Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta
TW: @marioguerra
encuentrohumano.com
• Todos tenemos roles dentro de nuestra estructura familiar. Unos nos vienen bien y otros no tanto, como por ejemplo el de ser el “invisible” de la familia.
• Cuando uno o ambos padres tienen una estructura de personalidad narcisista, el hijo se ve nulificado y se convierte en una especie de “ser invisible” para los demás. Por fortuna esto no tiene porque ser una condena que pese sobre el resto de nuestra vida y nuestras relaciones
¿Cómo es eso de “ser invisible”?
• Es la sensación subjetiva de que tu voz no es escuchada o cuando es escuchada no es importante y es ignorada.
• Tus deseos, necesidades, propuestas o sugerencias son minimizadas.
• Tu ser y tu presencia (o incluso tu ausencia) no causa un impacto en los demás (ni para bien, ni para mal). Es la sensación de no importarle a los que se supone
• Es como si no tuvieras ni voz ni voto con los tuyos.
¿Por qué pasa eso?
• El haber crecido en una familia donde tus necesidades y deseos eran constantemente ignorados, despreciados o pospuestos te hizo sentir, al menos a nivel inconsciente, que si alguien volteaba la vista hacia el lugar donde tú estabas, no había nada que ver.
• Una familia así se conforma por uno o ambos padres narcisistas que eran incapaces de devolver a los hijos un reflejo de su valor personal al ser valorados por ellos.
• Lo que un niño así no sabe es que el problema no es que él o ella sean “invisibles”, sino que el espejo es más bien como un hoyo negro que es incapaz de dar a otros ni siquiera un reflejo de vuelta
• Por supuesto que esto generalmente no se hace por maldad; recordemos que nuestros padres no nacieron siendo adultos y probablemente de alguna manera estén padeciendo su propia infancia.
¿Cómo se nota cuando a alguien le pasa esto?
• Son muy reactivos a la sensación de ser menospreciados, ignorados o que sus palabras no sean tomadas en cuenta o incluso ni siquiera sean escuchadas.
• Cuando esto pasa se reactivan en ellos memorias emocionales negativas y confusión.
• Una reacción muy común es guardar silencio “aguantando” con enojo contenido o “desaparecer” sin manifestar ningún reclamo por la actitud de los otros.
Esto impacta en tus demás relaciones.
La pareja
• Como no sabes quién eres ni sientes que tengas un lugar en el mundo, no puedes elegir pareja de una manera adecuada, así que te quedas con quien te haga caso, esté dispuesto a estar con alguien como tú y te ofrezca “poco y malo”, aunque a ti se te haga “mucho y bueno”.
• Muchos, bajo esta condición, confían más en la suerte, en los astros o en los santos que en sí mismos para elegir y conservar una relación de pareja sana.
• Entras en relaciones asimétricas de baja calidad.
• Repites patrones con el mismo tipo de personas una y otra vez o te quedas largo tiempo en relaciones que no son buenas.
• También vas repitiendo conductas disfuncionales que arruinan las relaciones.
• Celos, desconfianza, agresión, distanciamiento, frialdad, etc.
• Crees que si eres complaciente y pides menos te querrán más.
• Aprendiste en la infancia que ser invisible y sumiso al menos no te traía la amenaza del abandono.
• Te comportas de manera “obediente”, aunque para compensar el dolor de no poder expresar tu voluntad o tener libertad, te dices que dejas pasar por alto muchas cosas por “llevar la fiesta en paz” o porque lo que pasa “no importa”.
• Tú mismo pospones tus necesidades porque afirmas “estar bien así” y que tú eres feliz viendo como los demás lo son (o incluso ocupándote de hacerlos felices mientras te desocupas de tus propias necesidades).
• Este es el principio de la abnegación, tan valorado en el pasado, especialmente con la figura de la madre.
El trabajo
• Te cuesta hacerte notar y mantienes un perfil tan bajo que incluso parece que pierdes toda aspiración profesional.
• Y parece, porque en realidad quizá la tienes, pero ya aprendiste a ser invisible.
o No te resulta fácil hacer amigos verdaderos y a veces hasta mejor prefieres aislarte.
Lo social
• Te vuelves complaciente
• Puedes haber desarrollado una personalidad introvertida o hasta tímida.
• Generas una alta afinidad con personas que sientes que son como tú (incluso cuando ves que son anulados o invalidados) y te adhieres a su causa (que al final es la tuya). Son como un espejo que refleja una falta de identidad.
• El problema con esto es que el ser invisible te lleva a la “periferia de la vida social” y cuando encuentras a alguien que también “vive” ahí, lejos de unirse para salir, se unen para validar la injusticia de que han sido objeto y realimentan su condición.
• Para muchos la única manera de hacerse notar es “bailando al son que les toquen”.
¿Y el impacto interior?
• Puedes vivir con la sensación interna de ser una persona defectuosa que no debe mostrarse el mundo.
• Sientes una profunda tristeza al no sentirte valorado o incluso visto y tomado en cuenta, pero no te das cuenta cómo contribuyes tú a esto al alejarte de los demás o no expresar lo que sientes, piensas y quieres.
• En muchos puede haber un resentimiento profundo no manifiesto por esa anulación obligada de la que no se ha salido.
¿Qué hacer?
• Volver al pasado no es posible, pero hacerte cargo del presente sí.
• El mejor antídoto contra sentirte invisible es precisamente aprender a mirarte; hacerte cargo de tus necesidades, expresar tus opiniones y buscar satisfacer tus deseos.
• Sólo lamentarte por el pasado o incluso por tu situación presente no hará cambiar tu realidad. Esto no es una tarea sencilla si has estado mucho tiempo en una posición; estás entumecido e incluso moverse cuesta trabajo y provoca dolor, pero quedarte donde estás sólo empeorará las cosas por más que sea este tu mundo conocido.
Reconoce tu sentir.
• La auto indiferencia es pasividad y para movernos de donde estamos necesitamos reconocer las emociones que están dentro de nosotros y que, en este caso, aprendimos a callar.
• La emoción predominante en este caso es la tristeza y el enojo. La primera nos lleva más hacia el interior, así que inicialmente está bien reconocerla para que entra a sacar al enojo que está enterrado y sea él quien, bajo el modo de la indignación, te acompañe en el proceso de darte cuenta que no mereces ni puede seguir así.
• Pero no debemos confundir el enojo como agresión. La agresión es una forma de expresar el enojo, pero este también puede expresarse a través de empezar a fijar límites, fronteras y establecer nuestro propio territorio personal.
• Date cuenta de que sentir no es lo mismo que ser.
• El que te sientas invisible o de poco valor no significa que lo seas. De la misma manera que alguien que se siente más que los demás es muy fácil ver y demostrar que no lo es, de igual forma el sentirte menos que los otros no es sino una especie de fantasía macabra que no corresponde con la realidad.