Tere Díaz, psicoterapeuta, especialista en desarrollo personal y terapia de pareja. Su más reciente libro ¿Cómo identificar a un patán?
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Pocos temas nos conmocionan tanto como los relacionados con nuestra dimensión erótica, el ejercicio de su sexualidad y nuestra capacidad de amar y ser amado. El sexo, el erotismo y el amor son experiencias que dejan huellas indelebles en nuestra psique, en nuestro cuerpo y en nuestra manera de concebir la vida.
Pero, hoy la forma de concebir y vivir la sexualidad, el amor, el erotismo y, por tanto las relaciones de pareja, se caracteriza por una veloz flexibilización de los acuerdos, por una transformación de la experiencia de la intimidad al interior de las relaciones y por una intensificación de la validación del derecho al erotismo y a la pasión en sus muchas “presentaciones”.
La “sexualidad plástica”.
Con la revolución sexual, el cuerpo adquirió un valor de propiedad individual, el derecho al placer se reivindicó y la sexualidad se volvió autónoma, adquiriendo tal centralidad en la vida de las personas.
Esto decanta en muchas estrategias confeccionadas para afrontar la fragilidad, la temporalidad, la indefinición y la incertidumbre de los vínculos actuales.
Aun así, debería de haber claridad y acuerdos respecto a la sexualidad, la afectividad y hacia dónde va o no la relación.
La danza de la infelicidad romántica.
La desazón amorosa se deja sentir:
en el proceso de elección de pareja
en la reorganización de la sexualidad
en los modos del vínculo amoroso
en el miedo al compromiso
en las entrañas del deseo y la voluntad.
Todos ellos frutos de la modernidad y posmodernidad que dificultan la experiencia de bienestar amoroso.
La elección moderna de la pareja.
Se ha vuelto un proceso meticuloso, complejo y con muchos estadios. Debido a:
Diversidad de opciones para elegir.
Los gustos personales en una infinidad de ámbitos
La racionalización que se usa al evaluar dichas opciones y que impulsa a los individuos a sobre-analizar sus opciones y prolongar su toma de decisión.
El enfriamiento del deseo y el debilitamiento de la voluntad
Finalmente, todo se exacerba con la idea constante de que siempre se podría optimizar la elección tomada con el encuentro de un candidato “mejor”.
El miedo al compromiso. Al tiempo que se sobrevalora el amor como fuente de identidad, se desconfía de la durabilidad de los vínculos amorosos y se teme comprometerse con una elección que implique la renuncia de un mayor bienestar.
Las exigencias del mercado laboral.
El amor se generan hoy de forma performativa. hay que crearlo, siendo y comportándose de determinadas maneras.
Por tanto, la decepción amorosa es hoy una constante. Y no solo se vive la decepción sino la anticipación de la experiencia decepcionante.
Nuevas formas de acompañamiento amoroso
Existen nuevos modelos amorosos que sin duda representan nuevos retos y seguramente se trata de modelos todavía por depurar pero negar su existencia o asumirlas como “algo pasajero” es un error garrafal.
El proceso lineal de emparejamiento (noviazgo-matrimonio-convivencia en la misma casa de por vida) ha cambiado. Por tanto, el proceso de entrada y salida de la vida en pareja está presente a lo largo de todo el ciclo vital. Hoy el amor se trata de una especie de carrusel de feria donde unos entran y otros salen pero todos giran.
Veamos algunos para ver qué somos:
Tradicional. Hay un nivel de compromiso a mediano o largo plazo, y que puede tener una legalización como el matrimonio.
Noviazgo “eterno”. Son parejas en que ambos o solo uno tiene cierta aversión a las relaciones y responsabilidades de un emparejamiento convencional.
LATs. Son el tipo de relación más parecida a una pareja tradicional. Frecuentemente hay un compromiso expreso – incluso socialmente reconocido – sólo que, cada miembro de la pareja, vive en su propia casa. Es decir, viven juntos pero separados: LAT (Living Apart Together / “Viven juntos separados”).
Híbridos. Representan un tipo de relación que consiste en que uno de los miembros de la pareja se siente cómodo con la monogamia. El otro, en cambio, quiere tener varias relaciones a la vez. Se llega a un acuerdo y cada uno acepta las necesidades del otro.
Poliamor: El punto de partida es, claramente, el reconocimiento a la posibilidad de “querer más”, de reconocer que nuestra otra mitad, realmente no nos complementa del todo y que hay otras “partes” que nos hacen falta.
Monogamish. El ser “monogamish” – que en español se traduciría como “monoga-muelo” este término implicaría que se es “casi” monógamo. Permite algún tipo de ligue ocasional es aceptable e incluso, tal vez, deseable, para mantener la pasión en casa.
Free. Los frees son esas relaciones tranquilas, sin compromisos y mucho sexo maravilloso.
Amigos con derecho. Es una combinación entre la intimidad psicológica propia de la amistad y la intimidad física que caracteriza una relación de compromiso.
Swingers. Parejas que aceptan que el otro tenga encuentros sexuales con un tercero en espacios destinados para ello. Esto no implica establecer varios vínculos de pareja a la vez, sino mantener una relación central, pero sin pacto de fidelidad sexual. Antes solo era una práctica de gente treintañera con ideas liberales.
Múltiples. Las relaciones basadas en citas múltiples son una especie de prueba de laboratorio controlada. Se trata de que una persona mantenga varias relaciones al mismo tiempo, pero sin que ninguna de ellas establezca un compromiso. Lo que se busca es “dejar fluir” las cosas y evaluar si alguna de las parejas transitorias podría llevar a algo más serio.
Flexisexuales: En los flexisexuales está involucrado un tema de género. De lo que se trata aquí es de explorar en el amplio sentido de palabra. Mantener relaciones sexuales con otros, sin importar su género.
¿Cómo acordar?
Aun cuando en esto de los acuerdos no hay nada escrito, sí hay rubros específicos que requieren negociación. Por un lado, está uno de los más evidentes: la discusión sobre lo que está o no permitido en la interacción sexual con un tercero (o cuarto o quinto). Temas de salud física, regulariad, espacios, tipos de práctica, se deben de negociar. También están aquellas actividades que se deciden “reservar” exclusivamente para la pareja (cierto tipo de penetración, fetiches o el empleo de algunos juguetes por ejemplo). Pero recordemos que nada garantiza que la relación primaria sobrevivirá los embates propios del agotamiento y la cotidianeidad de ser pareja, ni siquiera la monogamia.