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¿Tienes miedo de mostrarte vulnerable?

Qué es eso de la vulnerabilidad, por qué nos avergüenza mostrarnos frágiles.

octubre 16, 2018

Mario Guerra
Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta
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¿Qué es lo que pensamos cuando alguien reconoce que se ha equivocado, que tiene miedo o que pide perdón?
Podemos pensar que es una persona con mucho valor, que ha enfrentado sus miedos y que es digna de admiración.
¿Qué pasa, en cambio, cuando eres tú el que se equivoca, tiene miedo o debe pedir perdón? ¿Ves acaso esto como un signo de debilidad porque piensas que debes ser fuerte y nunca fallar? ¿Cuántos no van por ahí haciéndose los “fuertes” para no reconocer que son tan vulnerables como el resto de nosotros y con eso pierden mucho de su humanidad?.   ¿Y tú, cuándo te sientes más vulnerable?

¿Qué es la vulnerabilidad?
Es el grado en que las personas pueden ser susceptibles a las pérdidas, los daños, el sufrimiento y la muerte.
Reconocer o mostrar la vulnerabilidad es un estado de exposición emocional, de resultado incierto, que implica el riesgo de salir lastimados.
Por ejemplo:
Reconocer que tienes miedo de lo que pueda pasar, de hacer el ridículo, de fracasar en la vida, de confesar algo, de saludar y que no te saluden…
Mostrarte vulnerable es reconocer que estamos equivocados, que no lo sabemos todo y que tampoco lo podemos todo.
Es reconocer que no siempre sabes que hacer, que a veces las cosas te salen mal y que incluso a veces has mentido para obtener algo que querías.
Es como cuando te pregunta tu pareja “¿Qué tienes?” y tu respondes que “Nada” para que no se de cuenta que te ha afectado lo que te ha hecho (o dejado de hacer).
Es no querer o avergonzarte de que te vean llorar cuando algo muy triste te ha pasado.

¿Por qué no nos gusta reconocer que somos vulnerables?  

Hay 3 mitos acerca de la vulnerabilidad que hace que tratemos de evitar reconocerla:
La vulnerabilidad es debilidad.
Es muy curioso como frecuentemente invitamos a otras personas a abrirse, a reconocer sus miedos y a que nos cuenten lo que sienten, pero cuando se trata de nosotros, todo cambia.
Es como si dijéramos “La vulnerabilidad en ti es valor, pero en mí es defecto”
Hemos aprendido que mostrarse vulnerable es una señal de debilidad que los demás van a aprovechar para lastimarnos o que, si la notan, eso va a disminuir nuestro valor como personas.
Esto es especialmente cierto en algunas empresas donde la cultura interior castiga severamente e incluso prohíbe a sus colaboradores reconocer que tienen miedos.
Pero si los tienes y nos los reconoces, ¿cómo trabajas con ellos?
Recordemos que lo que no se dice, se actúa.
Se nos enseñó que mostrar los sentimientos era de cobardes, débiles o incompetentes. Que no debemos tener miedo y que para atrás, ni para tomar impulso.  Que de niños si nos caíamos no pasaba nada, que la oscuridad no tenía por qué asustarnos e incluso se nos ha enseñado que dudar no es bueno y que siempre hay que actuar con seguridad.

