Isabel Revuelta Poo
Historiadora del arte especializada en historia de México. Internacionalista, maestra e investigadora. Es parte del programa El Refugio de los Conspiradores, de ADN40.
TW: @isabel_revuelta
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¿De qué va el libro?
Cuenta la vida de diez mujeres que fueron parte de los sucesos más emblemáticos de México: desde la Conquista hasta el siglo XX.
Es una colorida antología que honra la memoria de las protagonistas que construyeron a México.
Trata de personajes como: la Malintzin, Tecuichpo, sor Juana, la Güera Rodríguez, Dolores del Río y otras mujeres que cuestionaron las costumbres de su época, decidieron cambiar su destino y, así, el rumbo de nuestro país.
Malintzin
Antes de poner si quiera sus ojos sobre el rostro de Hernán Cortés en tierras mayas, en abrirl de 1519, antes de convertirse en su lengua, en su voz, Malintzin había sido vendida como esclava dos veces por los suyos. No por los otros, no por los recién llegados, sino por los propios, por mexicas y por mayas, para quienes ella era una esclava más, sólo una mujer más.
El encuentro entre Hernán y Malintzin, así como la relación tan estrecha que mantuvieron en todos los sentidos, es uno de los hechos más trascendentales de la historia de la Conquista y del mestizaje de México.
Su intervención fue definitiva en el triunfo de Hernán Cortés
Su verdadero nombre es un misterio, se desconoce cómo la llamaron sus padres pero pasó a la historia con el nombre de Malintzin.
Hablaba náhuatl, popoluca y maya chontal.
A los 14 ó 15 años fue parte del regalo que le hicieron a Hernán Cortés y a sus hombres.
Ella eligió ser la traductora de Cortés. No traicionó a nadie porque no se sentía parte de nadie.
Se volvió para Hernán Cortés, además de su lengua, una suerte de salvoconducto, su herramienta más preciada. Su embajadora: La que habla por “el importante” ante otro “importante” en el protocolo prehispánico.
Malintzin detallaba a Cortés los modos, las costumbres, la psique y la religión de los grupos con los que tenía contacto.
Aparece en diversos códices coloniales siempre magnífica, ataviada de huipiles hermosos, sobria, con la cabeza erguida, instruyendo a las mujeres que la escuchaban en silencio, en forma humilde y recatada.
Si entre ella y Hernán Cortés hubo un gran amor, es difícil saberlo. Sin embargo, los hechos indica que, en muchos momentos, se fundieron en un vínculo amoroso, más allá de la posible relación entre conquistador e intérprete.
Ella participó en el histórico momento en el que Cortés y Moctezuma se conocieron, ella fue quien tradujo ese crucial evento, el 8 de noviembre de 1519.
Durante la huída en la célebre “Noche Triste”, Doña Marina huyó junto a Cortés, Pedro de Alvarado, Bernal Díaz del Castillo y alrededor de 8 mil hombres (sólo mil trescientos eran españoles).
Después de la caída de Tenochtitlán, ella y Cortés vivieron juntos en Coyoacán.
En 1522, Malintzin se convirtió en madre. Nació su primer hijo y el primer hijo varón de Hernán Cortés.
Cortés organizó la boda de Malintzin y Juan Jaramillo un hombre que lo había acompañado fielmente desde la llegada a Veracruz.
Malintzin al casarse con un español obtuvo derechos y su posición cambiaba para siempre.
Tuvo una hija, María, con Jaramillo.
Malintzin murió antes de cumplir 30 años quizás como víctima de una de las múltiples epidemias de viruela.
Isabel Moctezuma
Hija de Moctezuma.
Nació princesa mexica y murió noble dama novohispana.
Fue la primer mujer dueña y señora de una encomienda.
Ichcaxóchitl Tecuichpo la llamaron en náhuatl al nacer “flor de algodón”.
Isabel Moctezuma fue el nombre que Hernán Cortés eligió para ella por su innegable linaje imperial y en honor a Isabel I de España.
Vio la caída de Tenochtitlán y encarnó el nacimiento de la Nueva España.
Fue la última princesa mexica.
Fue la esposa de Cuitláhuac, de Cuauhtémoc, señora del Anáhuac dos veces, mujer der Hernán Cortés, nuevamente esposa en 6 ocasiones, viuda 5 más y dueña del pueblo de Tacuba.
Vivió una niñez rodeada de la gloria, el poderío y la dominación que ejercían los mexicas.
En el seno de la familia mexica, los niños, desde el más noble hasta el más humilde, eran esperados y recibidos de manera entrañable, profundamente sensible, como si se tratara de un milagro.
A los diez años fue casada con su tío Atlixcatzin, por su edad el matrimonio no se consumó y luego quedó viuda.
