Siempre hemos sufrido por amor: pero hoy sufrimos diferente… y siempre nos andamos preguntando ¿por qué no tengo pareja? Pues hoy mi querida Tere Díaz les explica.
El tema del amor -por exceso o por defecto– se ha convertido en un tópico de preocupación fundamental en nuestra época y MÁS para las mujeres a quienes aún hoy se les socializa para hacer el amor su proyecto de vida y es ahí donde surge la pregunta ¿por qué no tengo pareja? Mucho de su identidad la construyen por la capacidad de amar y ser amadas, si buscas frenéticamente pareja, la espantas…¿Por qué entonces no encontramos la dicha amorosa “a la vuelta de la esquina”? Tú quieres tener pareja o QUIERE TU MAMÁ… Tu papá, tu hermana y tus amigas.
Los peores consejos que te han dado sobre el amor
¿Por qué no tengo pareja?
Priorizar la individualidad La pareja siempre se ha constituido respondiendo a factores sociales externos, por eso su construcción tiene que ver más con las exigencias de la sociedad que con las necesidades de los amantes. A lo largo del tiempo hemos transitado de matrimonios concertados, a intercambios románticos idílicos e irrealizables, a elecciones por amor matrimoniales y ahora, a una diversidad de modelos de pareja en una sociedad posmoderna que prioriza la individualidad y la transitoriedad.
Hoy la imposibilidad de iniciar, construir y sostener relaciones amorosas se ha convertido en punto nodal de los dilemas humanos. La elección de la pareja se ha vuelto meticulosa y compleja, los gustos personales son cada vez más exigentes y refinados. Además, tenemos infinidad de posibilidades y éstas siempre se pueden mejorar.
La imaginación exacerbada y las expectativas irreales : nos aferramos a nuestros sueños y no nos adaptamos a las realidades de quien está sentado junto a mí. El miedo al compromiso no solo por la renuncia a candidatos mejores sino porque desconfiamos de la durabilidad del amor, además, comprometerse ya no es un prerequisito para la relación sino un objetivo a alcanzar a través de la interacción. El respeto a la autonomía del otro nos impide pedirlo (y darlo) y el efecto de no saber “dónde estamos parados” genera una ansiedad.
La excesiva racionalización atenúa la intensidad de la emoción amorosa: el deseo sin intensidad pierde fuerza, la atención no se puede fijar en una única persona, y la voluntad es insuficiente para adherirse a dicha decisión. La libertad sexual en particular y la libertad en general nos abre tantas posibilidades que para qué atarme a uno solo. Una vez desarticulado el “combo” sexo, hijos y amor en un paquete matrimonial, las personas nos instalamos más tiempo en el mercado sexual, la competencia erótica es feroz. Y si nadie te escoge y te coge ¿quién eres? ¿cuánto vales? Deseamos con desespero “relacionarnos” y desconfiamos todo el tiempo del “estar relacionados” y particularmente de estar relacionados “para siempre”.
Factores. Son muchos los componentes que intervienen en la dificultad de encontrar, construir y sostener una vida de pareja:
- ¿Infancia es destino? No podemos menospreciar el impacto de los vínculos con nuestros padres en cuanto a la imagen que tenemos sobre nosotros mismos.
- Lealtades invisibles. Historias que se cocinaron en nuestra familia de origen.
- Desencantos amorosos. Que generan temor ante una nueva relación.
- Desconocimiento personal. De mis competencias, deseos, necesidades, intereses y valores. Alinear nuestras aspiraciones a nuestras posibilidades: o esperamos demasiado de la pareja o nos conformamos con demasiado poco.
- ¿Lo que ofrecemos es lo que pedimos? ¿Recibimos lo que otorgamos?
- Creencias erróneas del amor
- Desacoples de género. Los hombres buscan mujeres que ya no existen, y las mujeres buscan hombres que nunca han existido. Transición compleja.
- Diversidad de modelos amorosos.
¿Qué no ayuda?
Muchas personas se centran muchísimo en las excusas y pretextos para no encontrar una pareja:
- Encerrarse en la propia vida, casa, o círculo, esperando el amor.
- Descuidarse en lo personal y dejar de resultar atractivo.
- No dar el primer paso esperando que el otro lo de.
- Mostrar frialdad cuando en realidad se experimenta es interés.
- Burlarse o minimizar expresiones afectuosas y cálidas.
- No responder a llamadas o mensajes para generar “mayor interés”.
- Ocultar los propios deseos y sentimientos por temor a ser rechazado.
- Entrar en una lucha de poder y discutir de todo con el fin de “tener la razón”.
- Dosificar muestras de cariño para que el otro no sienta que estás a su “merced”.
- Ser hiriente con información confidencial que se me ha confiado.
- Empequeñecer las rasgos y logros del otro para que “no se crea de más”.
- Ignorar nuestros problemas en vez de enfrentarlos, esperando que los adivinen y los resuelva, o creyendo que el tiempo por sí mismo los solucionará.
- Precipitar compromisos que “ni al caso” por el temor a perder a la persona deseada.
- Liarse sexualmente pensando que eso asegurará la permanencia del otro.
- Mostrarte de inicio muy complaciente y luego tener que echar marcha atrás.
- Dar demás, a costa de las propias necesidades, esperando ser correspondido y luego decepcionándote de la falta de valoración y agradecimiento hacia ti.
Especialistas: Tere Díaz, Psicoterapeuta, especialista en desarrollo personal y terapia de pareja. Su más reciente libro ¿Cómo identificar a un patán?
TW: @tedisen terediaz.com
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