Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
TW: @marioguerra
Aunque nos han dicho que es mejor relacionarnos con personas se parezcan a lo que más nos gustan de nosotros, sabemos que esto no siempre es posible y que hay unas diferencias que convendrá resolver y otras con las que habremos de aprender a vivir. ¿Pero qué pasa cuando la disparidad es de una dimensión un tanto difusa? Hay personas que dicen no ser felices y, sin embargo, no tienen un motivo concreto para quejarse. ¿Son insatisfechos empedernidos o hay algo que, sin faltar, hace falta en su relación?
¿De qué estamos hablando aquí?
Una relación de pareja donde:
Uno de los dos está satisfecho con lo que ha construido y aporta dentro de la relación y, sin que eso pueda ser definido como malo o insuficiente, ya no da más porque dice así estar bien.
Esto también se puede hacer extensivo a la vida en general pues, sin poder definirlo como “mediocre” o “conformista” (porque sí ha logrado algo) tiene potencial para lograr mucho más.
Por el otro lado, tenemos a una persona que, si bien puede estar satisfecha con su relación en lo general, siente la necesidad de algo más; de un poco más de empuje e involucramiento por parte de su pareja.
Del mismo modo esto podría darse más allá de la relación donde esta persona se siente con energía, proyectos y nuevas ambiciones, mientras que su pareja cumple, pero no más allá.
Podríamos resumir esto como una persona que se siente genuinamente satisfecha con lo que hace y siente que con lo que da basta y sobra. La otra está frustrada porque siente que su pareja podría dar un extra en la relación y/o en la vida.
Esto lo podemos definir como que uno está insoportablemente satisfecho y el otro increíblemente frustrado porque, según me lo ha referido algunos de mis pacientes a lo largo del tiempo, les gustaría que su pareja fuera “tantito más cabrón”.
¿Por qué resulta esto tan frustrante para algunos?
Primero por lo que ya describí anteriormente. La sensación de que falta algo sin realmente faltar nada que se pueda exigir.
Segundo, porque cuesta trabajo definir la razón de la insatisfacción porque el otro “cumple y lo hace bien”, pero quizá se tiene la percepción, o se tuvo la expectativa, que pudiendo todo iba a dar un extra.
Y por último, porque generalmente no se tiene validación social por esta situación. Si ya de por sí cuesta trabajo explicar con palabras, cuando se consigue hacerlo muchas personas, aún del círculo cercano, tachan a la persona de malagradecida, insatisfecha crónica o abusiva.
En general las personas pueden incluso envidiar su relación y les causa mucho conflicto que uno de los dos diga que ya no está a gusto o que quiere dejar la relación sin haber “motivo”.
Desde afuera las personas ven a la persona acusada como “la pareja ideal” y al de la queja como “una loca”.
¿Pero entonces la relación no está mal?
Pues objetivamente no, pero subjetivamente sí.
Objetivamente, si le preguntamos a la pareja “satisfecha”, diría que no hay problema y que todo está resuelto (porque en realidad de alguna manera sí lo está).
Los niños van a una buena escuela y el lugar donde viven es bonito,
Pueden vacacionar, ir al cine, a cenar y tienen una buena vida social,
Tienen relaciones sexuales cumplidoras y a veces hasta bastante buenas,
No hay infidelidades ni discusiones importantes de por medio porque, incluso, al satisfecho, no le gusta mucho discutir y evita enfrascarse en eso.
Generalmente no se rehúsa a propuestas y peticiones de su pareja, incluso a la de “tenemos que hablar”, pero raras veces tomará la iniciativa en algo.
Trata de complacer a su pareja en lo que pueda y es muy tolerante con ella.
Subjetivamente la cosa cambia. Es verdad que a la persona insatisfecha no le falta nada, ni siquiera cariño, pero probablemente siente que ya no admira tanto a su pareja o ya no se siente tan enamorada de él, aunque eso no quiere decir que no le ame.
Digamos que la relación está en un estado de pseudo coma.
La persona come, habla, interactúa, pero no tiene iniciativa más que para lo elemental y suficiente y digamos que “como lo pones se queda”. No tan rígido como un maniquí ni tan aguado como un charal, pero con el mismo nivel de interés por la vida que este último.
¿Qué efecto causa esto en la relación?
La persona insatisfecha se siente frustrada, incomprendida y solitaria.
Incluso llega a pensar que el problema es ella o que pueda estar deprimida y por eso no pueda disfrutar de la vida, pero no es así.
Como mecanismo de defensa la persona puede encerrarse en el ejercicio, algún pasatiempo, el trabajo o hasta en el abuso de sustancias, principalmente el alcohol, para mantenerse ocupada y no pensar mucho en el tema.
El insoportablemente satisfecho, si su pareja le revela su sentir, se siente confundido porque genuinamente no entiende que está haciendo mal o qué es lo que su pareja necesita.
Piensa que es algo pasajero, de la edad o que le falta algo más en su vida, así que está dispuesto a ayudarle con la terapia o hasta regalarle unas clases de natación a ver si eso le ayuda.
El tema es que el problema no es algo puntual, sino una cuestión más de actitud ante la vida.
¿Para dónde va una relación así?
En general, al menos hay dos caminos posibles.
La persona insatisfecha aguanta mientras trata de encontrar escape en esas otras actividades, hasta que ya no puede más con la sensación de frustración y soledad. Entonces esto se ramifica hacia:
La declaración de deseo de divorciarse.
La propuesta de buscar ayuda profesional, como tomar terapia de pareja.
Si lo anterior va hacia la propuesta de terapia, la persona insoportablemente satisfecha podrá reaccionar al menos de dos formas:
Pensará que no es necesario (para él todo está bien y quien necesita la terapia es su pareja). Entonces o de plano no va, o va y no coopera o…
Genuinamente tratará de ver cómo puede ayudar y se comprometerá con el proceso.
¿Por qué pasa esto? Puede haber varias razones, veamos algunas:
La persona insatisfecha jugó a la segura y eligió a una pareja muy estable sobre aquellos otros posibles candidatos que realmente le apasionaban.
Esto puede darse por el miedo al abandono o a la pérdida.
La persona insoportablemente satisfecha carece de ambición que tiene que ver con el deseo de ir más allá de lo que ya ha logrado.
Esto sucede porque le inculcaron que tenía que lograr cosas en la vida más como un hito u obligación que como una forma de crecer y florecer. Entonces al sentir que “ya llegó”, deja de hacer porque pensará que ya ha cumplido.
La persona insoportablemente insatisfecha tiene un estilo de apego evitativo.
Se involucra, pero hasta cierto punto, porque le inculcaron que lo que importaba era el hacer y el tener sobre el sentir, por lo que su infancia estuvo plagada de frialdad y distanciamiento con padres insoportablemente ausentes, incluso en presencia.
¿Hay algo que se pueda hacer con una relación así?
Mucho, por supuesto.
Lo primero es que aquél que considera que no hay problema, se abra a la posibilidad de que puede que sí haya un problema.
Luego, que el insatisfecho, si lo hace, deje de perseguir o presionar al otro para cambiar.
Esto deberá ser el resultado de un proceso y no el objetivo a perseguir.
Buscar ayuda. Generalmente se piensa en terapia de pareja, pero lo más recomendable sería en conjunto un proceso grupal y en lo individual quizá acá convenga terapia para cada uno por separado para que:
El insatisfecho pueda revisar sus deseos y expectativas y
El satisfecho pueda revisar su estilo de apego, las limitaciones de su ambición y acercarse más a su pareja desde la escucha con intención de comprender y la empatía de saber que genuinamente está sufriendo.