Estanislao Bachrach
Doctor en Biología Molecular de la Universidad de Buenos Aires. Conferencista Internacional. Profesor full time de la Escuela de Negocios Torcuato Di Tella. Entrenador mental de equipos y deportistas de alto rendimiento. Autor de los betsellers Agilmente y En Cambio. Co-dirigió en América Latina programas de Columbia Business School y Harvard Medical International
IG:@estanislaobachrach
¿Podemos cambiar todo lo que nos propongamos de nuestro cerebro?
Todo probablemente no, pero sí mucho más de lo que se creía. Desde una mirada científica, durante muchos años se habló del cerebro como un órgano fijo pero cada vez hay más experiencias que muestran que sigue siendo muy plástico incluso a los 80 o 90 años.
El proceso de aprender a cambiar en el cerebro
El cerebro no reconoce realidad o fantasía, reconoce tus creencias, así que lo primero es creer que lo puedes hacer. Y creer implica entender lo que va a suceder luego: trabajo, disciplina, compromiso, tiempo… Para la neurociencia cambiar es sinónimo de aprender, lo que pasa es que de adultos queremos dominar, no aprender de nuevo. Y antes de ponerte a cambiar, tienes que conocerte a ti mismo bastante para saber si quieres mover algo de tu vida.
¿Por qué cuesta tanto cambiar?
Primero porque uno cree que no puede. Y después cuesta porque tiene que ver con un aprendizaje que comportará fracaso en el camino. Y fundamentalmente porque en el proceso de cambio hay dolor y no nos gusta el dolor. La gente tiene que entender que el cambio es un proceso, es un camino. Pero en el proceso, que puede ser de un día, un año, diez años o toda tu vida, hay dolor.
Y a mayor autocrítica, menos cambio en la vida. Eso no quiere decir que no seamos críticos con nosotros, pero a menudo exageramos. En biología decimos que si vas a cambiar, vas a equivocarte y si vas a aprender algo nuevo, vas a fallar.
El miedo y el cambio
No querer fracasar, no querer pasarlo mal, no quedar en ridículo, ese favorece el NO cambio… el cambio es un trabajo personal y si estás pendiente de la mirada del otro, no lo vas a hacer. Lo que pasa es que la sociedad vende el cambio como algo fantástico y el cerebro dice “¡No es fantástico! ¡Lo estoy pasando mal!”.
¿El cerebro está más preparado para el ‘no cambio?
Está programado para no cambiar, pero tiene una capacidad de cambio que nosotros no usamos. Y eso es tremendamente importante para cualquier edad. El cerebro busca la rutina y el automatismo para no correr riesgos porque hace 100,000 años un cerebro así era eficiente. Pero hoy no. Hoy ya no hay tigres en la calle.
¿Cómo empezamos?
El cerebro odia que pienses por si piensas algo diferente o supone riesgos. Así que este proceso empieza con una palabra que no me gusta mucho pero que es real: el autoconocimiento. Tienes que conocerte y saber qué quieres cambiar.
Una vez que estás seguro de cambiar
Ahora no hay dudas científicas de que el cerebro funciona absolutamente diferente bajo el deseo y el querer que bajo el deber. Matemáticamente: si uno quiere, el cerebro te presta las neuronas, pero si uno ‘debe’ el cerebro se asusta y te da una o dos. Cuando el cambio es realmente querido por uno y no por tu jefe o por tu marido, el cerebro funciona mucho mejor porque es muy egoísta. Trabaja mucho mejor con todo lo que tenga que ver con él y su beneficio que si trabaja por los demás.
Tips para facilitar el cambio.
Potenciar la mentalidad de crecimiento: “Si tiendo a creer que no puedo cambiar, debo dejar de hablar de problemas y pensar en desafíos. Buscar cosas que podrías hacer distintas. ¿Qué hice bien? ¿Cómo aplicar lo que hice bien? ¿Con quién puedo hablar?”
