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2024-11-19 21:48:51

Cosas que nunca hablé con mi madre

Son 17 voces literarias, dos de ellas mexicanas: Orly Beigel y Melissa de Haene, que hablan de los recuerdos que tienen de sus madres para tratar de entender su influencia.

marzo 11, 2021

Orly Beigel
Hija de una sobreviviente del campo de concentración Bergen-Belsen. Estudió literatura en la Universidad Hebrea de Jerusalén, y se ha dedicado desde hace cuatro décadas a la promoción cultural en México, Israel, Estados Unidos, Sudamérica, Lituania, Corea del Sur y la antigua Unión Soviética.

Sobre el libro “Cosas que nunca hablé con mi madre”
El libro, tiene una serie de ensayos que exploran una de las relaciones humanas más complejas.
Orly Beigel escribe sobre lo que significa ser hija de una sobreviviente del Holocausto
Son 17 voces literarias, dos de ellas mexicanas: Orly Beigel y Melissa de Haene, que hablan de los recuerdos que tienen de sus madres para tratar de entender su influencia.
Estos ensayos fueron reunidos por Michele Filgate, colaboradora en Literary Hub. Sus escritos han aparecido en The Washington Post, Los Angeles Times, Boston Globe, Buzzfeed, The Barnes & Noble Review, CNN.com, The Oprah Magazine. En 2016 Brooklyn Magazine la incluyó en la lista de «Las 100 personas más influyentes en la cultura en Brooklyn».

Y la sangre fue mía – ENSAYO DE ORLY
Su madre, Yetty, era apenas una adolescente cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.
Nació en el seno de una familia judía pobre en un pueblo llamado Cieszyn, en la frontera entre Polonia y lo que entonces era Checoslovaquia
Sus padres y diez hijos, tenían un expendio de lácteos kosher.
A su madre y a su hermana Gisela las separaron del resto de la familia tras la invasión nazi a Polonia.
Primero las trasladaron al gueto Bochnia, donde durmieron en el piso de una cocina durante dos años, en los que su madre trabajó en una fábrica que producía uniformes para el ejército alemán.
En 1943 las llevaron al campo de concentración de Bergen-Belsen, conocido también como “el campo del horror”, donde lograron sobrevivir otros dos años, pese a condiciones que incluían trabajo forzado, hambre, suciedad y enfermedades, y que propiciaron la muerte de más de cuarenta mil prisioneros.
Alrededor de una semana antes de que los británicos liberaran Bergen-Belsen, los nazis metieron a dos mil de sus prisioneros, entre ellos su madre y su hermana, en un tren que parecía conducirlos a una muerte segura.
Sin embargo, tras cuatro o cinco días encerrados en un vagón sin agua ni comida, los abandonaron: los alemanes huyeron al enterarse de la llegada de las tropas estadounidenses.
Fue así como lograron sobrevivir para que la Trigésima División Armada del Ejército de los Estados Unidos los libertara y los llevara al campo ya liberado de Buchenwald.
De ahí, fueron a Francia, donde abordaron un barco rumbo a Palestina.
Fue ahí donde su madre conoció a su, Jossef. Fue ahí donde sus hermanos mayores, Shulamith y Michael, nacieron. Y fue ahí donde decidieron volver a empezar en México, donde su madre tenía parientes que habían logrado escapar del Holocausto y donde nació Orly.

Crecer como hija de una sobreviviente del Holocausto.
Crecer como hija de una sobreviviente del Holocausto AFECTÓ SU VIDA de manera profunda.
Dejó cicatrices en su alma.
Lleva ya más de sesenta años de existir “a la sombra de una guerra que no vivió”.
De niña, oía de mi madre historias horribles. Sin embargo, le regaló también episodios de esfuerzo y de lucha, de resiliencia.
Aprendió de ella lecciones de vida, de fortaleza, de amor. Pero también, de su depresión constante, de su tristeza crónica.
Su madre, fue víctima del Holocausto y, por lo tanto, también de esos monstruos que nunca la dejaron.
Aunque, también es cierto que fue mucho más que su dolor. Fue, de hecho, una persona maravillosa: alegre, brillante, vital.
La que horneaba pastel de naranja y de nuez y polvorones para regalar en cada visita, y a cada persona que tenía una gentileza con su familia.
Entre muchas otras anécdotas felices.

A Orly, la vida no le debe caricias, pero le debe respuestas, sobre todo de su madre.
¿Cómo se sintió al no conocer el paradero de sus padres?
¿Dónde terminaron los álbumes de fotos que le dijo que escondió en aquella casa del gueto Bochnia?
¿Qué vivió en Bergen-Belsen más allá de lo que sí le contó?
¿Qué hubo de hacer ahí para sobrevivir, además de limpiar letrinas y pagar con pan para aprender francés e inglés?
¿En realidad ese nazi cuya caricia la despertó una noche en el campo se limitó solo a tocarle la cara?
¿Por qué no permitía que nadie salvo Orly, la abrazara?

Los miedos y culpas de la hija de una sobreviviente del Holocausto
Orly ha vivido con muchos miedos, que no eran suyos, sino prestados.
Miedo a viajar en tren por Europa. Miedo a la noche, cuando alguien podría entrar con sigilo a su recámara y hacerle daño.
Miedo a perder la estabilidad.
Miedo a la violencia.
Pero, también ha vivido con culpa. Culpa de no haber vivido lo que ella vivió. Culpa de existir en una época mejor. Culpa de cada travesura infantil. Culpa de dejar comida en el plato cuando a ella le daban un huevo al año en el campo de concentración. Culpa de no haber logrado compensar su desgracia. Culpa de no ser tan fuerte como ella.

Hoy…
Orly, hoy ya no custodio a su madre, sino atesora su recuerdo entrañable y honra su memoria como sobreviviente del Holocausto.
Hoy ya no paga su melancolía. Hoy ya no se deben disculpas porque cada una está sola y solas están juntas, con independencia pero lado a lado. Hoy no es tiempo ya de hablar desde el dolor, sino solo desde el amor.

marzo 11, 2021