¿Cuál es la realidad?  Que ser vulnerables es parte de la condición humana y que hay cosas, muchas, que sí duelen, nos enojan, nos entristecen y nos asustan.
Hay personas que siempre son fuertes y nunca vulnerables.
Y entonces ese es tu estándar a alcanzar o tu modelo a seguir.
La realidad es que todos somos vulnerables en distintos momentos de la vida porque todos somos susceptibles de perder, sufrir un daño, de sufrir y de morir.
No se elige ser o no vulnerable porque ya somos. Lo que se puede elegir es la forma de expresar esa vulnerabilidad que tenemos.
Entonces lo que hay son personas que se hacen las fuertes porque les da miedo reconocer que son vulnerables (ante los demás y a veces ante sí mismos).
Ser vulnerable significa que tus emociones sean como un libro abierto para todos.
Mostrarte vulnerable no significa que has perdido tus límites.
Primero es reconocer nuestra vulnerabilidad ante nosotros mismos y luego elegir compartirla con alguien que nos quiera, que respete nuestros sentimientos o que nos sepa ayudar, como por ejemplo un terapeuta.
Cada uno comparte sus sentimientos más profundos con aquellas personas que han demostrado ser dignas de confianza para hacerlo.
Generalmente son personas respetuosas, empáticas y solidarias.
¿Qué es de las cosas que más nos avergüenza reconocer?
Un estudio publicado este 2018 en la revista de personalidad y psicología social de los EEUU, dice que son:
Admitir un error o confesar una falta.
Reconocer que se tiene miedo o incertidumbre acerca de algo.
Pedir perdón (pero hacerlo de manera sincera).
Confesar un amor romántico.
Pedir ayuda.
Revelar imperfecciones corporales.

¿Cuál es el efecto de no reconocer o mostrar nuestra vulnerabilidad?
Nos incomodan nuestras propias emociones y mucho más su exposición pública.
Entonces las canalizamos de maneras indirectas, poco claras y retorcidas, como transformado el miedo en enojo y la tristeza en aislamiento.
Nos incomoda la expresión emocional de los otros.
Y entonces nos volvemos poco empáticos, abandonamos a los que más queremos, cuando más nos necesitan y hasta podemos presionar al otro para que se trague lo que siente porque nos urge “repararlo” para que ya no nos incomode su incomodidad.
Te alejas de experiencias.
A veces para ocultar tu vulnerabilidad dices que no te interesan ciertas experiencias que en realidad si querrías vivir.
Por ejemplo arriesgarte en un nuevo romance, poner un negocio propio, comprar tu propio departamento o dejar tu ciudad para empezar una nueva vida en otra.
Te escudas en el “no pasa nada”, “así estoy bien” y en el “al fin que ni quería”.

¿Y a todo esto para qué nos sirve expresar nuestra vulnerabilidad?
El estudio que ya cité también afirma que los beneficios de reconocer y mostrar la vulnerabilidad propia son:
La autodivulgación puede generar confianza.
Porque la vulnerabilidad implica reconocer la verdad (de lo que estamos sintiendo) y hacerlo nos hace sentir fuertes.
También incrementa la confianza en otros al hablarles con la verdad y no decir una cosa y acabar decepcionado por actuar otra.
Asumir nuestra vulnerabilidad nos permite buscar ayuda, especialmente cuando sentimos que ya no podemos más o no encontramos el camino.
Esto mejora nuestras habilidades porque aprendemos de la ayuda que nos dan otros y eso se vuelve valioso para en el futuro saber qué hacer o incluso cómo ayudar a otros en la misma situación.
Admitir errores o un daño que se ha causado facilita el proceso para pedir perdón e incluso para ser perdonado.
Reconocer la falta cometida es el primer requisito para el perdón.
Confesar los sentimientos románticos puede llevarnos a nuevas relaciones o desengañarnos de una que no será y así no perdemos más tiempo.
Mejora la percepción que otros tienen de nosotros.
Recordemos que vemos como más valientes y valiosas a aquellas personas que afrontan sus miedos y reconocen su fallos.
Entonces así como nosotros vemos a los demás, es probable que los demás nos vean a nosotros al momento de reconocer lo que sentimos.

¿Cómo vives tu vulnerabilidad?
Una muy buena forma de mirar nuestra reacción ante la vulnerabilidad es afrontar uno de los grandes miedos existenciales que tenemos: La muerte.
O para muchos lo es antes el envejecimiento y la pérdida gradual de facultades que anuncia su llegada.
Vives el envejecimiento, la llegada de la muerte o lo que sea que te haga sentir vulnerable como:
Ciudadanos generosos de la pérdida, la fragilidad y el cambio que afrontan sus miedos con robustez y dignidad.
O como avaros de la vida, reacios a vivirla para que no se termine. Temerosos del cambio y la pérdida e indignados con la vida.

octubre 16, 2018