Rafael Santandreu
Uno de los psicólogos más prestigiosos del mundo. Dirige un centro con sede en Madrid y Barcelona en España. Ha publicado varios betsellers traducidos a más de 20 lenguas. Su último libro: «Nada es tan terrible, la filosofía de los más fuertes y felices».
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Hoy les vamos a decir cómo mejorar las relaciones con nuestros amigos, familiares y compañeros de trabajo. ¿Podemos aprender a más carisma para mejorar las relaciones con los demás? Por ejemplo, hay personas que parecen sacar lo mejor de los demás, resuelven los conflictos fácilmente, no tienen apegos… mientras que otros los complican…
Los amigos
El truco, la clave para tener los mejores amigos consiste en acostumbrarse a pedirles a tus amigos sólo lo que pueden dar –no lo que no pueden dar, o les cuesta mucho dar-.
O sea, el amigo que te llama todos los años para felicitarte por tu cumpleaños, a ese no le pidas que venga un día a las 3 de mañana a consolarte porque te ha dejado la novia. Ése no vendrá porque es muy ordenado y formal. En cambio, al amigo que lo dejará todo para venir a consolarte a las 3 de mañana, no le pidas que se acuerde de tu cumpleaños… Ése es diferente: ¡no se fija en detalles!
Cada persona tiene diferentes virtudes, pero nosotros, muchas veces, le pedimos a un amigo que las tenga todas: que sea cumplidor, divertido, inteligente, que ayude, etc. Y nos enfadamos o indignamos cuando no cumple todas esas expectativas…
Es mucho mejor entender la amistad como el tapiz o el collage de las relaciones. Esto es, la amistad debería ser como un cuadro donde esta persona te aporta una cosa… otra te aporta otra y así, entre varios amigos y familiares, lo tienes todo.
El problema es que tendemos a juzgarlos demasiado por determinados fallos que tienen y olvidamos que los amigos perfectos no existen: todos tenemos fallos. Es mucho mejor fijarse en los puntos buenos de cada uno, aprovecharlos y ya está. Si exigimos a los amigos que tengan todas las virtudes, sin apenas fallos, ¡nos quedamos solos!
3 herramientas para tratar a los amigos y familiares frente a los conflictos: aceptar, esquivar y sugerir
Aceptar, esquivar y sugerir. Lo primero es tener mucha aceptación incondicional. Por ejemplo, imagina que tienes un amigo que siempre llega tarde. Pues yo puedo aceptarlo con ese fallo, y valorar que ese no es un fallo tan grande en vez de obsesionarme con él y amargarme la vida. Recordemos que las personas fuertes a nivel emocional son aquellas que están bien en cualquier situación, necesitan poco para estar bien y se adaptan.
OJO, hay límites, claro, pero las personas más fuertes, tienen límites muy amplios. Pensemos que ser capaz de estar bien frente a la adversidad te hace muy fuerte y sereno. Los amigos o familiares complicados son nuestros maestros zen. Ese amigo que te hace, a veces, bromas pesadas sobre tu imagen: ése es tu maestro zen. Te está enseñando a que no te importe tanto tu imagen. El que llega tarde, que no debes darle tanta importancia a la comodidad, que te puedes fastidiar un poco y no pasa nada. Saber estar serenos esperando es una gran habilidad.
Amigos y familiares nuestros maestros
Sí, nos los pone la vida para que aprendamos… Es como si te vas a un monasterio del Japón a hacer un curso de budismo zen. Te gastas una lana enorme para ir hasta allí y crecer como persona. Cuando llegas allí, te presentan al que será tu tutor en los próximos días o semanas… Ese tutor es un monje anciano adorable, muy amable y apacible. Aquel día te vas a dormir y a las cinco de la mañana, oyes unos ruidos tremendos en la puerta: alguien está picando como un loco. Abres y es tu maestro zen. Y te dice: ¡vamos, levántate que nos vamos a meditar a lo alto de la montaña!
Tú alucinas… piensas: ¿Ahora? Pero ¡si me acabo de acostar! Si tenemos todo el día para meditar… no haremos otra cosa en toda la semana
Pero él te dice: tienes que aprender a estar cómodo, allá arriba, sentado sobre la hierba, con frío y sueño… porque has de aprender que todo está en la mente: puedes estar muy feliz allí arriba, pese a todo: tranquiliza tu mente y date cuenta de que necesitas muy poco para ser feliz…
Esta misma lección te la pueden enseñar tus amigos difíciles… Te ponen en situaciones incómodas en las que tú puedes escoger estar bien o mal. Si estás bien, pese a esa incomodidad, te estás haciendo fuerte. Por eso, tus amigos y familiares difíciles, son tus monjes zen particulares: y es que se puede hacer crecimiento personal aquí, en casa, sin necesidad de gastarse una fortuna para ir a Japón o al Himalaya.
Primera regla: aceptar los fallos y las incomodidades de los demás como manera de crecer.
Segundo paso: esquivar… Es que, aparte de aceptar, existe un gran margen para esquivar los problemas que nos causa la gente… Por ejemplo, si mi amigo siempre llega tarde, yo voy a aceptar ese defecto que tiene, ya que TODO el mundo ha de tener algún fallo y eso lo he de asumir… pero puedo esquivarlo. Por ejemplo, puedo quedar con él, siempre dentro de una cafetería. Yo llegaré antes, pediré un café y leeré el periódico mientras lo espero. Ya está. Con esa fácil maniobra, puedo hacer que eso no me moleste. Para esquivar los fallos de los demás, primero hay que asumir que él no va a cambiar y que yo puedo tomar mis decisiones para que eso me afecte lo mínimo. Prácticamente, con todos los fallos, siempre hay medidas para minimizarlos y que a ti no te afecte.
Tercer paso: sugerir. Hemos dicho que hay que aceptar incondicionalmente a todo el mundo porque todos tenemos fallos, pero además, poco a poco, sí que podemos contribuir a que los demás cambien, pero con calma y amor. La mejor forma de que los demás acepten nuestras sugerencias de cambio es no exigir nunca. Sólo sugerir con aceptación incondicional y en positivo. Por ejemplo, si dices: “Amigo, me encantaría que llegases más a tiempo, pero si no lo haces, yo te querré igual siempre, porque ya eres un amigo fenomenal”. Esto es sugerir y no exigir. Obtendremos muchos mejores resultados y no nos amargaremos en el caso de que el otro no cambie.
No exigir a la pareja
Aunque tengas razón. Porque cuando exiges, te amargas porque estás exagerando el problema: te estás diciendo a ti mismo: “esto no lo puedo soportar”.
Además, cuando exigimos levantamos una barrera en el otro.
A nadie nos gusta que nos exijan.
Por lo tanto, tenemos que ceñirnos a sugerir con cariño e insistencia.
Si no conseguimos el cambio, pues a aceptarlo sabiendo que esa aceptación nos está haciendo más fuertes.