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2025-03-23 22:11:53
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Despertar espiritual: ¿cómo saber si estamos listos?

Entiende el verdadero significado del despertar espiritual y cómo puede influir en tu vida diaria y tu bienestar emocional.

febrero 19, 2025

¿Cuántos de ustedes consideran que están listos para tener un despertar espiritual? Pues si cumplen con esta lista, chance y podrían estarlo.

Aunque suena extraño, el despertar espiritual, tiene mucho que ver con el tipo de vida que tengamos a lo largo de los años, puede que dejemos de solo existir y empecemos a entender cómo la vida nos da lecciones que nos ayudan a ser mejores sin tanto esfuerzo.

Las etapas del despertar espiritual

A ver, hablemos claro: cuando escuchamos “despertar espiritual”, lo primero que viene a la mente puede ser alguien meditando en la cima de una montaña, rodeado de incienso y cantando mantras.

Pero la realidad es que este viaje es más bien un paseo en montaña rusa, con sus altas, bajas, y uno que otro loop inesperado. Así que aquí les traemos, paso a paso, lo que pasa cuando la vida decide darte una buena sacudida espiritual… sin tanto rollo esotérico.

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Modo Zombie

Esta es la etapa en la que la mayoría de nosotros empezamos, y no, no se trata de que estemos literalmente muertos en vida (aunque a veces nos sentimos así). Aquí la vida nos arrastra de reunión en reunión, de deudas en deudas y de dramas en dramas. Todo es personal, todo nos afecta y cualquier cosa —desde que alguien se te meta en el tráfico hasta que Netflix quite tu serie favorita— se siente como una tragedia griega.

Ejemplo: Alguien te manda un “Ok” sin emoji y ya crees que te odia. Spoiler: no te odia, solo está ocupado… o es de esas personas raras que no usan emojis.

En esta etapa, la felicidad parece estar fuera de nuestro control. Si las cosas salen bien, somos felices; si no, “maldita sea, el universo me odia”. Pero, tranquilos, todos pasamos por esto.

El momento ‘Matrix

Aquí es donde empieza la magia… o al menos eso parece. Un día te despiertas y te das cuenta de que no eres tus pensamientos, ni tus emociones, ni siquiera esa voz interna que te dice que te comas otra galleta cuando ya llevas cinco.

De repente, empiezas a cuestionar cosas: “¿Por qué me afecta tanto lo que dijo mi jefe?”, “¿De verdad necesito validación en Instagram?”, “¿El queso es realmente tan malo?” (la respuesta a esta última pregunta es: nunca).

Ejemplo: Estás en medio de una discusión y, en lugar de gritar, piensas: “Wow, esta persona está proyectando sus traumas… pobre”. Y ahí estás, zen, mientras la otra persona hierve de coraje.

Este es el momento en el que te das cuenta de que fluir con la vida es menos estresante que intentar controlarla (spoiler: nunca la controlas). Y aunque esto suena muy bonito, también viene acompañado de cierta confusión: “Si nada importa tanto, ¿por qué me importa que no haya internet?”… Seguimos aprendiendo.

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El Nirvana

En esta etapa, ya empiezas a conectar los puntos. Te das cuenta de que nada es casualidad, sino causalidad (sí, suena profundo, pero tiene sentido). Todo lo que te pasa tiene un propósito, incluso esa vez que llegaste a una fiesta equivocada y terminaste con nuevos amigos (o un dolor de cabeza legendario).

La paz, la gratitud y el amor dejan de ser frases de taza de café y se convierten en estados reales. Empiezas a agradecer hasta los fracasos, porque te das cuenta de que cada metida de pata te llevó a donde estás ahora (y no, no todo tiene que tener un final estilo película de Disney, pero sí un aprendizaje).

Ejemplo: Pierdes el camión, llegas tarde y estás a punto de maldecir todo… hasta que te encuentras a alguien que hacía años que no veías y te cambia el día. Eso es causalidad.

Aquí, ya no te sientes víctima de la vida, sino co-creador. Y sí, esto suena a frase de gurú, pero cuando lo vives, entiendes que la paz mental vale más que tener la razón en una discusión de WhatsApp.

Cuando la cosa se pone fea

A pesar de todo el crecimiento, nadie se salva de la famosa “noche oscura del alma”. Ese periodo donde todo parece colapsar, tus creencias se tambalean y sientes que estás más perdido que calcetín en lavadora.

Lo curioso es que esta etapa suele ser el punto de quiebre necesario para avanzar. Como dicen por ahí, “para ver la luz, primero hay que pasar por la sombra”.

Ejemplo: Llorando en el coche porque se te cayó el café, pero en realidad no es por el café… es por todo.

La clave aquí es dejar de huir y atravesar el mal momento. No hay atajos, pero sí aprendizaje.

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¡Por fin, la recompensa!

Después de mucho trabajo interno, empiezas a sentirte en paz contigo mismo y con el mundo. Ya no necesitas probar nada a nadie, ni llenarte de cosas para sentirte completo. Entiendes que el crecimiento personal es un viaje, no un destino, y que fracasar está incluido en el paquete (y menos mal, porque si no, sería aburridísimo).

Ejemplo: Te caes en medio de la calle, pero en lugar de morir de vergüenza, te ríes solo porque… ¿a quién no le ha pasado?

La vida se siente más ligera, no porque todo sea perfecto, sino porque has aprendido a surfear las olas en vez de hundirte en ellas.

Conclusión: Nadie se ilumina de la noche a la mañana

El despertar espiritual no es un proceso lineal, ni algo que se logra en un fin de semana de retiro. Hay días en los que sentirás que alcanzaste el Nirvana y otros en los que estarás llorando porque se te acabó el café. Y eso está bien.

La clave es comprometerse con el crecimiento personal, sin prisas y sin comparaciones. Porque, al final, estar despiertos espiritualmente no significa flotar en una nube de paz infinita… significa vivir la vida, con sus altos y bajos, pero desde un lugar de conciencia, amor y, por qué no, de un buen sentido del humor.

Así que, si están en este viaje, recuerden: no están solos, todos vamos tropezando juntos… y eso también es parte del despertar. ¡Namasté y a darle!

Fuente: Cristóbal Amo, licenciado en Ciencias Económicas, youtuber y especialista en terapias cuánticas, descodificación natural. IG @cristobal.amo.martin

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