Es posible cambiar la reacción ante las cosas si se cambian las emociones, es decir, los sentimientos que esas cosas generan. “Cuando el cerebro enfrenta un cambio se siente amenazado, lo que dispara emociones poco placenteras: ansiedad, miedo. Esto retroalimenta un circuito negativo: peores pensamientos, malas decisiones y mala performance”-
Una herramienta es etiquetar los sentimientos con palabras: enojo, miedo, angustia. Este es el primer paso para cambiar lo que se experimenta por nuevas sensaciones en el futuro: “esta situación me provoca miedo, la próxima vez que me pase trataré de visualizar coraje”.
No pensar en el pasado, y pensar en problemas siempre lleva al pasado: Hay que obligarse a dejar la queja y buscar espacios en la semana para pensar en soluciones: identificando una situación y lo que se puede hacer diferente.
En ese camino es clave reemplazar la pregunta ¿por qué?, por ¿qué tengo que hacer para…? “En vez de preguntarse por qué vendo poco?, más vale pensar ¿qué puedo hacer para vender más.
Reconociendo errores: El feedback negativo baja nuestro potencial. Es bueno reconocer errores, pero no debe llevar más que algunos minutos. Mejor reconocerse los aciertos, propios y de los demás.
Esto es clave para mantenerse motivado cuando las cosas no salen como esperamos, haciendo foco en el progreso que hicimos, el esfuerzo que le pusimos, sin dejar de analizar el proceso que nos llevó a ese resultado para saber si es el adecuado. También ayuda recurrir a personas que nos reconozcan y valoren.
Anticipar nuestro camino emocional: ante un cambio es previsible sentir miedo. Anticiparlo y prepararse ayudan a que ese miedo se sienta menos.
Por último, cada vez que se ponga en práctica esta estrategia para el cambio hay que recompensarse, sin importar el resultado. El cerebro relaciona lo nuevo, en este caso el intento de cambio, con algo agradable, facilitado el proceso en el futuro.
Tenemos 0,5 segundos para el cambio. ¿Qué es eso?
Todas las acciones involuntarias cotidianas las hace el cerebro. Lo que mide la ciencia es: desde que parte la señal hasta que haces la acción pasan 0,5 segundos. Cuando uno hace un trabajo de introspección puede reconocer un montón de señales que el cerebro le está dando 0,3 segundos antes de que suceda. Y los 0,2 segundos restantes son el momento que tienes para detener esa acción que pensadamente no quieres hacer. Es el espacio que queda entre la conciencia de que lo estás por hacer y la acción que se realizó. Y esto es entrenable.
¿Cómo reconocemos esas señales?
Primero tienes que decidir qué hábito que no te hace bien quieres empezar a entrenar para darte cuenta 0,3 segundos antes de que lo hagas y para tener 0,2 segundos para detenerlo.
Es imposible hacerlo con todas las cosas de tu vida. Hay que escoger uno. El más clásico es fumar. Cuando reconoces lo que quieres cambiar, después hay un trabajo muy intenso por hacer. La gente fracasa porque lo quiere hacer sin dedicarse un minuto a conocerse. A veces solo con cambiar una cosa es suficiente. Eso va a generar mucho más bienestar y mucha más tranquilidad… y la gente se siente más segura de sí misma y mejor.
El cerebro el órgano más tóxico
Es pura química. Las arterias transportan el oxígeno y el alimento y las venas eliminan la toxicidad. Cuando uno está dos minutos sin oxígeno en el cerebro, la muerte cerebral es por acumulación de toxinas. Así que es un órgano muy tóxico que debe estar bien oxigenado. Y la gente no sabe que el oxígeno además de alimentar a las células promueve la fabricación instantánea de venas y arterias. Cuando uno respira profundo, la red capilar (venas y arterias) crece y hay más neuronas limpias. Y neuronas limpias es igual a claridad mental, pensar mejor y más tranquilo. Respirar profundo tiene beneficios inmediatos en ocho o nueve segundos. Y si está más limpio, piensas mejor.