Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
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• Qué pasa después de morir sigue siendo algo sin resolver. Creencias podemos tener muchas, incluso sentirlas como certezas, pero la realidad es que no es tan importante lo que realmente haya del “otro lado” como lo que creamos que hay y lo que quede de nosotros acá en esta vida.
• Ser recordados es una forma de no morir del todo, y nos preguntamos cómo nos recordarán los que nos hayan conocido luego que hayamos muerto, cuando quizá realmente debamos preguntarnos ¿Cuál es el impacto que con mi vida he causado en la vida de los demás? ¿Qué huella queremos dejar de nuestro paso por la vida?
¿A qué nos referimos con la “huella”?
• Pensemos en ella como un legado.
Es lo que dejamos luego de haber muerto. Como una herencia que puede ser:
• Genética, cuando se tienen hijos biológicos.
• Podemos heredar enfermedades o cualidades orgánicas favorables.
• Personal, como la huella de carbono que dejamos durante toda la vida.
• Nuestra contribución a los problemas o soluciones de nuestro entorno. Esto de manera consciente o inconsciente. Es hasta cierto punto un impacto medible y objetivo.
• Social, que equivale al cómo nuestra vida modifica la de otros en su actuar, pensar y sentir.
• Trato con nuestra familia, educación de los hijos, relación con una pareja, interacción con amigos, vecinos y hasta desconocidos. Este es un impacto subjetivo, pero no por eso menos importante.
Qué hacer cuando sienten que no lo están haciendo bien en la vida
¿Ser recordados es lo más importante?
• Por supuesto que si alguien nos recuerda puede contar lo que sepa (a veces hasta lo que no sabe) acerca de nosotros y nuestra historia, pero lo que acabará por contar es su visión, más que la nuestra o la realidad objetiva.
• Aún así ser recordados es una forma de que sigamos presentes en la vida aún al haber muerto. Es como un no morir del todo; para bien o para mal.
• A veces, en algunos aspectos de nuestra vida, quisiéramos poder ejercer el derecho al olvido cuando hay cosas que hubiésemos preferido que nadie supiera o recordara.
• Pero no ser recordados o haber sido ya olvidados no significa que nuestro legado o nuestras huellas queden borradas en el tiempo. El impacto de nuestra vida en otros son esas huellas que perduran más allá del recuerdo y que no es sencillo ver.
Las huellas que no vemos
• No te preguntes tanto “quién me recordará” o incluso “cómo me recordará”, sino “¿Cuál es el impacto que mi actuar, mi actitud, mis palabras, mis creencias y pensamiento tendrá en la vida de otros?”
¿Qué enseñas a tus hijos o a otras generaciones?
• Flexibilidad o rigidez.
• Resentimiento o perdón
• Callar en sumisión o guardar silencio, escuchar y luego hablar.
• Permitir lo que sea en el nombre del amor o fijar límites y fronteras sanos
• A que están para obedecer y ser buenos o que a este mundo vienen a ser seres integrados y felices.
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¿Cuál es la relación con tus padres y hermanos?
• ¿Desarrollaste las habilidades necesarias para acercarte a ellos cuando hay diferencias de opinión o tomas la ruta del silencio y el aislamiento?
• La memoria es fácilmente distorsionada por la subjetividad y el paso del tiempo. Incluso se va difuminando. Pero no es necesario recordar el origen de un conflicto, por ejemplo, para que los efectos de este perduren por mucho tiempo. Hay naciones, familias y personas que llevan décadas de resentimiento y que ya perdieron el rastro de lo que realmente dió origen al conflicto. No se necesita una razón para odiar una vez que el odio se apodera de nosotros.
• ¿Has pedido perdón y perdonado o crees que aún hay tiempo o que no merecen el perdón por haberte lastimado a “TI”?
¿Cómo te relacionas con tus pares?
• ¿Buscas cómo sacar ventaja de otros. Los usas para obtener una felicidad que ni siquiera sabes identificar?
• O respetas los límites personales de otros y eres capaz de respetar un “No”.
¿Cómo con superiores y subordinados?
• ¿Qué huella dejas cuando maltratas a alguien que te sirve o cuando hablas mal de quien te contrata?
