Tere Díaz
Psicoterapeuta, especialista en desarrollo personal y terapia de pareja. Su más reciente libro ¿Cómo identificar a un patán?
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terediaz.com
“El habla de sí mismo y nosotras oímos el cosmos,
él habla del presente y nosotras entendemos la eternidad”
Sergio Sinay
El modelo de masculinidad dominante está entrando en crisis (o por lo menos en un desfase) con el o los modelos femeninos. Las mujeres hemos hablado y, con más o menos acierto, nos hemos expresado y vamos siendo escuchadas. Son ya muchos años de manifestar lo que no queremos y de afirmar lo que necesitamos. ¿Y los hombres? ¿Cómo se posicionan ante esta transición galopante que va amainando el patriarcado y en la cual van perdiendo privilegios, amores y paciencia? Van marchando estudios sobre la masculinidad, se está retomando la perspectiva de género -hasta ahora utilizada casi exclusivamente para analizar la condición femenina- para ubicar procesos, explicar problemas y proponer formas de desarrollar relaciones distintas desde el lado masculino.
El patriarcado no solo afecta a las mujeres, los hombres también están pagando costos altos:
¡Es que eso de tener que ser siempre fuertes, ricos y contenidos en la vida emocional pesa y deja bajas en el camino!
Entre hombres es difícil mostrar debilidades y compartir los dolores del corazón. Controlar la esfera de lo público ha dejado a la deriva su mundo interno y muchas veces su vida personal.
Y así se sigue alimentando ese círculo que esclaviza a hombres y mujeres: si ellos no dan dinero no se sienten dignos de obtener amor, y si ellas no dan amor no aseguran una estabilidad en el mundo material.
No se trata de que los varones adopten un modelo masculino que las mujeres implanten: hombres y mujeres somos diferentes y es momento de crear un propio y nuevo proyecto de masculinidad.
¿De qué se trata ser hombre en pleno siglo XXI?
Parece que con todo y los avances en estudios sociológicos y psicológicos seguimos arrastrando confusiones ancestrales y demandas obsoletas que nada tienen que ver con lo que los hombres de hoy requieren, anhelan y valoran.
La masculinidad no está en los genes, sino que se incorpora a través de una serie de mensajes y presiones tan exitosas que los hombres se perciben de esa manera, como si fuera algo realmente genético y no producto de un proceso de socialización.
En una sociedad patriarcal para “ser hombre” es necesario no hacer, ni decir, ni sentir como una mujer. Y para “ser mujer” no se ha de desear, pensar, menos aún comportarse como un hombre.
Las distinciones de género son rígidas.
De los hombres se espera:
Destrezas en el deporte, los negocios, la política y demás espacios públicos de la vida social.
Manejo de los recursos, exposición ante los peligros y toma de decisiones “importantes”.
Obligación a buscar siempre estatus y poder.
Derecho de ejercer el poder sobre las otras personas que tienen menos poder que ellos
Exigir que las otras personas satisfagan sus deseos y necesidades
Que sean proveedores, protectores, procreadores y autosuficientes.
Los efectos en la vida de los hombres.
Esta masculinidad, implica independencia, la agresividad, la competencia y la incorporación de conductas violentas y temerarias en aspectos tan diversos y tiene consecuencias en diferentes ámbitos de la vida.
Si bien tiene claras ventajas para el varón, algunas de las cuales, con el tiempo y su estereotipamiento, se van transformando en un costo que ser refleja en malestares psíquicos, afecciones físicas, e impacto en sus relaciones amorosas y sociales:
Deben aparentar fuerza, aun en situaciones en que se sienten vulnerables.
No tienen permiso a sentir miedo o vulnerabilidad, menos a llorar y expresar emociones.
Viven bajo la exigencia de “saber y resolver todo”.
Se les valora como personas desde el “Cuánto tienes, cuánto vales”.
Viven constantemente preocupados por su potencia sexual.
Se les niega el placer de la cercanía afectiva con sus hijos y el goce de la paternidad.
Deben asumir toda la responsabilidad económica de ellos y de otras personas.
Para abrir brecha
No es fácil para los hombres percibir con claridad las imposiciones culturales que tienen y los riesgos que corren dada su aún posición de poder en la mayoría de las esferas.
Se ponen así de manifiesto las ventajas de ser hombre y se esconden los dolores de una malentendida masculinidad. ¿Habrá otras formas posibles de vivir como varón que no exijan pobreza afectiva y aislamiento emocional?
Habitando el propio cuerpo
Muchos hombres se disocian de su cuerpo, lo maltratan y no lo escuchan cuando habla, ignorando síntomas que en ocasionas los llevan a la muerte
¡No más héroes!
¿De qué se trata esa demanda que atribuye al hombre una masculinidad costosa? Sin duda tiene que ver con esas características estereotipadas que sobre exigen a los varones a que sean “super héroes”: a cortejar, mantener, elogiar, proteger, y salvar a una mujer.
Las palabra y más allá de ellas…
Muchos varones no han sido educados para estar en contacto con su sensibilidad, cuando encuentren las formas de relacionarse con sus afectos, tendrán mucho más para expresar.
El derecho a ejercer la paternidad
Pocos hombres reflexionan y se cuestionan sobre ella: la sociedad ni lo aplaude, ni lo solicita; cuanto más, al ser padres se “certifica” su potencia sexual.
La conquista de la soledad
Se dice que los varones no tienen mucha resistencia a la soledad, quizás porque la soledad que comúnmente experimentan es la de haberlo perdido todo tras divorcios, despidos y derrotas económicas.
¿Escojo cuando coj…?
Hay varones que aún piensan que ser “hombre” es que “aquello” que está debajo de su cintura responda cada vez que se requiera. Esta creencia da origen al mito de que en el sexo los hombres “siempre quieren y siempre pueden”.
El compromiso con uno mismo
El mandato varonil de ser proveedores los aleja de registrar sus necesidades: los hombres “no piden” y parece que por eso “no necesitan”.
Que hablen los hombres: Necesitamos escucharlos para ubicar procesos, explicar problemas y proponer formas de desarrollar relaciones distintas a partir de la sensibilización y la reflexión desde el lado masculino.