Laura Rojas Marcos
Doctora en Psicología clínica y de la salud. Investigadora, conferencista, psicoterapeuta, docente y escritora. Lic en Psicología Clínica en la Universidad de Nueva YorK. Es miembro de la Real Academia Española de Doctores. Miembro de la Asociación Americana de Psicología. Ha sido seleccionada como una de las Top 100 mujeres líderes e influyentes de España. Es autora de varios artículos publicados y los libros Hablar y aprender, El sentimiento de culpa, Somos cambio y La Familia: de relaciones tóxicas a relaciones sanas.
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¿Qué son las trampas mentales?
Son las creencias que desarrollamos por la interpretación que hacemos de una realidad o un hecho que afectan negativamente a cómo analizamos y cómo nos comportamos, o sea, a partir de lo que pensamos puede surgir un pensamiento determinado que va a afectar a nuestra conducta.
Tu mente te engaña.
La realidad la observamos con unas gafas que llevan unos determinados filtros. Estos filtros hacen que ante un mismo acontecimiento (un cambio, una mala noticia o un ruptura), haya personas que lo contemplen como una maravillosa oportunidad y otros, que se ahoguen en un vaso de agua.
Los filtros son tan potentes, que actúan como trampas, que nos atrapan y que nos introducen en emociones no siempre agradables.
Por eso, dependiendo de tus filtros o de tus trampas, sufrirás o disfrutarás con lo que haces.
5 tipos de trampas mentales
Leer el pensamiento de otros: Cuando hablamos con alguien damos por hecho que sabemos lo que está pensando. “Seguro que ha pensado que soy un desastre”. Imaginamos que los otros piensan de nosotros cosas peores de lo que realmente ocurre. También puede ser al contrario, si caemos en un cierto narcisismo. En cualquier caso, es suponer y sufrir si es algo negativo. O como creemos saber qué piensa o cómo va a reaccionar una persona sobre tal o cual cosa, nos armamos toda una película en la cabeza.
La culpabilización: hacer a los demás responsables de nuestro sufrimiento o en hacernos, por el contrario, responsables de los problemas ajenos. La culpa siempre implica a alguien o algo externo causante de nuestro sufrimiento o de nuestro dolor. Y como habitualmente no podemos cambiar las circunstancias ni a los demás y solo podemos cambiarnos a nosotros, atribuir al exterior la causa de nuestros problemas nos despoja del poder para llevar a cabo los cambios necesarios.
Los otros: Ocurre cuando siempre son los demás los que tienen la culpa de todo lo negativo que acontece en la vida de las personas. Normalmente va acompañada con la palabra “es que”, “es que el Gobierno”, “es que el jefe”, “es que mi compañero”, “es que mi esposo”. Dar excusas y no asumir la responsabilidad de las acciones genera una pérdida de propósito en cada labor.
Catastrofismo: Cuando anticipamos cualquier acontecimiento de un modo negativo. Una frase habitual está relacionada con ¿Y si?… “¿Y si va mal toda la fusión?”, “¿Y si me equivoco?”… Date tiempo para comprobarlo y para equivocarte, pero no te agobies anticipadamente.
La indefensión: Haga lo que haga no voy a tener el resultado que quiero. Viene de una autoestima baja, que sufre. Cuando nos sentimos indefensos pensamos que todo va a ser un desastre. En ocasiones “aprendemos” que nuestra conducta no va a influir en los resultados, o sea, que no hay nada que podamos hacer, así que nos desanimamos y dejamos de intentar cosas.
¿Se puede salir?
Somos capaces de cambiar los filtros y contemplar la vida de un modo más amable.
La realidad no puedes modificarla (si te han despedido, te han despedido; si te han abandonado, te han abandonado…), pero sí puedes modificar la interpretación de la misma y, con ello, transformar tus emociones (tengo oportunidad de comenzar un proyecto de trabajo que me ilusione o existen nuevas experiencias en el amor que puedo comenzar a vivir…). En definitiva, puedes escaparte de tus propias trampas, aunque no sea fácil, como ya decía el gran Albert Einstein.
¿Cómo salir de las trampas mentales?
Reenfócate. Piensa en una forma diferente de ver la situación. Si tu pensamiento negativo es «no puedo hacer nada bien», una forma más amable de replantearlo es «lo he arruinado, pero nadie es perfecto», o un pensamiento más constructivo es «lo he arruinado, pero ahora sé que debo prepararme más para la próxima vez».
Contrarresta los pensamientos negativos con los positivos. Cuando descubras que tu diálogo interior es malo, oblígate a decir algo agradable para equilibrarlo. Esto puede parecer cursi al principio y el amor propio puede ser difícil, no te rindas si te sientes incómodo al principio. Nombra las cosas que amas, que te agradan o que simplemente no odias de ti mismo: ¡todos tenemos que empezar por algo!
Recuerda: los pensamientos no son hechos. Tus pensamientos y sentimientos son válidos, pero no siempre son la realidad. Puede que se sienta desagradable, pero eso no significa que lo sea. A menudo podemos ser nuestros peores enemigos: los demás nos ven de forma mucho más agradable que como nos vemos a nosotros mismos.