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2025-04-01 23:12:54
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Dismorfia financiera: cuando tu cartera se ve afectada

Entiende la dismorfia financiera: la creencia de que nunca tienes suficiente. Encuentra soluciones para mejorar tu bienestar financiero.

febrero 19, 2025

Cuando nos enteramos de este término de la dismorfia financiera nos cayó como balde de agua fría y es que al parecer es una pésima relación con el dinero.

A ver, vamos a hablar de la dismorfia financiera, ese fenómeno moderno que, aunque suena a término médico sofisticado, en realidad es la versión económica de mirarse al espejo y pensar “no tengo nada que ponerme”, mientras el clóset se cae a pedazos. Pero en este caso, el clóset es tu cuenta bancaria… y el problema es que sí tienes (o podrías tener) lo suficiente, pero tu mente insiste en que no.

¿Dismorfia financiera? ¿Eso con qué se come?

La dismorfia financiera es esa sensación irracional de que tu situación económica está peor de lo que realmente está. Es como cuando tienes hambre y piensas que te vas a morir, pero en realidad comiste hace dos horas (y solo quieres justificar un antojito).

Esta distorsión mental te hace sentir que nunca tienes suficiente dinero, incluso cuando objetivamente te alcanza para cubrir tus necesidades y darte algún gustito.

Y sí, las redes sociales son las grandes villanas de esta película. Estamos rodeados de gente mostrando sus vacaciones en Mykonos, sus brunchs interminables y sus outfits de diseñador, mientras tú cuentas los días para la quincena y te preguntas si ese aguacate que compraste hace una semana todavía está comestible.

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El efecto TikTok

Plataformas como TikTok e Instagram son como ese amigo que siempre tiene una historia mejor que la tuya: te convencen de que todos están ganando millones mientras tú apenas sobrevives. Frases como “para eso trabajo, el dinero es mío” suenan muy empoderadas… hasta que te das cuenta de que “trabajo” es vender tu alma en horario de oficina y “el dinero” se va en Uber, café y comida a domicilio porque cocinar es para gente que tiene la vida resuelta.

El problema es que esta mentalidad de “vive hoy, ahorra nunca” tiene consecuencias serias. El costo de vida ha subido, los sueldos no tanto, y entre la inflación, el aumento de la renta y el precio del aguacate (otra vez ese aguacate), muchos sienten que ahorrar o planear a largo plazo es como querer llenar un balde con un colador: inútil y frustrante.

La comparación constante: El deporte favorito de Millennials y Gen Z

Según un estudio de Credit Karma, el 43% de la Generación Z y el 41% de los Millennials admiten que se sienten rezagados económicamente en comparación con sus pares. Y es lógico: si todo lo que ves son influencers haciendo un “haul” de Sephora o estrenando coche cada seis meses, es fácil pensar que estás haciendo algo mal… o que necesitas gastar más para pertenecer.

¿El resultado? Gente endeudándose para mantener un estilo de vida que no pueden permitirse, todo por miedo a quedarse fuera del club imaginario de “la gente exitosa”. Y así, la dismorfia financiera se convierte en un ciclo: gastas para sentirte mejor, pero luego te estresas porque gastaste, así que vuelves a gastar. ¿A alguien más le suena familiar o solo a nosotros?

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El choque generacional: “En mis tiempos…”

Si alguna vez le contaron a sus papás que no planean comprar casa porque “¿para qué endeudarse 30 años si puedo vivir en Airbnb?” seguro recibieron una mirada entre lástima y horror. La realidad es que las prioridades financieras de las generaciones anteriores eran diferentes porque sus circunstancias también lo eran. Para ellos, comprar una casa era difícil, pero posible. Para nosotros, es como querer conquistar Marte… sin cohete.

Así que, en lugar de construir una base financiera sólida, muchas personas priorizan las experiencias inmediatas (conciertos, viajes, gadgets nuevos) sobre el ahorro a largo plazo, lo que no sería un problema… si las experiencias no vinieran acompañadas de un saldo negativo en la tarjeta de crédito.

¿Cómo salimos de esta creencia limitante?

Reconocer que la dismorfia existe

El primer paso para dejar de sentir que tu cartera está al borde del colapso es aceptar que, tal vez, el problema no es tu cuenta bancaria, sino la comparación constante. Aceptar que las redes sociales son un escaparate cuidadosamente curado (nadie sube historias llorando porque se quedó sin gas) ayuda a poner las cosas en perspectiva.

Hacer las paces con el dinero

Reflexionar sobre tus hábitos de gasto es clave. Pregúntate: ¿esto lo quiero o solo lo quiero porque lo vi en Instagram? El 90% de las veces, la respuesta será la segunda opción.

Construir un plan financiero realista

No se trata de vivir en modo “monje budista financiero”, pero sí de encontrar un equilibrio entre disfrutar el presente y no estar en modo supervivencia cada fin de mes. Un presupuesto básico, un fondo de emergencia (aunque sea modesto) y un poquito de ahorro hacen maravillas para la salud mental.

Dejar de perseguir la aprobación ajena

Al final del día, la verdadera riqueza no está en tener el último iPhone o irse de viaje cada dos meses. Está en tener la tranquilidad de saber que, pase lo que pase, no vas a terminar comiendo atún y arroz durante dos semanas (a menos que te guste, claro).

La verdadera riqueza es invisible para las redes sociales

La dismorfia financiera es real, pero también lo es nuestra capacidad para salir de ese ciclo. No se trata de negar los placeres de la vida, sino de disfrutarlos sin poner en riesgo el futuro. Porque, al final, la verdadera tranquilidad financiera no se mide en likes, sino en noches de sueño sin insomnio económico.

Así que stop a las comparaciones y empiecen a construir una relación más sana con el dinero.

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