• ¿Qué pasa cuando callas ante el abuso del más poderoso y mejor volteas la cara?
¿Son mis huellas mi responsabilidad?
• Somos el resultado no sólo de nuestras decisiones, sino además del legado de muchas generaciones que nos preceden.
• Es verdad que la forma en como eres, lo que crees de ti mismo, de los demás y del mundo, en parte son aprendizajes (huellas) que otros te heredaron con su decir y su actuar. Pero en ti está cuestionar esos aprendizajes y validar o rechazar como propio aquello que te perjudique a ti y a otros.
• “Si te enseñaron a pisar chueco siempre puedes corregir la pisada y empezar a caminar derecho”. Así necesites de un ortopedista (o terapeuta) para que te ayude de manera temporal.
• Eres responsable de las huellas que dejas, pero no eres “el responsable” de dejar huellas.
• No eres el referente de la cultura, la religión o la moral del mundo.
• Cuidar las huellas que se dejan aún así es una parte de ser persona y no sólo ser humano. Es parte de querer el bien para este mundo y esta sociedad en la que, bien o mal, hemos vivido.
¿Qué huellas estoy dejando ahora mismo?
• Pregúntate no sólo cómo te sientes en este momento de tu vida, sino cómo deben sentirse las personas que se topan contigo sintiéndote así y con las acciones y actitudes que de eso deriven.
¿Se puede ser feliz cuando lo dan todo y no reciben lo mismo a cambio? Escuchen
¿Qué siembras?
Desesperanza
• Como cuando pones el acento en los problemas sin ofrecer soluciones viables.
Odio
• Como cuando haces de las distinciones y diferencias con otros un problema o son motivo de separación
Apatía
• Como cuando, pudiendo, no haces lo necesario para cambiar una situación negativa o desfavorable.
Miedo
• Cuando dejas correr rumores, anticipas catástrofes o te sientes “heraldo del destino”
Debilidad
• Cuando prefieres refugiarte en tus emociones lastimadas y sin rumbo antes que desarrollar la fortaleza para rescatarlas del abismo y encauzarlas.
• Como cuando te niegas a aceptar lo incambiable o a soltar lo que de todos modos ya se fué (como en el caso de la muerte de un ser querido)
Resentimiento
• Como cuando, de la mano de la debilidad, te rehúsas a perdonar o pedir perdón para reparar una relación que se ha roto o lastimado.
¿Qué hago si el legado que estoy dejando no es lo que quiero dejar?
Toma conciencia
• Del camino que estabas tomando. No todo en él ha sido malo, pero hay cosas que podrías modificar.
Reconoce tus errores y faltas
• No sólo para ti, sino ante otros. No hay vergüenza en decir “Yo solía creer esto, pero ahora lo he cuestionado y este es mi nuevo pensar”
Corrige formas y actitudes
• No basta con hacer conciencia y reconocer. El cambio en conductas y actitudes es lo que hará realmente una diferencia.
Pide perdón y perdona
• Esto es necesario para remover las piedras de la tierra y prepararla para que crezca lo que siembres.
Aprende a dejar ir
• Deja de resistirte a lo inevitable o lo incambiable. Al hacerlo siembras resignación pasiva y resentimiento tóxico.
• Claro que duele dejar ir lo que se ha amado, pero duele más cuando la vida lo arranca de tus manos por la fuerza.
Agradece
• Esto hazlo como un hábito. Agradecer hace que pongamos nuestra atención en las cosas que hay que agradecer. La gratitud nos muestra un mejor camino hacia el futuro y este sí es un buen legado que puedes dejar para cuando te hayas ido.
Si alguien nos pisó el alma y dejó huellas de dolor en nuestra vida, busquemos nuevos legados. Nuevos referentes de personas o personajes que directa o indirectamente puedan también dejar huellas en nuestra vida. Nunca encontraremos a un ser perfecto o infalible, por más necesidades que tengamos de creer eso. Siempre habrá huellas de algunos que prefiramos no seguir, pero no por eso dejaremos de seguir y dejar huellas que lleven por un camino de crecimiento, paz y felicidad.
Cuidas los pasos de los demás, pero poco te fijas dónde pisas
y la huella que con eso dejas.