Tere Díaz
Psicoterapeuta, especialista en desarrollo personal y terapia de pareja. Su más reciente
libro ¿Cómo identificar a un patán?
TW: @tedisen
terediaz.com
No puede dejar de rondarnos por la cabeza la pregunta sobre qué pasará con nuestra mentalidad y nuestros hábitos después de esta cuarentena. Estamos en el presente pero, yo en particular, no puedo quitar la vista del futuro próximo. Sin reparo y con la menor ansiedad posible, imagino otros escenarios posibles, que este evento, pueden desencadenar.
Mi “deformación psicológica” me lleva primero a pensar en las estructuras de carácter que subyacen en nuestras respuestas naturales a lo que estamos viviendo:
Existen personas “introvertidas” – no porque no sepan socializar sino porque se recargan en el silencio y en la soledad – y para ellos, quedarse así, sería un “bendición”. Salvadas las proporciones de los daños colaterales.
Están, por otro lado, aquellos que ya advirtieron a los propietarios de bares, cafeterías y restaurantes, que se abastezcan porque están ya en posición de “¡en sus marcas, listos, fueraaaaaa!”.
Y por otro lado, las personas que tienen miedo a relacionarse, probablemente y en su mayoría, parte de espectro que responde a patologías previas, psicológicas o psiquiátricas, y no tanto a la pandemia en sí. Esto es tema de toda otra reflexión.
Pero más allá de cada uno de estos posicionamientos me pregunto: ¿será diferente nuestra forma de ser y relacionarnos después de este confinamiento?
Cada respuesta tras el confinamiento dependerá de los mecanismos que cada uno usa para afrontar la vida en general: de distintas formas y con diferentes secuelas se entenderá, se procesará y se aceptará. Notaremos que somos vulnerables pero no impotentes. Y los cambios que se den no tendrán que ser del todo negativos.
Reflexiones de lo que quizás habremos descubierto:
Que se pueden mantener las relaciones, aún a distancia. Y que en este sentido, la tecnología ha sido un “plus”, porque las distintas plataformas nos permiten acercarnos en el mundo virtual y de una manera “curiosa” mantenernos actualizado, conectados y contenidos.
Que se puede descartar de nuestras vidas a aquellas personas que no tienen que ser más parte de nuestro círculo cercano.
Que se puede ampliar la gama de actividades que nos dan placer y ocio casero. Y que quizás esta experiencia puede derivar en hobbies, goces, intereses y recursos que no imaginábamos podríamos conquistar.
Que reconoceremos cuánto menos necesitamos consumir. Y que no solo el ahorro nos beneficia sino el “consumo” de experiencia y el desarrollo de vínculos.
Que distinguiremos hábitos útiles e inútiles que teníamos arraigados sin siquiera notarlo.
Que experimentáremos, ahora sí “en carne propia” y con mayor consciencia que somos seres sociales y creativos. Estamos redescubriendo nuestra emocionalidad que seguramente bullirá más tras el confinamiento. Esto generará ¿más arte? ¿más parejas? ¿más hijos? ¿más proyectos? ¿menos pedos?
Que confirmaremos que la tecnología llegó para quedarse: home office, arte digital, relaciones a distancia, terapias virtuales.
Que nos tomará tiempo desafiar el temor al acercamiento físico. ¿Qué tanto me acerco a quién?. Si antes era en lo sexual el recelo, quizás ahora se extienda a lo puro relacional.
Que perderemos miedos a otros “contagios sociales”: ¿clase, preferencia sexual, raza, género? Quiero soñar que habrá mayor igualdad. ¿O retomaremos rápidamente la distancia que generan los privilegios?
Que los mercados se ajustarán de forma diferente. Algunos están sufriendo terribles consecuencias pero otros han salido reforzados (Netflix). Imposible negar que cambiará la apuesta económica y financiera ¿Qué áreas de oportunidad surgirán como nuevas maneras de hacer negocio?
Que en esta sociedad de actividad frenética se está generando una educación para el ocio que nos obliga a parar y a reflexionar. Los espacios “vacíos” permiten relajación y creación.
Que estamos redescubriendo el valor del conocimiento científico y el “irnos de puntitas” con mil propuestas alternativas que en el mejor de los casos pueden sumar, pero en muchos generan pensamientos mágicos y laberintos sin salida.
Que se puede integrar lo paradójico: la solidaridad dentro de la individualidad. Tanto dentro de una mismo inmueble, o en un barrio, ciudad, o a un nivel mucho más amplio. Y confirmar que somos más interdependientes que independientes, por lo que no sobrevivirán los “mas fuertes” sino los que se apoyan.
Que también desarrollaremos nuestra capacidad de resiliencia, pues serán más de una pérdida de las que nos tendremos que recuperar. incluido aquí la capacidad de posponer la frustración y posponer la gratificación.
Y quizás, que los adolescentes –tan criticados por su inmersión en la tecnología- han hecho en este encierro las cosas no son tan distintas a sus hábitos previos: relaciones on line, juegos, música, videos, redes, entre otras. . Pienso que desbancaremos la falsa idea de que los nativos digitales son menos sociales y confirmaremos que hay mucho solitario de bar, y muchas personas “solas” en casa conectando a través de videojuegos y otras plataformas en compañía. Agrego, que no cabe la menor duda de que la tecnología se va a acelerar.
¿A ti se te ocurre algo más? ¡Bienvenido el cambio!