterioro de la relación.