Elisa Queijeiro
maestra humanista
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FB: Elisa Queijeiro – Humanista
El concepto de igualdad ha ido y venido junto con la lucha misma de las mujeres por obtenerla, y sin embargo, quizás no terminamos de comprender lo qué significa y mucho menos de habitarla.
Las mujeres recorrieron los ámbitos legales y públicos buscando derechos, se subieron a las tribunas y las metieron a la cárcel. Sí hubo hombres también cómplices del cambio, valientes silenciosos o abiertos activistas a favor de los derechos femeninos, pero también muchos otros que a punta de golpes devolvieron a “sus” mujeres al redil de la obediencia, y con los ojos morados éstas se tragaron la sumisión .
Era el siglo XVIII cuando el feminismo comenzó, en el siglo XIX toma fuerza y en el XX se asienta, se estudia, se declara… se defiende la igualdad y se define por fin así:
“La igualdad no significa que las mujeres y los hombres sean lo mismo, sino que los derechos, responsabilidades y oportunidades no dependen del sexo con el que nacieron”
Declaración de la UNESCO sobre el tema de la Igualdad de Género
Estamos llegando a los primeros 20 años del siglo XXI y el debate para mí ya dejó de estar afuera y contra los otros. La lucha más importante está adentro de nosotros. Y es que las mujeres y los hombres seguimos sintiéndonos por momentos desiguales, y lo somos por biología, pero nada más. Nuestra valía es la misma y sin embargo todavía es actual y verdad que hay ocasiones en que las mujeres podemos sentir que no podemos, que no sabemos cómo o que simplemente somos menos que los hombres.
Todavía nos queda combustible por quemar, residuos de no merecimiento, retazos de desvalorización: somos herederos de siglos de creencias que se encostraron en nuestra psique , inconsciencia colectiva que existe lo creamos o no y que nos hace actuar formas de comportamiento inservibles, pero conocidas. Tanto, que preferimos su incomodidad que el verdadero cambio.
Según el último informe del Foro Económico Mundial del 2017 que alertó propios y extraños cuando por primera vez en 10 años que se reportó un retroceso en el avance por la igualdad, asegurando además que a este ritmo la brecha existente no se cerrará hasta dentro de –al menos– 100 años. Suena desalentador. Nos parece irreal con todo lo avanzando, pero las cifras están ahí para informarnos, no para limitarnos; y por tanto lo que es urgente es el trabajo individual en la construcción del autoestima que nos dé el coraje para dejar de permitir la rebaja y la injusticia anticipada por nuestro sexo. El avance profundo para la evolución de “ser y valer lo mismo» es en realidad interno y personal.
La idea es recordarnos quiénes somos, y de qué somos capaces los hombres y mujeres; qué merecemos y por qué. Proviene desde la historia de las mujeres prehispánicas, pero es tan universal como los seres humanos mismos.
Comprender en el presente que en la inmensa sabiduría de los pueblos ancestrales las mujeres y los hombres valían lo mismo y ambos eran sagrados, nos permite con una congruencia adicional hacer nuestro -y quizás de una vez por todas- el concepto de igualdad.
El valor de contarnos la verdad: Mesoamérica y sus Mujeres
La mujer prehispánica en lo cotidiano estaba enfocada a mantener los asuntos del hogar y lo hacía según todos los cronistas con dignidad, capacidad y pulcritud, pero sobre todo trascendencia porque para estos pueblos la labor de la mujer, así como la del hombre, eran en sí mismas sagradas.
Lo que no podemos dejar de ver es que las mujeres del México Antiguo también fueron reinas, princesas, sacerdotisas, audaces guerreras, magas poderosas, médicas, madres, escribanas, pintoras, hilanderas, tejedoras, bordadoras; curanderas, protectoras, cantadoras y gozanderas.
Nuestras ancestros son símiles en sus representaciones y simbolismos con muchas culturas más. En las imágenes y estatuillas, en los rituales y su legado está la riqueza de la información prehispánica y universal de lo que fueron las mujeres para los pueblos ancestrales .