Todos vamos a tener pérdidas a lo largo de nuestras vidas. Unas más fuertes que otras. Yo he perdido trabajos, perdí mi primer matrimonio, casi pierdo a mi hermana, perdí a mi exesposo, el papá de mis hijas, y no doy crédito. No puedo creer que ya no está, que ya no existe en este planeta. ¡¿Cómo?! ¡¿Cóoomo puede ser que alguien simplemente deje de estar?! Me trauma.
Además del sufrimiento que obviamente te causa perder algo o a alguien, creo que lo más difícil es entenderlo. ¿Por qué a él? ¿Por qué ahorita? ¿Por qué eso? De la aceptación ni hablemos. A veces pienso que no hay forma de aceptar algo que no entiendes y peooor, ¡cuando lo haces, se vuelve realidad! Ya no puedo, se los juro.
Por eso es un tema que lleva en el tintero tanto tiempo para moi, porque bien a bien no sabíamos cómo abordar un tema tan inexplicable para mí… y para mucha gente.
Siempre hablo de que mi divorcio me enseñó muchísimo de quién soy y lo que debía busca en una pareja; que las veces que me han corrido de un trabajo me han servido para creer más en mí, y sí lo creo. Las pérdidas son nuestros más grandes maestros. Siempre hay algo que aprenderles, aunque sean tan cagantes dolorosas.
Ahora, si no nos ponemos las pilas y nos quedamos atorados en ese horror de hoyo negro, nos quedamos ahí, eeeh. Porque después de que pierdes algo fuerte, ya ni tú eres la misma persona, ni el mundo es como lo conocías. Tons, ¿cómo vas a volver a empezar si no tienes fuerzas ni pa’ pararte de la cama? Es un trabajal, pero se puede. No les voy a decir que el dolor se va, porque cero, a veces se diluye y otras se queda, pero hay que aprender a vivir con él y saber qué hacer cuando se asoma.
¡A darle, que vida solo hay una!
