Estaba soltera y, básicamente, ya me había dado por vencida en el amor. Es más, hubiera casi apostado mi vida a que las probabilidades de que yo encontrara a la pareja perfecta para mí —y además digna de vivir con mis hijas— eran nulas.
Y así transcurrió mi duelo de seis meses tras la última ruptura, jurándome que no volvería a darle ni un minuto de mi tiempo a la babosada del amor y las relaciones. En ese estado mental llegó un día a mi oficina Óscar Soto, un astrólogo español picudísimo.
No crean que lo mandé llamar, yo puberteando, como le hacíamos a los 18 cuando nos íbamos a leer el tarot, la mano y hasta el café turco para saber si el fulano moría por nosotros o si íbamos a volver con el que nos cortó. No. Esta era una junta del equipo de bbmundo para armar la edición especial de astrología para entender mejor a tus hijos. Yo no sabía nada de él, y él de mi vida personal, menos. Entre risa y risa me preguntó mi signo -libra- y mi fecha de nacimiento, y me empezó a echar un rollo de mis hijas, y yo, y mi carrera, y en eso con la seguridad con la que uno dice su nombre, me dijo «septiembre es tu mes del amor porque Saturno esta en Venus, y porque Marte… entonces antes de que acabe el mes vas a conocer al hombre con quien te vas a casar». Entre incrédula pero en el fondo entusiasmada e ilusionada dije: Ay, ajá. Traté de ser educada pero cero le creí.
Me cayó sensacional, a los pocos días coincidimos y a un par de semanas ya éramos cuatachos. Era 27 de septiembre, pasé las primeras horas de la madrugada de mi cumpleaños en la boda de una amiga y cuando mi chofer me recogió traía un pingüino para que soplara, aunque fuera así, una velita esa noche.
El lunes 28 de aquel 2009 me estaba saboreando llamarlo para echarle en cara su pésimo cálculo: ya se estaba acabando septiembre y ni madres de novio. Hice la llamada y me contestó: «Septiembre no ha terminado».
Al día siguiente me llama la amiga de una amiga que cenaba con Juan y me dice, «Por favor quiero que conozcas al amigo con el que estoy cenando» y lo puso en el teléfono. Hola, soy Juan y blablabla. Me cayó fatal. A esa llamada le siguieron varios Blackberry messengers y luego varias llamadas hasta que por fin nos conocimos en persona. Un año y cuatro meses después nos casamos y ocho años más tarde, seguimos juntos y nos seguimos cayendo muy bien.
Coincidencia o perfecta predicción basada en los astros, todavía no lo sé, pero sin duda alguna, la diversión de contar esta increíble historia nadie nos la quita. Hasta la fecha, cada vez que contamos Óscar y yo la historia, todo el mundo abre los ojos en shock y escepticismo, sin saber si está más divertido creer.
Espero que este libro suyo de ustedes les ayude a conocerse mejor y a conocer más a quienes los rodean. También que les ayude a vislumbrar su 2018 y por sobre todas las cosas, que les deje horas de diversión. ¡Enjoy y feliz 2018!