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2024-12-27 22:05:15

Claridad, eso es todo

Vomité. Literalmente vomité cuando me acabó confesando (un imbécil) que se había acostado con alguien más.

agosto 18, 2020

Habíamos cortado hacía tres semanas después de llevar casi seis años juntos, y fue ahí, durante ese tiempo que se enredó con una fulana, cosa que, ahora, a distancia, me cae el veinte de que ya llevaba rato.

Para muchos, esa no es una pintada de cuerno porque técnicamente no estábamos juntos, pero ¿seis años a la basura en tres semanas? Un mes consecutivo me rogó, me lloró y me trató de convencer que no había significado nada. Y como yo, en ese momento, pensé que era el amor de mi vida y que el amor todo lo puede, decidí darle y darnos otra oportunidad. El siguiente mes hice todo por hacer como si eso no hubiera pasado, por fingir que no me dolía y sobre todo, por pretender que todavía confiaba en él.

Además, no crean que esa fue la única, ¡nooo! Ya veníamos arrastrando mensajitos, servilletas con teléfonos y demás coqueterías, por lo que confiar y creer era muy difícil. Para no hacer el cuento largo, cuando volvimos me convertí en la persona que nunca quería haber sido. En esa mujer que cada vez que me decía algo, lo amarraba al “evento”. Me preguntaba, “mi amor, ¿quieres una copita de champagne?” y yo, “¿como las 16 que te has de haber tomado con ella?” o “qué divina la puesta de sol, ¿no?” y yo, “igual de divina que las nalgas de esta vieja, ¿verdad?”. Un horror.

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Así miles. Hasta que un día dije, “basta. Yo, ni me quiero convertir en esta mujer ni me puedo permitir hacerme esto a mí ni a él.” Lo hecho, hecho estaba y yo no se lo podía seguir cobrando perpetuamente. Sin embargo, yo tenía —y tengo— muy claro que no soy el prototipo de mujer que puede manejar algo así. Y que no iba a poder con un hombre que tenía una alta debilidad por las mujeres y una enorme necesidad de tener constante validación femenina. Yo no iba a tener paz y tampoco quería vivir con esa angustia, esa ansiedad y haciéndole la vida imposible a alguien más. Yo no era, ni soy, ni nunca seré esa persona. Me armé de valor y muy a pesar de lo que mi corazón me decía, terminé la relación. Me queda claro que mi caso no es el de todo el mundo. Hay diferentes situaciones, diferentes personalidades y relaciones muy rescatables en las que, si trabajan juntos, pueden salir adelante y volver a reconstruir.

Lo único que sí les quiero decir, como moraleja y razón de ser de esta edición, es que hay que ser MUY honesto con uno mismo y se vale aceptar que uno no lo puede ni lo quiere manejar. Y como todos tenemos una definición muy distinta de la fidelidad es ESENCIAL que todas las parejas definan y delimiten la suya. Que queden claros en qué es fairplay, cuáles son sus límites y a qué se comprometen. Para uno el límite será acostarse con otra persona y para otro el simple hecho de chatear con alguien más. Ninguna está bien o mal. Lo que está mal —y la razón por la que duele tanto— es la violación de ese acuerdo y promesa. Establezcan sus acuerdos, cuáles sean, y cúmplanlos y hónrenlos, porque la fidelidad, como el amor, ES UNA DECISIÓN.

 

 

 

 

PD. Hoy, casi 13 años después, el fulano lleva cuatro relaciones y todas han acabado por más o menos lo mismo. ¡Qué razón tenía yo! Ja.

agosto 18, 2020