A la muerte de su padre, Tecuichpo huyo con los españoles, sus aliados indígenas y su familia durante la sangrienta “Noche Triste”
Aún con 10 años es casada con Cuitláhuac con la idea de garantizar la continuidad de la estirpe y la dinastía de su pueblo. Se convierte en reina.
Cuitláhuac muere por viruela y los sacerdotes volvieron a casarla, casi de inmediato, con su sucesor Cuauhtémoc.
A la caída de Tenochtitlán se convirtió en una nueva mujer, se convirtió en Isabel Moctezuma.
Derrotados ella y Cuauhtémoc fueron llevados a las casas de Hernán Cortés en Coyoacán. Isabel vivió con quien se convirtió en gobernador, capitán general y justicia mayor de la Nueva España.
Los frailes franciscanos que llegaron primero a Veracruz fueron los que se encargaron de construir a la nueva Isabel. Ellos le dieron una razón de ser ante la pérdida de todo.
A la muerte de Cuauhtémoc, Cortés decidió casarla con Alonso de Grado, visitador de Indias, sería el primer matrimonio de 3 con destacados españoles.
Después de esto, Cortés le otorgó la encomienda de Tlacopan, en Tacuba y se convirtió en la primera mujer de toda América en ser dueña de tierras y naturales en la Nueva España.
Tras la muerte de su cuarto esposo, sola de nuevo, Cortés la lleva a vivir con él a Coyoacán y se da entre ellos una relación amorosa, pero sin matrimonio.
Fue casada con Pedro Gallego de Andrada y tuvo una hija con Cortés, Leonor Cortés Moctezuma a quien su madre siempre rechazó.
Después, Isabel escogió por voluntad propia su sexto y último matrimonio con Juan Cano de Saavedra. Tuvieron 5 hijos, llevaron una vida dichosa y tranquila.
Murió de causas naturales en 1550.
María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio, la Güera Rodríguez
Durante mucho tiempo fue estigmatizada en la historia de México como la mujer que tuvo amoríos y amistades con personajes notables. Sin embargo, ella misma fue una persona notable, cuya relevancia fue quedando en el olvido.
Fue figura importante en el movimiento independentista, al cual apoyó económicamente, al grado que pesó sobre ella una acusación de herejía por defender la independencia y por mantener trato con el cura Miguel Hidalgo y Costilla.
El 22 de marzo de 1811 fue presentada ante el tribunal del Santo Oficio debido a dichas acusaciones, y una más por un supuesto adulterio.
María Ignacia fue hija de criollos muy adinerados.
Debido a su belleza y carácter, se convirtió en una mujer popular de la aristocracia novohispana. A sus 16 años, conoció al científico Alexander Von Humboldt, con quien mantuvo una fuerte amistad e incluso una relación amorosa. Un año más tarde, se le vinculó con Simón Bolívar, con quien se dijo que también tuvo una relación sentimental.
En 1792, se casó con el militar José Jerónimo López de Peralta, con quien tuvo cuatro hijos. El matrimonio acabó por una denuncia de intento de asesinato.
De acuerdo con Rodríguez, López de Peralta la golpeaba e intentó asesinarla con un disparo de bala. Por su parte, su esposo la acusó de cometer adulterio.
Rodríguez se casó por segunda ocasión con Mariano Briones, un anciano adinerado, quien murió meses después y del que tuvo un hijo. En esa ocasión, heredó una gran fortuna.
Finalmente, se casó con Manuel Elizalde, con quien vivió hasta su muerte.
Se dice que sostuvo una relación amorosa con Agustín de Iturbide, en quien ejerció una gran influencia política, según algunos historiadores, se cree que fue ella quien durante sus encuentros amorosos convenció a Iturbide de convertirse en libertador del país y lo apoyó para que llevara a cabo el plan de libertad nacional del pueblo mexicano.
La leyenda cuenta que Iturbide desvió el desfile del Ejército Trigarante, cuando entró victorioso a la Ciudad de México, para pasar cerca de la iglesia de La Profesa, por donde vivía la Güera Rodríguez.
Madame Calderón de la Barca
Frances Erskine Inglis, mejor conocida como la Marquesa Calderón de la Barca, fue una escocesa, nacida en Edimburgo en 1806, de religión protestante, que se casó con Ángel Calderón de la Barca, quien fuera el Primer Ministro Plenipotenciario de España en el México independiente.
Acompañando a su marido, la futura marquesa llegó a México en diciembre de 1839 y permaneció aquí hasta enero de 1842.
Durante este tiempo, viajó por el país y escribió sus impresiones en una copiosa correspondencia a su familia, que vivía en Boston.
De estas cartas, la autora escogió 54 de ellas para ser publicadas y así se formó el libro “La vida en México durante una residencia de dos años en ese país”, cuya primera edición se imprimió en Boston en 1843, con prefacio del historiador William H. Prescott.
