Max Kaiser
Fundador del Centro para la Integridad y la Ética en los Negocios (CIEN). Es autor
del libro “El combate a la corrupción, la gran tarea pendiente en México”.
Twitter:@MaxKaiser75
Hoy hace un año, el país parecía divido en dos, por los menos en lo que a las expectativas se refiere. La mitad de los mexicanos vaticinaban que el país se encaminaba al caos por consecuencia del resultado electoral. La otra mitad del país celebraba porque todo había cambiado, por la simple llegada de una persona diferente al poder.
Hoy, a un año de ese día, ambos grupos parecen decepcionados. Todo lo que estaba descompuesto, sigue descompuesto. Si acaso, las cosas han empeorado en muchos rubros. El gobierno ha tomado decisiones que deterioran gravemente su capacidad para brindar seguridad, salud, educación, crear infraestructura y mantener la paz.
La realidad empieza a matar la euforia de quienes se declaraban parte de una transformación histórica. Pero también, el camino del fracaso ha resultado un mal consuelo para aquellos que votaron por otra opción.
Así, los mexicanos regresamos al mismo lugar de cada 6 años. A la realidad que nos grita de mil maneras que no hay soluciones mágicas. No hay salvadores mesiánicos, ni atajos escondidos.
Llevamos décadas probando el modelo político en el que unos proponen y otros se oponen. Este sistema nos hace gastar la mitad de la energía y la mitad de la creatividad colectiva.
Imaginen qué futuro tendría cualquier empresa en la que la mitad de los empleados empuja una idea, sólo para que la otra mitad se enfoque en maneras de oponerse. Imaginen una casa en la que toda propuesta de un miembro de la familia recibe en automático un rechazo de otro, sólo para que cambien los papeles cuando el otro propone.
El gobierno actual surge de la oposición más férrea que ha visto este país. Está compuesto por personas que durante dos décadas se volvieron unos auténticos profesionales del “NO”. No a todo, no sin razón o argumento, sólo no, porque lo propone el gobierno. Explotaron durante dos décadas todo tipo de estrategias para señalar, denunciar y criticar. Y fueron muy efectivos, porque golpearon cualquier posibilidad de legado de los últimos tres gobiernos nacionales. Crearon una narrativa de fracaso desde la oposición.
Así llegaron al gobierno, y tristemente nos hemos dado cuenta de que en esas dos décadas no construyeron un modelo nuevo o diferente de gobierno. La apuesta es quitar a 11 mil empleados del gobierno anterior, destruir sus programas y obras más emblemáticas, y crear nuevos proyectos y programas que no convencen a ningún experto en las diferentes materias. Los datos negativos en los diferentes rubros dejan cada vez menos espacio para la interpretación.
Ahora, quienes no estamos en el gobierno tenemos dos caminos: ser oposición, o construir alternativas.
La primera es muy sencilla. Es la de cada 6 años. Y es muy fácil porque sólo requiere observar, esperar y señalar. En el ejercicio de gobierno es imposible convencer a todo mundo y es muy fácil cometer errores. Las variables que deben considerarse en la toma de decisiones se multiplican con el avance de un sexenio, y el desgaste se hace evidente. Así, el trabajo de quienes observan desde afuera se hace muy sencillo. Pero eso no genera alternativas, sólo resistencia.
Gandhi tiene una frase muy poderosa que es: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. A su estilo, este gran filósofo de la humanidad nos invita a voltear ese dedo con el que tan fácil señalamos a otros, hacia mi.
¿Pero eso de qué sirve para crear alternativas?
¿Qué queremos que haga el gobierno? 10 prioridades:
Brindar seguridad y reducir la violencia
Cuidar la salud de los mexicanos
Brindar educación de calidad
Crear las condiciones para que crezca la economía y genere desarrollo
Crear oportunidades para que se reduzca la pobreza
Cuidar el medio ambiente
Promover la cultura
Promover la diversidad y la inclusión
Promover la libertad de pensamiento, expresión y culto
Hacer todo esto, cumpliendo la ley
Esas 10 cosas son las que más comúnmente le pedimos al gobierno. Ahora, aplicando la máxima de Gandhi, hagamos cada uno la siguiente evaluación de nuestra casa, comunidad y lugar de trabajo. De un año a la fecha, mi casa, mi comunidad y mi lugar de trabajo:
¿Son lugares seguros y sin violencia?
¿Se cuida la salud de todos y se promueve una vida sana?
¿Se promueve el conocimiento y la obtención de nuevas capacidades?
¿Se generan nuevas alternativas de crecimiento, ahorro e inversión productiva?
¿Se sacrifica parte de lo propio para ayudar al que menos tiene?
¿Se recicla, reutiliza y se reduce el consumo de cosas que contaminan?
¿Se promueve la creatividad, el arte y el esparcimiento?
¿Se promueve la diversidad y la inclusión?
¿Se respeta al que piensa diferente y cree diferente?
¿Se respeta la ley sin pretextos?
Para hacer todo esto no requerimos del gobierno. Y cada uno puede hacer su propio esfuerzo, estrategias y luego evaluación. Cada uno se vuelve responsable de su casa, su comunidad y de su lugar de trabajo. La suma puede generar una verdadera alternativa, una forma diferente de organización social.
La apuesta es que así, el país cambie desde la sociedad, y desde ahí, surja una forma nueva de hacer gobierno.