Los adultos milllennials tienen unos ataques de pánico y estrés que no pueden con ellos, pero ¿por qué está pasando? Aquí les vamos a dar unas señales.
Los millennials crecieron escuchando que podían ser lo que quisieran, que todo llegaría con esfuerzo y que la adultez sería ese momento en el que todo tendría sentido. Pero aquí están, y la realidad es otra: trabajan sin parar, intentan organizar su vida mientras lidian con el estrés, y encima, empiezan a notar que ya no son los más jóvenes en la oficina.
Adultos millennials: paniqueados todos los días
Un día están en el grupo cool del trabajo, y al siguiente, los Gen Z los miran raro porque usan emojis “boomer” o porque dicen cosas como “se acuerdan del sonido de ICQ?” y nadie tiene idea de qué están hablando. De repente, descubren que los afterworks siguen existiendo, pero ya no los invitan porque “son jefes” o porque “tienen que sacar al perro” Y ahí lo entienden: se han convertido en los adultos del lugar.
Ser el jefe nunca estuvo en el plan
Durante años, los millennials renegaron del jefe clásico: el que imponía horarios absurdos, el que medía el rendimiento por el tiempo en la oficina y el que nunca preguntaba cómo estaban. Pero, sin darse cuenta, ahora ellos son los que aprueban presupuestos, organizan reuniones y, en algunos casos, tienen que despedir gente.
Según una encuesta de Zapier, más del 60% ya tiene personas a su cargo, aunque muchos no se sienten listos para el papel. Tratan de ser más relajados, de apostar por la empatía y de evitar los vicios de la vieja escuela, pero se topan con una realidad incómoda: ser jefe no es solo mandar memes motivacionales y poner snacks en la oficina.
Tienen que tomar decisiones difíciles, imponer límites y, a veces, decir “no” aunque odien hacerlo. ¿El resultado? Una crisis existencial en la que se preguntan si están haciendo las cosas bien o si, sin darse cuenta, se están convirtiendo en los adultos que tanto criticaban.
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El síndrome del impostor versión millennial
No es solo en el trabajo. La sensación de “¿qué estoy haciendo con mi vida?” los persigue en todos lados. Se supone que a esta edad ya deberían tenerlo todo resuelto, pero en realidad siguen improvisando(escuchamos pero no juzgamos).
No tienen casa propia porque los precios son imposibles. No tienen hijos (o no se atreven a tenerlos) porque apenas pueden organizar su propia existencia. Y cada vez les cuesta más seguir el ritmo de los más jóvenes, esos que ven la vida con la despreocupación con la que ellos lo hacían hace unos años.
¿Y ahora qué?
El problema no es que los millennials hayan crecido, sino que el mundo en el que lo hicieron no era el que les prometieron. Se suponía que con esfuerzo todo encajaría, pero ahora navegan en un mar de incertidumbre tratando de descubrir cómo se hace esto de ser adulto sin perderse en el intento.
Quizá nunca se sientan completamente preparados. Quizá sigan dudando de sus decisiones y preguntándose si alguna vez dejarán de improvisar. Pero, si algo han demostrado, es que saben adaptarse. Tal vez ser adulto no sea lo que imaginaban, pero al menos lo están resolviendo (una crisis existencial a la vez). Y eso es más que suficiente. Y la queso.
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