Y es posible que mires hacia atrás y piensas que estudiaste la carrera incorrecta, que estás en un trabajo que no te hace feliz o que escogiste a tu pareja dándole gusto a alguien más… Es más, puede ser que voltees a ver tu vida entera y pienses, “¡Todo mal! ¡Tooodo mal! ¿¡En qué momento lo que yo soñé se distorsionó de esta manera!? Una cosa llevo a otra y, corte a, estás a años luz del plan original (si es que había uno).
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Es como un círculo plantado sobre arena movediza: pareciera que con cada movimiento solo nos hundimos más. Este es el círculo vicioso de infelicidad, autosabotaje y destrucción en el que algunos a veces caemos y en el que otros ya viven de planta.
Una decisión que te lleva a no sentirte bien contigo mismo te puede llevar a otra poco constructiva, y esa a otra y a otra. Como cuando perdiste el trabajo, entonces no te quitas la pijama y luego comes sin parar por la depresión; luego te empiezas a aislar de tu gente por vergüenza y luego gastas tus ahorros en llenar esos vacíos y luego ya no sales porque menos lana tienes, entonces más comes; luego estás de malas, frustrado y alejas a la gente que te quiere, y cuando te paras y te ves en el espejo, ves a otra persona, ves a alguien derrotado, harto, destruido.
Entonces, para algunos, un día algo hace clic. Pasa algo que nos despierta o provocamos algo que nos despertó ¡y sucede un pequeño cambio positivo que nos lleva a otro y luego a otro y a otro y a otro! Y cuando menos te lo esperas estás fuera de la arena movediza y montado en un círculo virtuoso.
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Para algunos el fondo es profundo y difícil de tocar, otros parecieran no tenerlo y otros cuantos ya lo hemos tocado. Ese es el rebote a lo virtuoso, hacia donde todos queremos ir. Y al final todo sabemos en nuestra consciencia lo que hay que transformar, construir o reconstruir en nosotros, en nuestra vida.
Nunca es demasiado tarde, ¡nunca! Pero la estrategia tiene que cambiar. Hay que ponerle mute a todo el ruido externo, a las opiniones, a los juicios, los miedos de otros y escuchar nuestra intuición, nuestra tripa… Confiar más en nuestra voz interna para levantarnos, tomar mejores decisiones y, al final, si no fue tan buena, tener la inteligencia para aprender de ella, corregir y no repetir. Para eso se necesitan dos cosas: humildad y resiliencia. El fracaso es el mejor maestro y se necesita humildad para hacernos responsables, reconocer y aprender la lección. Eso es la resiliencia, la fuerza para levantarte y volver a empezar, sin eso, no la armas, porque fácil no va a estar.
Y sí, sí se puede darle la vuelta a casi todo (death excluded). Pero hay que dejar ser el viejo “yo”, desprogramarnos, reaprender, repensar lo que creemos que pensamos. Escucharnos. Aventarnos. Comprometernos con nosotros mismos y cumplirnos—hasta como un homenaje para auto honrarnos o por el reto de probarnos la fortaleza que tenemos. Por el compromiso y convicción que tenemos con el logro.
Podcast: Lanzamiento revista moi: re-constrúyete
Esta revista eso es: un desafío que nació a pesar de que el 99% de la gente que nos rodeaba nos dijo que no. Silenciamos el ruido externo, escuchamos nuestra intuición, los escuchamos a ustedes y lanzamos. Hoy, cuatro años después, estamos celebrando un cumpleaños más. Eso sucedió por la valentía, porque el miedo nos lo aguantamos y porque confiamos en nuestra tripa.
Brazos súper fuertes y marcados, algunas rayitas en el abdomen, con todo lo que no me gusta hacer ejercicio, fue ese reto, personal, para desafiarme, para probar que aún a los 50 sí podía. Y sí, sí pude. Ustedes también.
¡Felices cuatro años!