En La Vida en México se describen hechos, personajes, modas, pasiones y costumbres del México de la época. También refleja los sentimientos e ideas, así como sus prejuicios, de la autora hacia México y su gente.
Durante su estancia, la posición privilegiada de la marquesa le permitió conocer a las personalidades mexicanas de la época, como Antonio López de Santa Anna, Carlos María de Bustamante, Lucas Alamán, Manuel Payno y la célebre «Güera» Rodríguez.
Las mujeres indígenas fueron objeto de varias de sus cartas. Le llamaron profundamente la atención. Las observó con especial fascinación y a través de ellas definió muchos rasgos del modo de ser indígena. Quedó admirada por el amor de éstas hacia sus hijos, la generalización de los malos tratos de los maridos a sus esposas y el decisivo papel de éstas en el hogar.
En sus cartas, también resaltó la importancia y fuerza del Guadalupanismo y la cohesión que generó en la sociedad.
A su regreso a Estados Unidos, la señora Calderón de la Barca abandonó el protestantismo y se convirtió a la religión católica.
Al quedar viuda se recluyó en un convento, del cual salió para dedicarse a servir a la Familia Real Española.
En 1876, el monarca Alfonso 13 le otorgó el título de Marquesa Calderón de la Barca.
Murió en Madrid en 1882.
Antonieta Rivas Mercado
La labor cultural de Rivas Mercado fue muy diversa, pues además de ser promotora cultural, fue editora de libros, activista política y se convirtió en parte esencial de los Contemporáneos.
Antonieta Rivas Mercado tuvo un papel activo e influyente en la vida cultural de México durante la posrevolución.
Sin ella habría sido imposible concebir el Teatro Ulises, la revista Ulises y la revista Contemporáneos, proyectos culturales de los cuales fue mecenas y que se separaban de manera radical del movimiento monumental representado por Rivera, Orozco y Siqueiros.
Rivas Mercado fue una mujer desafiante a su tiempo y una vanguardista cuya labor fue clave en la modernización de la cultura en México.
El tiempo que pasó en Europa y la influencia que generó en ella el teatro de vanguardia de París despertaron en Antonieta Rivas Mercado la inquietud de promover en México un teatro que renovara la escena mexicana marcada por el acartonado nacionalismo.
Rivas apoyó con su fortuna a los Contemporáneos para poner en marcha el Teatro Ulises.
Retó la imagen de la mujer adinerada que se fascinaba por la cultura y mostraba dicha fascinación de manera pasiva y altruista.
Es casi imposible pensar en artistas, intelectuales y escritores como Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Roberto Montenegro y Agustín Lazo sin hacer alusión a Antonieta Rivas Mercado, quien se convirtió en parte esencial de los Contemporáneos.
La labor cultural de Rivas Mercado fue muy diversa, pues además de ser promotora cultural, fue editora de libros como Dama de corazones de Xavier Villaurrutia, Novela como nube de Gilberto Owen y Los hombres que dispersó la danza de Andrés Henestrosa. Además, fundó y financió la Orquesta Sinfónica Mexicana, que tuvo como director al compositor Carlos Chávez.
Su trabajo como escritora abarca la dramaturgia, el ensayo, la prosa, la novela, la crónica, la epístola y la traducción; además, publicó algunos artículos en diversos diarios.
Entre los escritos de Rivas Mercado destacan aquellos en los que realiza una reivindicación de las mujeres, una de las tantas preocupaciones presentes en su obra. En el artículo La mujer mexicana, que fue publicado hacia 1928 en El Sol de Madrid, indica que la cultura es “la única vía de salvación de la mujer”, pues señala que “es preciso, sobre todo para las mujeres mexicanas, ampliar su horizonte, que se la eduque e instruya, que cultive su mente y aprenda a pensar”.
La inteligencia e inquietud de Rivas Mercado se inmiscuyeron en la política, pues tuvo una destacada participación en la campaña electoral de José Vasconcelos, quien en 1929 decidió postularse como candidato a la presidencia de México.
Antonieta Rivas Mercado se encargó de realizar la crónica de la campaña de Vasconcelos, quien buscaba llegar a la silla presidencial frente a Plutarco Elías Calles y Pascual Ortiz Rubio. Precisamente, Antonieta fue una gran crítica de la realidad cultural y política que tenía lugar durante el régimen callista.
Antes de culminar la campaña, y ante el hostil escenario en México para los partidarios de Vasconcelos, Rivas Mercado se exilió en la ciudad de Nueva York y posteriormente se asentó en París para desempeñarse como periodista y escritora.
Sus crónicas políticas no serían publicadas sino años posteriores y su novela quedaría inconclusa debido a que Antonieta Rivas Mercado decidió quitarse la vida en 1931 en la capital francesa.